viernes, 28 de octubre de 2011

Tarsis-Afroiberia. Parte 2. La Tabla de las Naciones

Según el relato bíblico, Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Dios ordenó que subieran también al arca con su padre, acompañados de sus esposas. Cuando el diluvio cesó descubrieron que la humanidad había perecido completamente y recayó sobre ellos la tarea de repoblar la tierra. El capítulo X del libro de Génesis, conocido como “Tabla de las Naciones” consiste precisamente en una lista con los descendientes de cada hijo de Noé y su distribución geográfica. Tarsis es citado como hijo de Javán y nieto de Jafet, habiéndose de localizar, cuanto menos, en el Mediterráneo.

La Tabla de las Naciones es para mí uno de los documentos bíblicos fundamentales para ubicar Tarsis en Afroiberia o alrededores. Sin embargo, para los académicos españoles este pasaje no debería ser incluido en el debate Tarshish-Tartessos porque, dicen, el “Tarsis” de Gen.X no sería más que un personaje casualmente homónimo al pueblo o región que nos ocupa. Cuando los veo en ese plan no se si son más necios que ruines o viceversa. Toda, repito, toda la comunidad científica internacional que participa en el debate sobre la Tabla de las Naciones coincide en el evidente propósito etnográfico del texto, porque no hay “hijo” o “nieto” de Noé en esa lista que no se corresponda con una etnia o nación de la época. La efectividad de dicha “etnografía” hebrea puede ser cuestionada, y con toda la razón, pues no comparte nuestros métodos arqueológicos, lingüísticos, genéticos, etc. Se discute pues sobre la ubicación o la identificación de tal o cual “hijo-etnia”, se critica el desacierto de los judíos al emparentarlos, su vacilación al repetir nombres en troncos familiares diferentes, la cronología del texto, etc., pero nadie se atrevería a suscribir la chorrada de nuestros “tartesiólogos”. Lo peor de todo es que no hace falta ser experto en Próximo Oriente Antiguo para reconocer entre estos descendientes a Asur (Asiria), Cush (Etiopía), Mizraim (Egipto), Peleshet (Filistea) y no digamos a Canaan, Elam o Aram, a las que no le cambia ni una vocal el nombre. Para gente que va por la vida de “catedrático en Historia Antigua” o, peor aún, de “especialista en colonización fenicia” esta lista debería sonarles como a ustedes les sonaría que yo dijera que la matriarca Andalucía tuvo ocho hijas, llamadas Cádiz, Almería, Córdoba, etc. ¿Alguien se atrevería a pensar en personas de carne y hueso?

Los antiguos hebreos consideraban entonces que el pueblo de Tarsis debía ser emparentado con el linaje etno-cultural de Jafet por la línea de Javán. Habrá entonces que abordar las consecuencias de este parentesco, qué ámbito geográfico implica, qué características culturales e incluso somáticas. En este último sentido debemos ser muy cautos, pues a menudo se ha escrito que los hebreos bíblicos consideraban camita a la raza negra, semita a la amarilla y jafetita a la blanca. Simplificando aún más, dicen que Sem es Asia, Cam es África y Jafet Europa. El despropósito de esta tentadora correspondencia 3 a 3 comienza a hacerse evidente con el tronco semita: ¿por qué entonces los judíos y árabes, semitas por antonomasia, no tienen piel amarilla y ojos achinados?, ¿consideramos realmente semitas a los chinos?, ¿son amarillos, siquiera asiáticos, los melanesios o los apaches? Es evidente –nos dirán- que los antiguos judíos no conocían la totalidad del orbe y que en su clasificación no podía entrar pueblos tan distantes. Suena lógico pero ¿por qué no lo aplican también con el noruego y el angoleño? Si para la Tabla de las Naciones los semitas eran sólo los habitantes de una estrecha franja entre el Mediterráneo y el Indo, es decir, los asiáticos conocidos por los hebreos, será lógico suponer también que los jafetitas y los camitas eran, respectivamente, los pueblos euroasiáticos y afroasiáticos de los que hasta entonces tenían noticia.

Los jafetitas

Es imposible ubicar correctamente a todos y cada uno de los descendientes de Noé, y de hecho no hay dos autores, modernos o antiguos, que compartan un mismo esquema o teoría al respecto. Sencillamente faltan datos, y los pocos que disponemos suelen ser objeto de nuestra tendenciosidad etnocéntrica. Pero sí existen rasgos generales de carácter incuestionable que pueden ayudarnos a ubicar Tarsis, ocupándonos primero de aquellos que conciernen colectivamente a los descendientes de Jafet. El rasgo principal de los jafetitas es sin duda la “distancia” respecto a los hebreos y sus avatares históricos. Si Ham, en su vertiente egipcia, cananea, filistea, sabea o etíope, forma parte activa de las crónicas hebreas, qué decir de Sem, linaje de los propios hebreos, pero también de los asirios, arameos, árabes, babilonios, etc. Por el contrario, los jafetitas siempre aparecen como referencias indirectas, aliados de otros pueblos, enemigos apocalípticos o fuente de mercancías exóticas. Esta ausencia de contacto efectivo implica necesariamente que el cuadro etnográfico que de ellos hicieron los hebreos sea menos nítido que el que desarrollaron para los camitas y semitas.

Otro rasgo llamativo de los jafetitas, al que por cierto no se presta la atención debida, es su condición litoral o marítima. Cualquiera que se tome la molestia de leer Génesis X verá que, entre la descendencia de cada hijo de Noé, existe una frase “coletilla” que en Cam y Sem se repite casi idénticamente y que viene a ser: “Estos son los hijos de Cam/Sem, según sus familias, sus lenguas y sus países”. Sin embargo, tras la descendencia de Jafet dice:
“De estos fueron pobladas las COSTAS de sus países, dividiéndose según sus lenguas y linajes”.
No se trata de una casualidad, pues vuelve a repetirse cuando la Biblia se refiere a los descendientes de Jafet:
- “Y enviaré fuego sobre MAGOG, y sobre los que viven seguros en las ISLAS…” (Ez.39:6)
- “… y enviaré de los escapados de ellos a las naciones, a TARSIS, a Fut y Lud que disparan arco, a TUBAL y a JAVÁN, a las ISLAS LEJANAS que no oyeron de mí, ni vieron mi gloria…” (Isa.66:19)

Hay que aclarar que la voz hebrea AY sirve lo mismo para designar costas que islas, un poco a la manera del NESSOS griego. Hay además otra característica general de los jafetitas. Esta sería la clara división interna entre “anatolios” y “mediterráneos”. De los 7 hijos de Jafet la mayoría (Magog, Madai, Tubal, Mesec y Tiras) son de ubicación polémica, suelen tener un papel poco relevante en el resto de la Biblia, y por ahora sólo nos concierne resaltar de ellos que no deben ser asignados a la ligera, tal y como hace la crítica, dentro del grupo oriental. Nos quedan sólo dos hijos de Jafet bien desarrollados, Gomer y Javan, representantes del grupo “anatólico” y “mediterráneo” respectivamente. En el caso de Gomer, existe unanimidad a la hora de ubicarlo en Anatolia o, en todo caso, en una zona bastante al norte de los hebreos, con otras naciones de por medio. Las Escrituras tampoco dan ocasión para pensar lo contrario: Gomer junto a su hijo Togarma son ubicados “en los confines del norte” (Ez38:6), mientras que Askenaz pacta con el reino de Ararat (este de Turquía) y los Mini (Lago Urmia) (Jer51:27). Curiosamente, ni Gomer ni sus hijos son expresamente relacionados por la Biblia con las islas/costas.

Los javanitas

Javán tuvo cuatro hijos: Elisa, Tarsis, Kitim y Dodanim. Tanto él como su descendencia acumulan la mayor cantidad de citas relacionadas con las costas, las islas o la marinería, no sólo en comparación a otros jafetitas sino respecto a todos los descendientes de Noé. La vinculación de Tarsis con el mar es tan grande que sólo podremos apreciarla al final de esta serie de artículos, así que por ahora sólo nos ocuparemos de lo concerniente a su padre y hermanos. Su ubicación mediterránea, cuanto menos egea, es asumida por la totalidad de la crítica. Tengamos en cuenta que aún hoy, al hablar hebreo moderno, los israelitas llaman “yavanim” a los griegos. La importancia de este dato es capital pues reduce considerablemente el área de ubicación de Tarsis, algo que será muy útil cuando en el futuro nos enfrentemos a las tan aplaudidas teorías sobre una Tarsis india, árabe o somalí. Como Jafetita, Tarsis ha de habitar forzosamente al norte o al oeste de Israel, mientras que como Javanita su situación se concreta al área del Mediterráneo, sobre todo de su costa norte. Esto no elimina muchas otras candidaturas (Tarso de Cilicia, Cartago, Etruria, etc.) pero coloca a Afroiberia en la buena dirección. Podemos afirmar sin miedo que Génesis X, la Tabla de las Naciones, avala la localización de Tarsis en Afroiberia.

Existe cierta corriente teórica que pretende circunscribir el territorio de los javanitas a un área ridícula: Javán serían los jonios de Asia Menor y, entre sus hijos, Tarsis sería Tarso de Cilicia, Elisa y Kitim se ubicarían en Chipre y Dodanim sería Rodas. De nuevo, tales afirmaciones sólo pueden ser dichas por quien desconoce todo de la cultura e historia hebreas. Los israelitas no eran grandes marinos, si acaso pescadores de cabotaje, así que su conocimiento de las “islas” mediterráneas no dependió de la proximidad de estás, sino de pueblos que como el fenicio, el filisteo o el egipcio, les sirvieron de informadores a lo largo de su historia. No podemos hablar entonces de un territorio javanita compacto y consecutivo, sino de puertos esparcidos a lo largo del Mar Nuestro, de tal modo que se conocía mucho mejor a la fenicia Gadir que a la inhóspita Albania, a pesar de la distancia de cada una respecto a Israel. Por ejemplo, los KITIM no son exclusivamente los habitantes de la colonia chipriota de Kition sino un concepto más amplio que se refleja en los KHETTA de los murales de las XVIII y XIX Dinastías egipcias, de aspecto totalmente minoico, o en los mercenarios heteos (como Urías) que protegían al Rey David, por no hablar de la identificación etno-simbólica que establecían los rabinos entre Roma y Kitim. Algo parecido ocurre con los filisteos (PELESHET), presentes ya en los Pueblos del Mar que amenazaron Egipto, y cuyo registro arqueológico en Canaán revela de nuevo un fuerte sustrato egeo. Por cierto, los hebreos afirmaban que los filisteos eran camitas y no jafetitas, norteafricanos desplazados primero a Creta u otra “isla” cercana para luego emigrar a Canaán. Sus razones tendrían.

Pero sin duda fue Tiro la principal fuente de información sobre el Mediterráneo que tuvieron los autores de la Tabla de las Naciones. Compilada como veremos hacia el 950aC., coincide temporalmente con el fructífero acercamiento de David y Salomón al reino de Tiro. Los tirios estaban especialmente interesados en conseguir de los hebreos una salida al Mar Rojo por el puerto de Esyon-Geber, y a cambio ofrecieron a Israel ayuda económica y logística, al tiempo que le abrieron todo el catálogo de mercancías de los recientes emporios occidentales. Este es el contexto en el que nace la Tabla de las Naciones, el de un Israel entusiasmado por su grandeza política, pero también por los nuevos “descubrimientos” que les traen sus inquietos aliados. Si aceptamos tempranas visitas de los tirios al Mediterráneo occidental, lo que se ha venido a llamar precolonización (s.XI-IXaC.), debemos identificar a algunos de estos javanitas como poblaciones aborígenes en estrecha relación con emporios kinani. Dado que los contactos de Tiro con Chipre no fueron muy anteriores a los que tuvo con Útica, Gadir, Cartago o Lixus, si “Kitim” es “Kytion” (Chipre) por mera homofonía, Tertis-Tarteso-Turdetania es también un buen aspirante a ser la Tarshish bíblica.

Veamos a continuación las citas bíblicas que relacionan a los hijos de Javán con el mar, recordando que cada vez que leamos “costas” podemos entender “islas” sin ningún problema. No repetiremos la cita que dimos al hablar de los jafetitas en conjunto (Isa.66:19) que hace referencia a Javán, como tampoco las correspondientes a Tarsis, protagonistas de otros posts de esta serie. Aún circunscritos a los hermanos de Tarsis, los testimonios son abundantes, sobre todo los relacionados con Kitim:
- “…de azul y púrpura de las COSTAS de ELISA era tu pabellón”. (Ez27:7)
- “Vendrán NAVES de la COSTA de KITIM, Y afligirán a Asiria, afligirán también a Heber…” (Num24:24)
- “Profecía sobre TIRO. Aullad, naves de TARSIS, porque destruida es TIRO hasta no quedar casa, ni a donde entrar; desde la tierra de KITIM les es revelado. Callad, moradores de la COSTA, mercaderes de SIDÓN, que pasando el MAR te abastecían.” (Isa23:1-2)
- “Extendió su mano sobre el MAR, hizo temblar los reinos; Jehová mandó respecto a Canaán, que sus fortalezas sean destruidas.12 Y dijo: No te alegrarás más, oh oprimida virgen hija de SIDÓN. Levántate para pasar a KITIM, y aun allí no tendrás reposo”. (Isa23:11-12)
- “Porque pasad a las COSTAS de KITIM y mirad…” (Jer2:10)
- “…tus bancos de pino de las COSTAS de KITIM, incrustados de marfil.” (Ez27:6)
- “Porque vendrán contra él NAVES de KITIM…”(Dan11:30)

Flavio Josefo

Josefo fue un historiador judío del s.Id.C. bastante influenciado por la cultura greco-latina, que es considerado por la crítica como un autor bastante fiable y racional. En sus Antigüedades de los Judíos hace un relato paralelo de los primeros libros bíblicos y, cómo no, aparece la Tabla de las Naciones. Por mucho que se le tache de tardío y asimiliado, la escasez de fuentes antiguas semitas hace imprescindible el testimonio de Flavio Josefo. Vaya por delante que este autor ubicaba Tarsis en Tarso de Cilicia, luego no es sospechoso de favorecer nuestras teorías. Sin embargo, existen algunas peculiaridades en su texto que enriquecen el original bíblico y que conviene destacar.

La primera es que distribuye a los jafetitas entre la desembocadura del río Tanais (hoy río Don, al norte del Mar Negro), que era la frontera clásica entre Europa y Asia, hasta nada menos que Gadir. De entrada, la opinión de Josefo anula totalmente la tesis académica de que los jafetitas estaban distribuidos por una región minúscula. Además, si opinaba que Tarsis era Tarso, ¿qué javanita o jafetita fue el encargado de poblar Gadir? Aquí surgen distintas teorías que se alejan un poco de nuestro tema, pero que conviene recordar por referirse a nuestra Península. De un lado tenemos la teoría de Tubal, mayoritariamente seguida por los mitógrafos españoles, que se apoya en las propias palabras del historiador judío: “Tobel (i.e. Tubal) fundó a los tobelos, que ahora se llaman IBEROS”. Tradicionalmente la crítica se ha echado al cuello de esta hipótesis aduciendo que estos iberos no son de la Península Ibérica sino del Caúcaso. Bien podría ser, pero es justo reconocer también que Josefo cita como vimos a Gadir y que, bastante más adelante, mencionará las andanzas de Nabucodonosor por “gran parte de la Libia y la Iberia”, regiones difícilmente vecinas si la Iberia de Josefo fuera exclusivamente la caucásica. Otra teoría pone en duda el buen criterio de Flavio Josefo al identificar Tarso con Tarsis, apoyándose sobre todo en que el autor se excusa de que para ello habría que cambiar “la theta por la tau”. Finalmente hay académicos que opinan que Gadir y otros territorios ibéricos deben adscribirse a Kitim, no en su acepción meramente chipriota sino en otra que da el propio Flavio Josefo: “Ceteim poseyó la isla de Cetim (ahora se llama Chipre). De ahí que TODAS LAS ISLAS, Y LA MAYOR PARTE DE LA COSTA MARÍTIMA, sean llamadas Cetim por los hebreos.” Con esta última cita cerramos lo referente a Josefo, al tiempo que apuntalamos la reputación de costeros y mediterráneos que, entre los hebreos, tenían Javán y su descendencia.


En el mapa aparece la ubicación de Javán y sus descendientes, así como de sus hermanos Tubal, Mesec y Tiras. Algunos (interrogación) son de localización más polémica. He obviado otros nombres para no saturar el mapa, pero sí he marcado los linajes con colores (v. leyenda). Vemos también que algunas zonas estuvieron pobladas por dos e incluso por los tres troncos a la vez. No hay que tomar al pie de la letra el alcance de dichas poblaciones porque depende de los conocimientos geográficos de los hebreos en cada momento. Las zonas grises ni estaban despobladas ni contenían poblaciones absolutamente distintas de las coloreadas, pero probablemente serían ignotas para un judío del s. IX a.C.  Los javanitas no representaban a los europeos, ni siquiera a los europeos occidentales, sino a un conjunto de pueblos de la ribera norte del mediterráneo tan morenos como los semitas, y a veces tan negros como los propios camitas. A propósito, Creta aparece de verde camita porque los hebreos la hacían poblada por Cashluhim y/o por Caftorim, ambas etnias oriundas de Libia. Para terminar, y como anécdota algo frívola, ¿se han fijado que la parte donde convivieron los linajes de Yafet, Ham y Shem queda muy cerca del Monte Ararat? Ver en una región relativamente pequeña tantas pintas entremezcladas pudo inducirlos a creer que allí estuvo el punto de partida de la nueva humanidad.

Cronología del texto

Como en cualquier libro bíblico, nos encontramos con dos criterios de datación opuestos. De un lado tenemos la teoría tradicional o rabínica para la cual el Pentateuco (al cual pertenece la Tabla de las Naciones) fue escrito hacia el s.XVaC., durante el Éxodo y a manos de Moisés o de sus escribas. Del otro tenemos las actuales teorías desmitificadoras, que sitúan la redacción de Génesis X en fecha mucho más reciente, oscilando según autores entre el 700 y el 490aC. Ambas posturas son extremistas y poco rigurosas, pero mientras tratamos a la primera con desprecio o condescendencia, la segunda suele ser aceptada sin hacer unas mínimas averiguaciones. Lo que viene a continuación es una descripción de cómo hay que datar un texto bíblico que espero sirva para futuras ocasiones.

En la Biblia, con la forma que hoy la conocemos, hay implicadas una serie de fuentes, tradiciones o plumas diferentes que son reconocidas incluso por rabinos y sacerdotes: la yavista, la elohista, la deutoronomista y la sacerdotal (por orden cronológico). Además es unánime la aceptación de una tradición oral, anterior pero también paralela a la Biblia escrita, aunque cada autor tenga diferente opinión sobre su importancia en la redacción final del Libro de libros. Los textos atribuidos a la tradición yavista se remontan a mediados del s.XaC. y se relaciona con la región de Judá. Se trataría entonces de escritos redactados bajo el mandato de David o Salomón, a partir de tradiciones orales que se remontarían al II milenio aC. Casi todo el libro del Génesis anterior a la aparición de Abraham está compuesto por textos yavistas, y la Tabla de las Naciones no es una excepción. Tras la muerte de Salomón el reino quedó dividido entre Judá al sur e Israel al norte. Estos comenzaron desde el 931aC. a desarrollar su propia tradición bíblica, que denominamos elohista y que se supone que estuvo consolidada hacia el 800aC. Alrededor del 722aC., con la invasión asiria de Samaria-Israel, ambas versiones se fusionan. Como no hay nada deuteronomista ni sacerdotal en el texto de la Tabla de las Naciones, podemos afirmar que se redactó probablemente durante el s.XaC., con pocas señales de añadidos del s.VIIIaC. y, dado su carácter de himno etnográfico, muy posiblemente basado en ancestrales tradiciones orales.

Los argumentos para rejuvenecer el texto de Génesis X son ridículos. No se puede decir que el texto es del 650aC. porque no mencione la ciudad de Ashur, ya que tampoco menciona a Tiro (sí a Sidon, Arvad, Gaza y hasta a los jebuseos, antiguos pobladores cananeos de Jerusalén). El argumento de que el Gomer de la Tabla equivale a los Gimmerai de Asurbanipal (s.VIIaC.) no aclara por qué entonces en el mismo texto aparece el etíope-cushita Nimrod como primer poblador de Sumeria, dato que antecede tanto los tiempos de Salomón que de hecho lo hemos recuperado recientemente gracias a la Arqueología. Por citar otro ejemplo, se suele decir que Maday son los medos o persas, y que por ello nuestro texto debe remontarse al 560aC., fecha en que los persas comienzan su dominio en la región. Algunos llegan a defender el 490aC., aduciendo a una propaganda persa durante las Guerras Médicas que se filtró en los judíos del exilio babilónico, haciendo de la Tabla de las Naciones una obra de los escribas de Esdras. Sin embargo, el argumento se les vuelve en contra cuando constatamos que en Génesis X no se hace alusión a los persas (“Fares” en hebreo). Siendo los medos, por así decirlo, ancestros de los persas, y siendo común citar a Maday y Fares (Media y Persia) como pareja (v. Dan5:28), resulta muy lógico pensar que la mención del primero y no del segundo en Génesis X aboga más bien por la antigüedad del texto. En cualquier caso, nuestra tesis sale ganando: si aceptamos las cronologías bajas (ca. 600aC.), Tarsis puede ser perfectamente Afroibera ya que por entonces sería muy conocida a través de Tiro; si por el contrario aceptamos el 950aC. como fecha de redacción de la Tabla de las Naciones, confirmaríamos que las expediciones comerciales fenicias hacia el Mediterráneo occidental comenzaron en fecha muy anterior a la que hoy defienden, es decir, que sí existió “precolonización”.

Peso específico de Tarsis en la Biblia

El término “Tarshish” aparece 31 veces en la Biblia, y en sólo dos ocasiones hace referencia a personajes homónimos sin conexión alguna con la región que buscamos. En otras dos ocasiones se refiere al legendario bisnieto de Noé que acabamos de estudiar (Gen.X y 1Cr.1, que es su copia). Luego hay 9 menciones directamente como región o pueblo, a las que habría que sumar las “naves de Tarsis” (11 menciones) y la “piedra de Tarsis” (7). Así dicho, nos quedamos como estamos. Necesitamos saber qué significa ser citado 29 veces en la Biblia y para ello debemos saber cuántas veces aparecen citadas otras etnias. Hay muchos pueblos que no aparecen citados en la Tabla de las Naciones, pero me ha parecido que esta era un buen soporte para establecer una comparación.

De los 74 nombres que incluye la Tabla de las Naciones, Tarsis es el 8º más citado en la Biblia. Más de un tercio de la lista, 28 pueblos o epónimos, sólo son mencionados dos veces, lo que equivale a la propia Tabla de las Naciones y a su eco en 1Crónicas1. En el otro extremo, pueblos como los cananeos, los hititas, los egipcios o los filisteos son citados cientos de veces debido a la proximidad y el protagonismo que tuvieron respecto a los hebreos. Para ser una isla o costa en el Mediterráneo, Tarsis era muy célebre, y más cuando vemos que dentro de los javanitas sólo Kitim le sigue de lejos con 8 citas o, ampliando el linaje, Jafet con 11. Las rivales comerciales Ofir y Havilá sólo aparecen mencionadas 12 y 7 veces respectivamente, mientras que a un pueblo tan eminente como Elam sólo se le cita 25. Definitivamente, Tarsis no era para los hebreos “Argamasilla del Toboso”, y esto debería bastar para reconsiderar todas las investigaciones actuales sobre el tema. Porque se suele ridiculizar como capricho la ubicación de Tarsis y, peor aún, se hace ver que no existen bases documentales para llevarla a cabo. Por el contrario Tarsis era una entidad cultural de considerable importancia para los hebreos que sigue sin ser ubicada correcta y unánimemente. En contra de lo que afirma la propaganda, hay mucho material en la Biblia para ayudarnos a resolver esta sangrante carencia, y eso es lo que humildemente intentaremos en esta serie.

Conclusión

Ni la Tabla de las Naciones, ni ningún otro pasaje bíblico, puede por si solo resolver la localización de Tarsis. Los argumentos etnográficos o históricos que se apoyen en la Biblia deben contar con una pauta que se repita en varios pasajes, de distinta época, género literario y propósito. Tal pauta existe en Tarsis y conduce directamente a nuestras costas, de una forma tan clara que tienta a la anticipación. Sin embargo, debemos mantener un ritmo muy gradual, masticar lentamente cada pasaje sobre Tarsis, interrelacionarlo con lo que ya sabemos, hasta ir destilando la información que soslayan los que van de listos. Sólo así podremos desprendernos de esa losa de años ridiculizando la mera mención de una Tarsis afroibérica.

Dicho esto, Gen. X es una verdadera joya para nuestra tesis. En la Tabla de Naciones se hace incontestable que Tarshish (epónimo de una nación) es hijo de Javán, el jafetita más marinero. Nosotros hemos añadido que es muy probable que entre los javanitas figuren pueblos que interactuaron con los emporios tirios del Mediterráneo y aún del Estrecho (v. Josefo). Por otra parte es innegable, lo veremos en breve, que en la Biblia Tarshish aparece insistentemente ligada a Tiro, sobre todo en los Libros Proféticos. Tampoco se puede cuestionar que Tiro fundó importantísimos emporios en las costas de Afroiberia, es decir, en Tertis-Tartessos-Turdetania. Según la tradición grecolatina, los tirios “descubrieron” Cádiz hacia el 1.100aC., y el emporio adquirió tal peso comercial que su templo dedicado a Melqart era célebre en todo el Mediterráneo, más aún que el de la metrópoli. Como dicen los evangelios, quien tenga oídos para oír, que oiga.

domingo, 23 de octubre de 2011

Tarsis-Afroiberia. Parte 1. Introducción y nombres

Abro esta nueva serie de artículos con el propósito de demostrar que los antiguos hebreos llamaron Tarsis (Tarshish si somos fonéticamente rigurosos) a Afroiberia, o al menos a una región costera del poniente mediterráneo. Pese a que la labor no comporta dificultades intrínsecas, pues toda la documentación disponible está a su favor, existen dos escollos importantes que pueden provocar los recelos del lector. Por un lado, desde los 1950s las teorías tradicionales sobre la ubicación de Tarsis (que miraban a nuestras tierras con simpatía) han sido desplazadas por nuevas corrientes académicas que han puesto todo su empeño desmitificador en convencernos de lo absurdo de tal identificación. El segundo obstáculo es que toda la información disponible se encuentra en la Biblia, lo cual genera a la vez dos problemas. El primero es el prejuicio que existe hacia este libro como objeto arqueológico e histórico, y más aún en España, donde los estragos del nacional-catolicismo franquista aún no se han curado del todo. El segundo problema es la incultura popular y académica de los españoles con respecto a las culturas semitas. Pese a lindar con Marruecos y haber sido gobernados ocho siglos por musulmanes, pese a que fuimos “colonizados” por fenicios y cartagineses, pese a que nuestra tradición judeo-cristiana tiene irrenunciables raíces semitas, nuestra segunda “lengua clásica” tras el latín es el griego, no el hebreo o el árabe. El propio catolicismo ha sido el mayor verdugo en este proceso, y no sólo porque temiera que sus feligreses se acercaran a credos como el judío o el musulmán. Pocos católicos saben que nuestros padres tuvieron vetado por el Papa la lectura de la Biblia hasta los años 1960s y el Concilio Vaticano II. Hasta ese momento, el católico podía tener en casa misales, vidas de santos y demás quincalla, pero la Biblia, su supuesto pilar de fe, figuraba entre los libros prohibidos por el índice vaticano. Sólo se podía escuchar la Biblia, en latín y a trocitos, durante la misa dominical. Se atribuía a los luteranos y demás iglesias reformadas el vicio de leer en casa la Biblia, a veces en sus lenguas originales, para luego cometer la blasfemia de interpretarla de manera personal. Unos insensatos estos teutones.

Ya hablamos del valor de las fuentes textuales para conocer nuestra protohistoria y antigüedad, y de cómo los documentos bíblicos son al menos tan válidos como los grecolatinos, así que no abundaremos mucho más en la cuestión. Sin embargo, es necesario subrayar la absoluta falta de formación de nuestros investigadores en materia de lengua hebrea o cananea, mundo bíblico, etc., incluso por parte de aquellos considerados expertos en la mal denominada “colonización fenicia”. Créanme que no exagero, es algo que carece de explicación, que da vergüenza ajena a cualquiera con una formación básica en estos campos. Entiendo que la culpa de todo la tienen el aislamiento y falta de cooperación entre departamentos universitarios. Los arqueólogos viven tan encapsulados que ni siquiera esperan que, un día, cualquier simple estudiante de semíticas podrá burlarse de las chorradas que se atreven a defender ante su sumiso público. Lo peor de todo es que esta tontería posmoderna puede llevarles a ver lógico, e incluso digno de alabanza, andar sentando cátedra sobre lo que realmente dice Génesis o Ezequiel en tal o cual pasaje sin haber leído más de dos renglones seguidos de la Biblia y sin saber siquiera el alefato (“cosas de curas”). Quizás por eso no se enteran de que los supuestos argumentos bíblicos que esgrimen en contra de la ubicación de Tarsis en Afroiberia son precisamente los pasajes más recientes, los más ambigüos y/o los más descontextualizados. En cualquier caso, nada justifica la vehemencia casi agresiva y la falta absoluta de rigor en sus argumentos. Errores sí, fanatismos los precisos.

La Biblia tiene muy justificada su forma plural en latín, “los libros”, pues es más una biblioteca que un único libro. Por esa razón, no todos los documentos bíblicos tienen la misma antigüedad ni el mismo peso específico. No se trata de imponer al lector laico los valores de la Biblia, pero sí debería aceptar las normas que rigen dicho canon. Quiero decir que no les pido que personalmente concedan más grandeza espiritual a Génesis que a Macabeos II, sino que comprendan que para el hebreo de la antigüedad dichas diferencias existían. Esto es vital a la hora de cuestionar las fuentes aduciendo añadidos, adulteraciones, correcciones, etc. Como la mayoría tenemos un trasfondo cultural y formativo católico pondré un ejemplo en este ámbito. Si yo dijera “Padre nuestro, que estás en Taiwan, venga a nosotros tu programa de televisión, hágase tu bizcocho así en la piscina como en el porche”, todos captaríamos al vuelo que estoy parodiando, para algunos blasfemamente, el “Padre Nuestro”. Si por el contrario digo que el padre de Santa Teresita de Kentucky se llamaba John y no Henry, la cosa pasa a ser irrelevante, dominio exclusivo del biógrafo o historiador. La conclusión a la que llegamos instantáneamente es que existen diferentes grados de importancia en nuestras fuentes cristianas: no es lo mismo la oración mayor que nos legó el de Galilea para la salvación de nuestras almas que un trozo intrascendente de la vida de un santo reciente y secundario. En el primer caso cualquier interpolación, cambio o añadido cantará por peteneras incluso a los ojos del que jamás pisa una iglesia, ya que el “Padrenuestro” es algo perfectamente identificable y memorizado entre la cultura popular. En el segundo caso la libertad es mayor, porque es cosa de minorías beatas y de eruditos. Exactamente igual pasa con el Antiguo Testamento y el uso que hacían de él los hebreos anteriores a nuestra era. Cuando uno ve la alegría y desvergüenza con que nuestros académicos atribuyen manipulaciones en los textos bíblicos no podemos dejar de preguntarnos si esos payasos realmente creen que a los hebreos le podías estar adulterando cada día sus creencias fundamentales.

En la Biblia, la voz “Tarsis” hace a veces referencia directa al legendario fundador de un pueblo o a la tierra habitada por sus descendientes. En otras ocasiones la referencia es indirecta (por ejemplo materias primas, inventos o costumbres “de Tarsis”) y, finalmente, hay un par de citas a homónimos que nada tiene que ver con nuestra Tarsis. Los textos bíblicos también pueden incurrir en repeticiones, en cuyo caso debemos determinar cuál fuente es la original y, por tanto, menos sujeta a posibles adulteraciones. Más aún, unas veces dicha repetición es exacta y abiertamente reconocida, como veremos que ocurre entre el capítulo 10 de Génesis y el primero de 1Crónicas, mientras que en ocasiones necesitamos hilar más fino (hazañas de Samuel que parecen calcadas de las de Josué o, tal y como comprobaremos, iniciativas comerciales de Salomón luego atribuidas a sus descendientes como propaganda). Existen además unas dataciones estimadas para los textos, tanto para la idea originaria (probablemente oral) como para las sucesivas modificaciones, las cuales nos permite saber si aquellos hebreos de la historia realmente trataron con Tarsis (o al menos con los fenicios de Tiro que la frecuentaban) o si ya hablaban de oídas y casi mitológicamente. Para afrontar con éxito estos retos sólo conozco dos recetas: dominar la Biblia y el hebreo. En mi caso, reconozco que no puedo citar el Libro de libros como haría un predicador del Mississippi, y que si me dejaran sólo por las calles de Jerusalén apenas balbucearía un hebreo de parvulario. Pero déjenme un par de horas con mis excelentes diccionarios, mis diferentes biblias y mis viejos apuntes de clase, y les aseguro que soy capaz de desentrañar el significado más literal de cualquier versículo bíblico. Con todo, soy consciente de que no todo el mundo está dispuesto a soportar las cansinas elucubraciones filológicas e históricas que puedan defender cada uno de mis argumentos. Por ello en cada una de las partes de esta larga serie de entradas, y en cada epígrafe que las componga, comenzaré enunciando mi tesis general y sus motivos, para que todo aquel que confíe en mi formación y capacidad pueda ahorrarse el sermón. Forofos, masoquistas y críticos recalcitrantes: síganme hasta el último renglón, que yo se lo agradezco.

Tarsis-Tartessos

En prácticamente todos los manuales sobre Tartessos o sobre Protohistoria Peninsular aparece un epígrafe tipo “¿Tarsis o Tartessos?”, cuya lectura es una total pérdida de tiempo. En cada uno de ellos se niega sistemáticamente la identificación entre la Tarshish bíblica y el Tartessos griego, lo cual nos lleva a sospechar: ¿para qué repiten lo mismo en cada novedad editorial si tan claro lo tienen? La respuesta es que estos capítulos o epígrafes nunca tuvieron como objetivo la información sino todo lo contrario: son propaganda para desinformar. Que algunos de ellos lo hagan pusilánime e inconscientemente no lo dudo, pero todos se pliegan a la inercia del eurocentrismo vigente y colaboran en la confusión actual. ¿Por qué se da esta actitud? Siento no tener respuesta. Supongo que todo empezó protegiendo el antiguo paradigma racista, aquella historia de los argantonios medio celtas echados a los brazos de los divinos griegos para salvar el pellejo de las despiadadas y lascivas hordas semitas. En ese contexto podemos imaginar lo mal que caería la intromisión de fuentes cananeas (¿qué otra cosa eran los hebreos y su Biblia?) en la escena. Pero lo cierto es que hoy se ha impuesto la noción de Tartessos como “aborigen aculturado por fenicios” y se sigue abominando del concepto Tarsis. Probablemente el carácter religioso de la Biblia tenga mucho que ver con el mantenimiento de este desdén, al menos entre los autores españoles. Además, nuestro inveterado complejo de inferioridad nos impide aceptar que la Biblia, nada menos, haga repetidas alusiones a nuestras tierras.

La defensa de un argumento pasa necesariamente por la mención de sus posibles alternativas. A menudo, me ocurre constantemente en este blog, refutar los argumentos del contrario te lleva más tiempo y tinta que exponer los tuyos propios. Sin embargo, estos capítulos de los que hablo citan casi exclusivamente las partes de la Biblia que le convienen y los autores que les bailan el agua. Si por ejemplo se ven obligados a citar autores favorables a la identidad entre Tarsis y Tartesso, suelen escoger “nuevas promesas” como Schulten o incluso el Padre Pineda (¡de tiempos de Felipe II!). El tono es habitualmente severo, como proveniente de alguien harto de aguantar las fantasías de cuatro cretinos, de alguien que tiene prisa por poner los puntos sobre las íes y poderse dedicar a hacer “ciencia” de una vez por todas. Los contenidos, su secuencia estructural, e incluso los ejemplos con los que engrasar el discurso aparecen copiados de un libro a otro, a veces literalmente. El objetivo es que el lector asocie la teoria “pro-Tarshish” con fuentes caducas, con métodos pre-científicos y con oscurantismo bíblico. Negar la identificación Tarshish-Tartessos debe ser considerado, por el contrario, algo moderno, científico, realista, evidente, etc. El método que emplean es tan marrullero que durante años, salvando cierto consuelo en los trabajos de M. Koch, creí que tenía un grave problema de objetividad respecto a este asunto.

Quizás la pregunta con la que debemos empezar es por qué hay que equiparar Tarsis con Tartessos. Si los chinos y los americanos hicieran sendas versiones del Quijote, ¿sería justo tachar a la china de “poco quijotesca” por no parecerse a la interpretación yanqui? Afroibera es el modelo matriz, siendo Tartessos simplemente su adaptación a ojos grecolatinos. Tarsis no necesita parecerse a Tarteso, aunque ambos conceptos guarden muchas más similitudes de lo que nuestros sabios se permitan hoy reconocer. Un ejemplo bastante ilustrativo lo tenemos en la relación fonética entre ambos términos, negada sistemáticamente por los académicos. Según ellos no hay nada, absolutamente nada a nivel fonético, que pueda convertir Tar-te-ssos en Tar-shish, pero al mismo tiempo aceptan la ley de Grimm (el de los cuentos), por la cual muchas de las “T” del indoeuropeo se convirtieron en “Z” (θ) al pasar al germánico, o la ley de Grassmann, que registra un cambio similar en las consonantes aspiradas griegas. En todo caso, cualquier estudiante de bachiller está al corriente de los grupos “t-d-z”, “p-b-f”, etc. y sabe que son sonidos a menudo intercambiables en el devenir de una lengua. Pasar de Tar-te a Tar-ze no nos debería sonar tan inverosímil, o al menos sus detractores deberían convencernos de lo contrario con fuertes argumentos. Como llevamos años esperándolos sin respuesta, deberíamos establecer nuestras propias explicaciones.

Empecemos con nuestras lenguas prerromanas pues, como dijimos, “Tarshish” no ha de ser hija ni madre, sino hermana, de la griega “Tartessos”, procediendo ambas del nombre que los tartesios daban a su propia etnia y territorio. Cada lengua tiene soniquetes característicos, y cualquiera familiarizado con las culturas ibéricas, sus personajes, topónimos y numismática sabe, por ejemplo, que la actual palabra “cacharro” suena muy ibérica, mientras que el adjetivo “benigno” no. Como no soy experto lingüista me siento incapaz de profundizar mucho en la cuestión, pero sí puedo dar un par de guías tan sencillas como incuestionables. Por ejemplo, cualquiera que busque en una enciclopedia o en internet el silabario-alfabeto ibérico (o el tartésico) descubrirá que nuestros abuelos eran poco escrupulosos con los sonidos: “Pa” podía sonar como “Ba”, “Ki” como “Gi” y “Tu” como “Du”, pues se escribían igual. Como ejemplo sirva el curioso baile de sonidos que se produce entre los nombres propios Anta-Beles (adaptado a Indíbil) y Esto-Peles. Otra característica evidente es la abundancia de consonantes iniciales y medias acabadas en –R (Tar, Kur, Bar), así como cierto gusto por reduplicarlas (Tar-Tar, Kur-Kur, Bir-Bir). Finalmente, pues sólo comentaremos rasgos implicados en las voces “Tarsis” y “Tarteso”, hay que decir que la terminación en –IS/–I era común en topónimos de nuestra región (Hispalis, Bilbilis, Baetis, Tertis, Saetabis, Gili, Iliturgi, Basti, Ilici, Nertobis, etc.) Con estas sencillas normas podemos remontarnos a la matriz de Tarsis-Tartesso en lengua aborigen, aunque yo no soy partidario de comprometernos con una fórmula definitiva: dado que la Península no estaba habitaba por un solo pueblo ni se hablaba una sola lengua, habría diferentes pronunciaciones antes de la llegada de los “colonizadores”. Así, basta con que los griegos tomaran primer contacto con unos afroibéricos que pronunciaran “Tartes” y los fenicios con otros que dijeran “Tartzech” y la deriva fonética está servida.

Las referencias bíblicas a “Tarsis” no son la única prueba de que esa era la pronunciación semita. Aparte de la controvertida ostraca de Moussaieff, tenemos las letras T-R-Sh-Sh que encabezan la famosa estela fenicia de Nora (Cerdeña, s.IXaC). Aunque soy de los que creen que en esa lápida se hace referencia a Tarsis, sería tramposo no facilitar los siguientes datos: no se sabe si es un texto completo o si formaba parte de un panel por piezas, y no se sabe si esas T-R-Sh-Sh han de leerse juntas, porquelosfeniciosnoseparabanlasletras. Para colmo, la propia localización de la estela serviría para apoyar la teoría de que Tarsis no fue un lugar concreto, sino todo el ámbito mediterráneo occidental y gibraltareño, es decir, lo mismo Nora que Gadir, lo mismo Cartago que Lixus.

Izquierda: Estela de Nora; derecha: Ostraca Mousssaief. En ambas se
 sobreiluminan las letras fenicias que corresponden a Ta-R-SHi-SH.


Por otra parte existe la posibilidad, propuesta por Schulten, de que los hebreos y fenicios cambiaran a “Tarshish” lo que originalmente era “Tartis” lo mismo que decían “Bashan” a lo que los arameos llamaban “Batan”, o “Sharshon” a lo que los griegos llamaban “Starton”. Desde luego, el libertinaje fonético de las lenguas ibéricas invitaría a ello. Pero del mismo modo se pudo dar lo inverso, como cuando, por influencia del arameo, la ciudad fenicia de tZur pasó a ser denominada Tiro. Desde ese prisma, sería más lógico pensar que ibéricos y semitas usaban la forma original TRZ- y que los griegos la alteraron a TRT-. Existe otro argumento que podría apoyar esta tesis: a diferencia de fenicios y hebreos, que sólo usaron la forma “original”, los grecolatinos emplearon tanto el radical TRZ- (o TRD-, TRTz, etc.) como su presumible evolución grecolatina en TRT-, existiendo además variantes de pronunciación dentro de cada grupo. Tenemos por un lado el clásico “Tartessos” (con una terminación –ssos muy común en idiomas protogriegos) y, en la misma familia, “Tertis” (arcaico nombre del río Betis con idéntico final que Tarsis), “Turta” (en Catón) e incluso “Tourtutanoi” (Artemidoro). La forma más usada dentro de la modalidad original (TRD- en este caso) es la de los “turdetanos” y los “túrdulos”, que repiten la “u” inicial de Catón, pero hay otras. Polibio (200-118aC) fue un autor griego entre romanos que nos legó unas curiosísimas formas para llamar a los tartesios. En sus Historias (3,24,2 y 3,33,9) nos menciona a “Tarseios” y “Zersitai”, términos que para mí se refieren sin duda a los tartesios y que aún hoy levantan auténticas ampollas entre los académicos.

No puedo detenerme en cada uno de estos aspectos, ni siquiera dentro de esta serie. Espero no tardar mucho en hacer monográficos dedicados a la Estela de Nora, a la ostraca “fraudulenta”, a Mastia Tarseios, y en fin a cada uno de los temas que más pudieran haber llamado la atención. Por ahora me contento con que el lector haya comprendido que es absurda y prepotente la actitud de los académicos, negándose a equiparar Tarsis con Tartessos y ambas con Afroiberia. Me basta con que acepten que, topando con la Biblia, toda nuestra formación grecolatina es tan útil como lo es la lengua hebrea para explicar la tercera dinastía Ming. Sólo a partir de esa humildad seremos lo bastante objetivos como para profundizar en los pasajes bíblicos que mencionan a Tarsis y que serán los protagonistas en las siguientes entregas de esta extensa serie.

martes, 18 de octubre de 2011

Trienio

Con espectacular retraso celebro el tercer cumpleaños (4/10/2008) de Afroiberia.blogspot.com. Reconozco que ya no siento el estremecimiento de otros aniversarios, lo cual es positivo porque demuestra que he normalizado mi actividad bloguera como una rutina de la que no puedo prescindir. Según etapas podré estar más vago o más creativo, más o menos acertado en temas y estilos, pero se que seguiré dedicándome muchos años a Afroiberia.  Por otra parte tengo en cierto modo el deber de continuar en tanto no aparezca siquiera otro foro, página o diario dedicado a lo que yo: reivindicar nuestro pasado afro-ibérico. Mientras no existan esas alternativas mi trabajo puede ser cuestionable pero también necesario y, por qué no, meritorio.

Mirando hacia atrás este tercer año se ha centrado en las series sobre modelos de poblamiento y rostros del pasado, intercalados por una considerable cantidad de artículos de actualidad sobre hominización (por la fuerte ofensiva eurocéntrica en este sentido). Destaco también el artículo sobre Martin Bernal y Atenea Negra, que mereció ser publicado en wanafrica.org, la prestigiosa web para afrodescendientes hispanos. He disfrutado mucho haciendo cada una de las entradas, cada dibujo y montaje, aunque debo confesar que las series largas me dejaban intelectualmente exhausto durante un tiempo. Permanecen sin cumplir las promesas que me hice de ser más informal, más gráfico aún, con entradas más cortas y menos sesudas. A ver si a la cuarta va la vencida.

En lo tocante al público, el contador de visitas (13.700) excede todo lo que pude imaginar al instalarlo, y sigo pasándomelo pipa viendo en “estadísticas” desde qué países me visitáis, que preguntas formuláis en vuestros buscadores, o que efecto provoca la publicación de un nuevo post. También ha habido correos y mensajes, menos de los que uno desearía aunque todos muy alentadores, que en varios casos han conducido a cooperación y amistad. Francamente esperaba más hostilidad y, en todo caso, un mayor nivel en la poca que hubo. Téngase en cuenta que lo mismo te reconstruyo un cráneo, que trato de mitología, que hablo de ADN, que cito en hebreo, que estimo redes demográficas, que calculo líneas costeras prehistóricas… sin ser especialista en nada y, casi siempre, dando caña al paradigma de turno. Estadísticamente, de esos más de 13.000 visitantes alguno habrá habido que domine la materia de la que yo esté hablando y que piense que mis teorías merecen anatema. Caray, ¿ni un triste fan de los atapuercos, con tantísimos libros y dvds como vendieron?, ¿ningún egiptómano que se revuelva contra mi Tutankamón negro?, ¿ni un solo funcionario leal a la Junta que me llame paranoico por lo de Orce? Nada, silencio absoluto. Se ve que de tanto abusar del criterio de autoridad y del filtro mediático han cogido miedo a la argumentación cara a cara y con testigos. En cualquier caso, aquí los estaré esperando.

Empezaremos esta cuarta temporada con artículos sobre la Tarsis bíblica, aunque no haré la serie seguida por aquello del cansancio. También quiero tratar el tema del biotopo, la fauna y flora afroibérica en diferentes etapas de nuestro Pasado Remoto. Mucha gente ignora las especies tan raras que había, los paisajes tan sobrecogedores, y cómo encajaría el ser humano en dicho conjunto. Luego estaría el tema de la arquitectura, desde las más rudimentarias cabañas hasta los edificios protohistóricos de varias plantas. Las ilustraciones y reconstrucciones serán protagonistas, aunque siempre dentro de mis limitaciones. En fin, que me faltan días en el año para completar mis objetivos y que me pregunto cuándo podré decir que, al menos, he contado un 10% de lo que hay que saber sobre Afroiberia. Soy muy afortunado por tener una afición que no se agotará aunque la practique toda mi vida.

Y, por supuesto, muchas gracias. Sin público no hay show.

domingo, 2 de octubre de 2011

Novedades sobre la especie Homo

Han leído bien: los Homo formamos una E-S-P-E-C-I-E, no un género. Ninguna de las tres noticias que he rescatado de la actualidad (gracias Javier) lo dice explícitamente, pero junto a otras que ya hemos comentado edifican una argumentación difícilmente refutable.

Como me veo perezoso para entrar en detalles, reseñaré telegráficamente las noticias:
1ª. “Los humanos modernos se cruzaron en África con especies más primitivas”. Análisis genéticos a poblaciones cientroafricanas muestran que algunas poblaciones tienen un 2% de genes provenientes de un cruce con otra “especie” hace 35.000 años. La “especie” con la que nos cruzamos separó su línea evolutiva de la nuestra hace 700.000 años. Más adelante, y de forma un poco confusa, dice que el “gen 4” (supuestamente el arcaico) se presenta, según mutaciones, en un 3,6% del stock genético pigmeo, en el 11,9% del bosquimano y en el 14,8% de los mbuti. Para los investigadores la hibridación “ha jugado un papel clave en el origen de nuestros rasgos humanos únicos”.
2ª. “Un cráneo de Nigeria apunta a cruces entre ‘sapiens’ modernos y arcaicos”. En Iwo Eleru, al SW de Nigeria, encontraron un cráneo en 1965, y ya desde entonces vieron que era transicional entre los modernos y los “modernos arcaicos”, o incluso los “erectus progresivos”. El notición aquí es que ha sido redatado, y por dos veces ha arrojado 13.000 años de antigüedad, es decir, a las puertas del Holoceno. Teniendo en cuenta que el cráneo más parecido a Iwo-Eleru es el LH-18 o Ngaloba (Laetoli, Tanzania, 140.000Bp), estaríamos ante un verdadero fósil viviente. Más aún, LH-18 era ya arcaizante para su época, pues recordemos que hombres modernos como Idaltu o Jebel Irhoud aparecen hace 200.000-150.000 años. Resumiendo mucho, hablamos de un ergaster progresivo en el pre-neolítico.
3ª. “La navegación en el Mediterráneo existía hace 130.000 años”. Se basa exclusivamente en la presencia de industrias líticas en Creta, algo que ya pasó en Flores (antes incluso de descubrir su homínido) y en otros lugares. Como es Europa, la vieja Grecia ni más ni menos, les han hecho algo más de caso. Atribuyen dichas industrias al Homo Erectus y al Heidelbergensis, y se atreven a datar algunas en 700.000 años. Sobra decirlo, no hay puente de tierra que uniera Creta al continente con la bajada de los mares propias de las glaciaciones. Pese a ser un tipo de noticia diferente, complementa a las otras dos porque cuestiona, otra vez más, el papel del mar como barrera genética. Como afroibéricos esta cuestión es de suma trascendencia pues probaría sobradamente los contactos con el Magreb vía Gibraltar.

Como ya dije en otras ocasiones, no podemos esperar respuesta si no hacemos las preguntas adecuadas. Obcecados en el viejo paradigma no evitaremos chocar una y otra vez con una realidad paleoantropológica que parece burlarse de nosotros y nuestras clasificaciones. Es curioso, y algo triste, ver como los especialistas sueltan eso de “hallazgo revolucionario”, “esto pone patas arriba la idea que teníamos”, etc., para finalmente encorsetar lo hallado dentro de sus teorías moribundas. Me recuerdan al Sombrero Loco y la Liebre de Marzo, celebrando eternamente su “no-cumpleaños”. ¿No sería más fácil plantearnos que tanto fallo y sorpresa sólo se puede deber a que partimos de una perspectiva general incorrecta?

Probemos a cambiar la consideración que tenemos de los Homo, algo que ya he defendido en otras entradas. Si fuésemos una especie, en lugar de un género, se irían a paseo los “mestizajes” o las “morfologías extemporáneas”, el “multirregionalismo” y el “out of África”. Somos genéticamente compatibles desde hace 2 millones de años. Si las cadenas genéticas cambian es por su edad, no porque haya existido un cambio de especie. Los humanos modernos tenemos un 4% de neandertal (algunos euroasiáticos) y hasta un 15% de sapiens arcaico de hace 35.000, 140.000 o 700.000 años atrás (algunos centroafricanos). Eso si no contamos con la posibilidad de que algunos de los genes que calificamos de “modernos” no vengan heredados de algún otro “primo”. En cuanto al polimorfismo anatómico, hay mucho prejuicio de por medio. Repitiendo de nuevo lo dicho en otros artículos, la mayor parte de los rasgos que hoy nos atraen del otro sexo (o del propio, va por gustos) provienen de los erectus: auténtica voz humana , piel sin pelo, blanco de los ojos, carnosidad en los labios, caderas en las mujeres, penes ostentosos en los hombres, etc. Francamente, el cráneo de un erectus o de un neandertal ni es feo ni es antiguo ni es deforme. Es poco común, porque vivimos plastificados y televisados, pero si estudiáramos cráneos históricos anteriores al s.XX quedaríamos sorprendidos ante la pervivencia puntual, o no tanto, de rasgos “arcaizantes”.

Otra tarea pendiente es la de lograr la independencia de los estudios genéticos. Del mismo modo que la Arqueología nació para dar la razón a la Historia, y ahí sigue tratando de desprenderse de su herencia, la genética sigue demasiado ligada a la Antropología tradicional. En el caso de estudios genéticos sobre poblaciones actuales, es muy común ver que la muestra “española” se reduce a cinco madrileños. De hecho, el artículo de arriba sobre el mestizaje se debe a que unos investigadores habían decidido detallar mejor la secuencia centroafricana por considerarla descuidada. Cuando la genética se aplica a la Paleoantropología, la esclavitud es absoluta. Identifican genes “de Neandertal” o determinan que nuestra especie surgió en tal o cual fecha a tenor de los pocos genes humanos que sobreviven en la actualidad. A menudo las conclusiones de estos artículos están escritas un año antes de la exposición de datos.

Reivindiquemos una especie Homo, una gran especie humana, una gran familia humana. Desconfiemos de quienes quieren levantar muros a cuenta del “lóbulo frontal” o del “hioides”, pues son los mismos que estuvieron cacareando de volumen cerebral hasta que midieron el de los neandertales. De hecho son los mismos que un día nos convencieron de que existían motivos “científicos” para justificar el tráfico de esclavos, el apartheid o el Holocausto. El Hombre de Flores, con el cráneo tan pequeño y poco frontal como el de un Homo Habilis, tallaba en Modo 3, técnica asociada a neandertales y modernos, y fue capaz de colonizar por mar su Isla hace unos 800.000 años. Los propios neandertales, con sus cráneos de melón, eran capaces de tener los mismos destellos artísticos y mimos con enfermos y muertos que nosotros. No hay especies humanas sino prejuicios humanos. Si un “bicho” silba, canta, se ríe cuando a otro se le escapa un pedo, baila, sazona la comida, mantiene a los inválidos de su grupo, juega a las cosquillas y los problemas de amores le dan insomnio, ese es mi hermano. Y luego le ponen erecto, ergaster, antecesor, geórgico, floresiense, denisoviano, neandertal, ngandongano, iwoelerudense, idaltusiano o ngalobeño. Y si no, que le pregunten a Nikolai Valuev.

Arriba: cráneos de Ngaloba (140kybp), Iwo-Eleru (13kybp) y actual. Abajo: ubicación del sitio nigeriano de Iwo Eleru y cuatro perspectivas de su cráneo.