viernes, 2 de julio de 2010

Gerión y el Ciclo Gibraltareño, Parte 1

Hasta la fecha carecemos de documentos cananeos que, de primera mano, hagan referencia a las andanzas de Melqart por Afroiberia. En las dos entradas anteriores vimos sin embargo que no sólo debieron existir sino que además se podrían reconstruir, en lo fundamental, a partir de los textos grecolatinos conservados. Atlas, las Hespérides, Gerión, Cerbero o Anteo son algunos de los personajes que confirman esta tesis, aunque para ello necesiten ser limpiados tanto de lecturas demasiado cartesianas (en definitiva nos movemos entre leyendas), como de un falso concepto de la crítica textual que no logra ocultar su eurocentrismo. De entre todos estos mitos, el de Gerión presenta unas cualidades que lo hacen especial para nosotros: se ubica tradicionalmente en la región tartésica, contamos con abundante documentación y está involucrado, como veremos, en la muerte-apoteosis de Melqat-Heracles. Pero también centrará nuestro interés por ser uno de los mitos más maltratados por nuestra crítica historiográfica, con la esperanza de que su resarcimiento provoque un efecto dominó sobre el resto de leyendas asociadas.

Linaje de Gerión

Existe cierta norma tácita entre los mitólogos que consiste en adjudicar antigüedad y peso a los mitos según lo ancestral del linaje que se les atribuya. Vamos, que no es lo mismo ser hijo de Urano que bisnieto del primo de un sobrino de Poseidón. A menudo ocurre que una deidad griega aparentemente menor, y por lo general denostada, conserva la marca de un linaje demasiado noble para su papel en la mitología clásica. Se dice entonces, para mí con razón, que dicho dios forma parte de un sustrato mitológico anterior (cretense, pelásgico) a los mitos de los dioses olímpicos, o de un préstamo de mitologías provenientes de civilizaciones tenidas por ancestrales para los griegos (Egipto y Canaán principalmente). De esta forma los mitos fundacionales de cualquier cultura, y por supuesto también de la griega, combinan la narración de leyendas con la plasmación del proceso histórico-evolutivo de lucha y diálogo entre las distintas tradiciones espirituales implicadas en su génesis. Gea era para los griegos la diosa primordial, sólo anterior al Caos, y de ella nacieron, sin necesitar contraparte masculina, dos hijos: Urano (el cielo) y Ponto (las profundidades marinas). Bajo una interpretación crítica esto sólo significa que los dioses conocidos por los griegos se podían subdividir en dos líneas genéticas principales, la de los uránidas que daba origen a los dioses de la mitología griega “clásica”, y otra mucho menos conocida por nosotros que llamaremos de los póntidas. Más aún, podemos establecer que mientras la naturaleza de los primeros es celestial la de los segundos es eminentemente marina.

Detengámonos primero en la descendencia de Urano para confirmar nuestras hipótesis. Aún dentro de este linaje, los griegos no veneraban al clan en su conjunto sino a un reducido grupo de ellos, los conocidos popularmente como dioses olímpicos. Y es que Urano tuvo, con su madre Gea, una variada descendencia que va desde los titanes a los cíclopes y los hecatónquiros, pero sólo la descendencia del titán Crono merecía una atención especial. De hecho, sólo la descendencia de su hijo Zeus es la que cuenta para los griegos, pues incluso sus hermanos Poseidón o Hades se ven relegados a un papel secundario y no pocas veces siniestro. Los mitos griegos sobre el origen de los dioses calca fielmente nuestra interpretación de cultos o religiones en continua competencia entre sí: Urano encerró a sus hijos cíclopes (un solo ojo) y hecatónquiros (cincuenta cabezas) porque su “monstruosidad” (¿alteridad cultural?) los convertía en una amenaza; sus hermanos titanes los liberan para castrar al padre Urano (victoria sobre cultos anteriores) para luego ser de nuevo encerrados por el victorioso Crono; por segunda vez serán liberados por Zeus para que le ayuden a derrotar a su padre Crono-Saturno, quien por cierto devoraba a sus hijos para no ser destronado. La conclusión que podemos aventurar es que la mitología griega centrada en los “olímpicos” (Zeus, descendientes y a veces hermanos) es un producto tardío fruto de una depuración religoso-cultural que aún delata la existencia de sustratos afines pero no idénticos, y en todo caso anteriores en el tiempo, de unas perdidas mitologías griegas protagonizadas por los titanes, por los cíclopes o por los hecatónquiros, entonces supuestamente ni tan malignos ni tan monstruosos. Tampoco hay que desdeñar la posibilidad de que estemos hablando de mitologías no exclusivamente griegas sino pan-egeas o incluso mediterráneo-orientales.

Si toda esta diversidad es cierta aún dentro del linaje de Urano, ¿qué deberíamos suponerle a la parentela nacida de Ponto? Por necesidad debe tratarse de un linaje aún más ancestral o extraño respecto a la cultura griega clásica que los propios titanes. La paridad entre los hermanos es evidente, pues son los dos los primeros en parir Gea y ambos copulan con su madre para obtener descendencia, además de encarnar como su madre (tierra) dos de los elementos principales (cielo y agua). Salvo Océano y Tetis (titanes) y Poseidón, todas las demás divinidades marinas y acuáticas provienen del linaje de Ponto (Nereo, Tamarte, Talasa, Forcis, Ceto, etc.), y todas tienen relación con el Océano o con Poseidón de una forma u otra (matrimonios, combates…), como si fueran mitos clandestinamente emparentados. Todos los hijos de Ponto tenían naturaleza acuática, tanto los habidos con Talasa como los que tuvo con su madre Gea. Entre estos últimos, dos de los hermanos, Forcis y Ceto, se emparejaron para dar a luz una serie de criaturas, entre ellas las tres gorgonas. Medusa, la menor de ellas y la única mortal se unió a Poseidón, y preñada de él estaba cuando Perseo le cortó la cabeza, por lo que de su sangre brotaron dos hijos, Pegaso y Crisaor. Crisaor se unió a Calirroe (hija de Océano) y tuvieron como primogénito a Gerión. No debemos perder de vista el marco referencial de los hijos de Urano, pues si este es hermano de Ponto, Forcis es primo-hermano de Cronos, Medusa prima segunda de Zeus, etc. Gerión se nos presenta entonces con un linaje que entronca directamente con Ponto, el igual a Urano, y por tanto como un dios que nada le debe a las tradiciones “olímpicas”. De otro lado, debe subrayarse la naturaleza acuática de Gerión, nieto de Océano y de Poseidón, tataranieto de Ponto, etc. Gerión es por tanto un dios ancestral, ajeno hasta el punto de ser mucho menos identificable con la cultura clásica griega que, pongamos, un cíclope, y de clara reminiscencia marino-oceánica.

Reubicando a Gerión

En el post general sobre mitología griega vimos que los académicos emplean las tácticas de la “desmitificación” y del “mito traslatorio” en cuanto se sienten amenazados por una leyenda, y el caso de Gerión sería un ejemplo de libro. Para hacernos una idea de la gravedad de su comportamiento, invito a que extrapolemos el caso al mundo detectivesco, al que me suelo remitir para dejar patentes las deficiencias éticas y metodológicas de nuestros investigadores. Imaginemos que se ha producido un atraco en la calle, la policía acude y toma declaración a los testigos, entre los que se encuentra la víctima y decenas de viandantes que habían presenciado la escena. Unos testimonios son más detallados que otros, pero todos son coincidentes y en ningún caso se producen contradicciones entre ellos. Sin embargo, el comisario decide ignorarlos a favor de la declaración, totalmente opuesta, de un señor que llegó tarde a la escena del crimen y que habla puramente de oídas. ¿Cumpliría dicha investigación unas mínimas garantías democráticas?, ¿viviríamos en un estado de derecho con una policía así solucionando nuestros problemas? Veamos ahora cómo investiga nuestra cúpula historiográfica cuando el “delincuente” se llama Gerión.

Los españoles consideramos a Gerión un mito griego situado en la Península Ibérica, pues es lo que hemos aprendido de la tele, las clases y las lecturas. Pero si vamos con esta creencia al profesor universitario, este nos recibirá con una mueca de superioridad guasona: todo humanista que se considere “científico”, más si es de aquí, debe saber que el mito de Gerión es griego y con una ubicación original en el oeste de Grecia, aunque luego el helenismo y Roma se encargaran de trasladarlo hasta nuestras costas. Lo del Gerión hispano está bien para bautizar un equipo de balonmano o un movimiento artístico chipionero, pero poco más. Ante tal respuesta, lo normal es que te sientas ridículo y patriotero soñando gigantes de tres cuerpos en las marismas de Doñana, así que la mayoría acata lo que cuentan que dicen no se cuales “fuentes antiguas”. ¿Qué ocurre si por el contrario decidimos comprobarlo por nuestra cuenta a base de biblioteca e internet? Algo escandaloso. Toda la argumentación académica que trata de “desmitificar” la naturaleza afroibérica de Gerión, repito, toda, se basa en el testimonio de Lucio Flavio Arriano. También llamado Arriano de Nicomedia, fue un escritor tardío (86-175dC.) que no se destacó precisamente por su originalidad, mereciendo el apodo de “Jenofonte” por escribir al modo del general del s.IVaC. un libro que incluso tituló de la misma forma que el de su ídolo: Anábasis de Alejandro. El párrafo que nos interesa de su obra se encuentra en el Libro II, 16, 5 y se podría traducir así:

Hecateo el historiador dice que Gerión, contra el cual Heracles Argivo fue enviado por Euristeo para robarle sus vacadas y llevarlas a Micenas, no tiene nada que ver con la tierra de los iberos; y que tampoco fue enviado Heracles a ninguna isla llamada Eritia más allá del Gran Mar; sino que Gerión era un rey de la región continental de Ambracia y de los anfílocos, que Heracles tomó el ganado de este Epiro, y que esta era el penoso trabajo que le había sido impuesto.”

¿Quién era este “Hecateo el historiador”? Los investigadores dicen que es Hecateo de Mileto, autor mucho más renombrado y antiguo (550-476aC.) que Arriano, pero cuya obra está hoy perdida y de la que sólo se conservan citas que, como esta, provienen de autores posteriores. Para colmo, recordemos que Arriano sólo habla, sin especificar, de un “Hecateo el historiador”. Existe otro, Hecateo de Abdera, que fue un historiador de menor rango y antigüedad (s.IVaC.) que el de Mileto, pero no por ello un escritor desconocido, y autor además de una obra precisamente sobre Hesíodo y Homero. Dudar entre ambos hecateos me parece lógico, pero los académicos sólo defienden la primera opción movidos por un equivocado concepto de la identificación. Hecateo de Mileto tiene una inmerecida fama de “desmitificador” porque trataba con sorna las creencias griegas de su tiempo, a la vez que intentaba darles una explicación racional. Así, en nuestro ejemplo Arriano dice más adelante que la razón del escepticismo de Hecateo es la lejanía geográfica de Iberia, forzosamente desconocida para los griegos antiguos, lo cual hace la boca agua a los actuales académicos. Pocos reparan en que el mismo Hecateo acepta sin problemas la existencia de gigantes de tres cabezas… con tal de ubicarlos bien cerquita de su patria. Otros autores como Pompeyo Trogo (vía Justino), Diodoro Sículo o Esteban de Bizancio al menos trataron de reinterpretar a Gerión como tres hermanos o tres reyes que luchaban en coalición, y sin embargo no tienen fama alguna de racionalistas. En cualquier caso, vuelvo a repetir que el tardío Arriano (citando al perdido Hecateo) es la única fuente a favor de una residencia griega para Gerión.

¿Cuántos autores por el contrario ubican a Gerión en las proximidades de Gibraltar? Habría que ser ahora tan generoso como hemos sido con las fuentes anteriores, y aceptar tanto las que conservamos íntegras como las que sólo perviven en citas de terceros, tanto las que apuntan a Gadir o a Tartessos, como las que hablan de Iberia en general o a una zona occidental en contacto con el Atlántico, exigiéndoles tan sólo que no incurran en contradicción. He llegado a reunir nada menos que treinta y dos autores grecolatinos, ¡32!, aunque no todos los he podido consultar de primera mano, y es probable que haya más. Como es lógico, esta entrada sólo da para enumerarlos cronológicamente. En el s.VIIIaC. tenemos a Hesíodo. En el s.VII a Pisandro de Camiro. En el s.VIaC. a Estesícoro de Himera. En el s.VaC. a Heródoto, Eurípides, Paniasis de Halicarnaso, Helénico, Ferécides y Herodoro. En el s.IVaC. a Eforo y Filístides. Damos luego un salto al s.IaC. con personajes de la talla de Virgilio, Plinio, Estrabón y Ovidio, pero también Diodoro de Sicilia, Pompeyo Trogo, o Dídimo de Alejandría. En el primer siglo de la era cristiana contamos con el pseudo-Apolodoro y su Biblioteca, Papinio Estacio y Dión de Prusa. En el s.IIdC., Pausanias, Justino y Filóstrato, mientras que en el s.IIIdC. encontramos la obra Scholia vetera in Pindari carmina. El s.IVdC. nos propone a Avieno, Julio F. Materno, Amiano Marcelino, Ausonio, Honorato y Claudio Claudiano. Cerramos la lista con Esteban de Bizancio, gramático del s.VIdC. ¿Hacen falta más? Como en el ejemplo del atraco, tenemos ante nosotros al testigo que aparece tarde (Arriano) y cuenta lo que creyó escuchar de uno que se fue (Hecateo), insistiendo nuestra corrupta “policía” académica en darle más crédito que a decenas de “viandantes” con una opinión unánime y absolutamente distinta.

Para los que prefieren la calidad a la cantidad, podríamos empezar por detenernos en Hesíodo (s.VIII aC.), padre de la mitología griega en forma escrita. Para darnos cuenta de su importancia, basta decir que no sólo es el primer autor (proto-)griego en escribir sobre Heracles, sino que lo hace ligándolo desde el principio a la mención de Gerión (de nueve referencias a Heracles en su Teogonía, dos, entre ellas la primera, lo relacionan con Gerión). Pero sin duda su mayor valor de cara a nuestro estudio es que ubica a Gerión cerca de Gibraltar, por más que los académicos desmitificadores y traslatorios traten de manipularlo como pueden. Su técnica consiste básicamente en sacar las menciones a Gerión de su contexto genealógico, pero también textual, para sembrar dudas sobre su residencia, llegando a afirmar que Hesíodo sólo lo ubicó en una isla incierta llamada Eriteia. Sin embargo, una lectura imparcial les habría permitido darse cuenta de que, según Teogonía, la abuela de Gerión, Medusa, habitaba junto a sus hermanas gorgonas “al otro lado del ilustre Océano, en las últimas extremidades, hacia la noche, donde están las Herpérides”, algo que en absoluto puede sonar a otra cosa que en el extremo más occidental del Mediterráneo, Gibraltar, y nunca a algo situado en el Epiro griego. Siguiendo la genealogía, sabemos que de la cabeza de Medusa surgió Pegaso, llamado este así “porque nació cerca de las fuentes oceánicas”, razón de más para suponer que su hermano gemelo, Crisaor, no naciera mucho más lejos. Por si quedaban dudas Crisaor se unió a Calirroe, “hija del ilustre Océano”, dando como fruto a Gerión, el cual habitaba Eritia, “la rodeada de olas” y era dueño del perro Orto, muerto junto a su dueño a manos de Heracles, de nuevo, “allende el ilustre Océano”. Esta es por lo visto la “vaguedad” con que Hesíodo localiza el hogar de Gerión.

Tras Hesíodo, Heródoto es la siguiente fuente antigua de peso. En su libro IV, 8, deja bien claro que Gerión “moraba en una isla que los griegos llaman Eritía, cerca de la ciudad de Gadira, situada más allá de las columnas de Heracles a orillas del Océano”. Algo anterior es Estesícoro de Himera, autor de una desaparecida Gerioneida de unos 1.300 versos, que según el solvente testimonio de Estrabón situaba a Eritía y Gerión cerca del río Tartessos (Guadalquivir). También debemos destacar a Plinio pues, aunque sea un autor muy posterior, residió en Hispania como gobernador de la Tarraconense y pudo entonces corregir la ubicación del mito en caso de ser un disparate, optando sin embargo por la defensa de Eritía-Gades como patria de Gerión. Finalmente, quiero hacer mención de Avieno, extraño y tardío autor que sin embargo todos coinciden en remontar a fuentes antiquísimas (s.VIIaC. al menos) y, más importante, probablemente cananeas. Su geografía afroibérica no sigue toponímicamente la estela de los demás autores grecolatinos, y sin embargo no se priva de mencionar una “Fortaleza de Gerión” en el Golfo Tartésico. Hay muchos más testimonios ricos en matices que no podemos desarrollar en este post. Algunos de ellos, como Apolodoro, Justino (vía Pompeyo Trogo) o Diodoro Sículo, escribieron las versiones más extensas que nos han llegado sobre Gerión, así que espero poder dedicarles entradas monográficas en un futuro.