lunes, 11 de enero de 2010

Pintas afroibéricas 5. Pauta afroibérica (Tercera Parte)

Acabamos de ver que, dentro de un mismo tipo clinal, pueden darse variaciones anatómicas que no lleguen a alterar la visión porcentual o prototípica que tenemos del mismo. Ahora vamos a ver que lo mismo ocurre cuando invitamos a intervenir a individuos provenientes de otras clinas.

Muy esquemáticamente este cuadro representa una población afroibérica a la que se le añaden elementos extranjeros provenientes del norte y del sur, los cuales han de ser necesariamente minoritarios respecto al tipo aborigen. Como ocurría con la variabilidad “intraclinal”, aquí también se respeta la proporcionalidad, pues cada rasgo del tipo mate es neutralizado por su equivalente en el tipo chocolate, y el resultado es que de nuevo obtendremos los rasgos del tipo afroibérico. Este cuadro es entonces estadísticamente idéntico a uno que representara cuatro cabecitas del tipo medio o de la zona 2. Pero, ¿y si quisiéramos añadir población totalmente negra y blanca?

Lo primero que resalta es que hemos tenido que aumentar a 16 las cabecitas de la muestra, porque mientras más nos alejamos clinalmente del tipo afroibérico menos representantes podremos incluir. Pudo haber desde luego algún rubio con ojos claros entre nuestros ancestros prehistóricos, pero por cada uno de ellos hubo necesariamente también un negro azabache de pelos como granos de pimienta, así como 14 individuos que no fueron ni lo uno ni lo otro. Y como en todos los casos anteriores, la media proporcional de todos los individuos y rasgos representados sigue siendo el tipo medio o afroibérico. Una vez entendida la mecánica del asunto, toca superar su esquematismo y rigidez añadiendo los datos que hemos ido viendo a lo largo de las entradas de esta serie:

- En primer lugar, un cuadro tan variopinto en rasgos sólo es aplicable a nuestro tipo afroibérico, de la zona 2 o medio, precisamente por esta última denominación, es decir, porque es el tipo intermedio en la sucesión de clinas. La representación estadística de una población negra extrema no podría nunca incluir un blanco de la zona 5, y si representáramos una población chocolate sólo podrían incluir un solo blanco en un gráfico con miles de cabecitas.

- Además, este cuadro debe ser completado con lo que sabemos de la variedad intraclinal, es decir, que cada monigote pudo tener al menos un rasgo cambiado.

- Por si fuera poco, desde el principio establecimos que los rasgos anatómicos se distribuyen independientemente y que si los representábamos en paquetes fijos, llamados tipos clinales, era para facilitar su estudio en las primeras fases. Por tanto, lo adecuado hubiera sido hacer cuatro esquemas como el de arriba, el de los 16 individuos, pero cada uno dedicado en exclusiva a bocas, narices, pelos y pieles respectivamente; a continuación deberíamos haber permutado esos resultados para obtener cabecitas completas, las cuales coincidirían pocas veces con nuestros prototipos clinales.

- Para terminar, la perspectiva diacrónica nos obliga a inclinar la balanza a favor de los tipos más oscuros. A más nos retrotraigamos en el Pleistoceno menos posibilidad hay de que los tipos blanco y aún mate existieran. Representar, como en el último cuadro, que hubo un blanco nórdico por cada 16 afroibéricos es una exageración derivada de nuestro modelo simplificado.

El resultado final, teniendo en cuenta todos estos factores, da que la población afroibérica prehistórica y protohistórica pudo ofrecer un aspecto como este:

Esta es la representación del tipo medio o afroibérico (encabezando el grupo) descompuesto en 100 variables. Algunos individuos corresponden totalmente a los prototipos clinales y otros son combinaciones irrepetibles; a algunos sólo les cambia un rasgo y a otros casi todos. Si usamos los tonos de piel para establecer el grado aproximado de participación obtendremos que hay 43 individuos de tipo medio, 26 chocolate, 18 mate, 8 negro y 5 blanco, estando los otros rasgos representados por porcentajes similares. Me parece una manera muy científica de imaginar cómo podía ser un puñado de afroibéricos del tipo de los que recibieron a los fenicios o levantaron megalitos. Si nos remontamos al Paleolítico Superior nos sobrarían los blancos extremos, y si ya nos vamos 100.000 años atrás deberíamos reformular la ilustración en base exclusivamente a los tipos negro, chocolate y medio.

Esta última ilustración es mucho más rica en matices que un simple individuo del tipo clinal medio o de la zona 2. Sin embargo, precisa algunas matizaciones para ser interpretada correctamente:

- Que veamos pintas tan variadas no debe hacernos suponer que exisitieran “sub-razas” dentro del afroibérico. Toda esta gente pudo ser pariente y sus diferencias ser fruto de un intenso mestizaje como el que se da en Sudamérica. Además, ¿qué conjunto de rasgos podrían distinguir una “raza” de otra entre tanta mezcla?

- Este último modelo de los 100 individuos representa lo máximo que da de si descomponer el tipo afroibérico. Pero los procesos que llevan de tener un aspecto anatómico a otro son muy dinámicos, y por tanto hubieron de darse necesariamente períodos de mayor estabilidad en el tipo. Para tener una idea del máximo de dicha estabilidad serviría el esquema de la variabilidad “intraclinal” que vimos en la parte segunda. La situación de Afroiberia en el mapa invita tanto a ver posible la riqueza en tipos (por el continuo aporte de sangres vecinas) como la regularidad (por su buena red de comunicaciones internas, que provoca un rápido e inevitable mestizaje).

- Lo que sí parece lejos de ser posible es la generación de tipos nuevos muy alejados del arquetipo medio o de la zona 2. Ni se puede aducir aislamiento ni condiciones microclimáticas en su favor.