martes, 31 de agosto de 2010

Afroiberia social 5. Estimaciones demográficas para el Pleistoceno y Holoceno inicial.

A lo largo del blog he repetido varias veces que para mí la sociedad es “el modo de administrar muchedumbres”. Mucho más que el patrón de asentamiento, la actividad productiva o el tipo de autoridad que los guía, lo que realmente determina que una sociedad sea radicalmente distinta de otra es el número de habitantes que la componen. Por eso me parece lógico que, antes de aventurar hipótesis en torno a las posibles estructuras sociales que se dieron en nuestro pasado remoto, deberíamos ponernos al día sobre la evolución demográfica en Afroiberia durante esos períodos. Es sin embargo sorprendente el escaso número de estudios publicados sobre el tema, y más aún si los comparamos con las elaboradísimas teorías y los ardorosos debates que sobre los tipos de sociedades prehistóricas se publican a cada momento. Nuestros arqueólogos pretenden entonces hacer (paleo)sociología de espaldas a la demografía, algo aberrante para el resto de las llamadas ciencias sociales, y lógicamente sus resultados son cuanto menos desatinados y caprichosos, aunque también malintencionados. Porque este vivir ajeno a las cifras permite a los académicos inventar, o negar, cualquier sociedad que les plazca para cualquier periodo que necesiten según sus intereses eurocéntricos, presentistas, etc., pero también según sus más bajas miserias profesionales. Así, como su tendencia a la vagancia y su miedo a los descubrimientos comprometedores les llevan a no prospectar ni el 0.5% de lo arqueológicamente aprovechable, les conviene defender unos cálculos demográficos insultantemente bajos. Como ya vimos, este positivismo arqueológico (“si no lo he excavado no existe”) les ha llevado a límites tan disparatados como afirmar un vacío poblacional a determinadas regiones y etapas de la Península. Palmario es el caso del Bronce andaluz (no argárico), donde la total desidia por excavar era defendida alegremente con uno de esos supuestos vacíos poblacionales… hasta que fortuitamente salieron la luz decenas de yacimientos de ese período. Otro caso típico de positivismo es el de los estudios que aventuran redes y jerarquías entre los asentamientos de una región, cuyos autores suelen tener tanta prisa por imponer su paradigma que fingen ignorar que los yacimientos con los que juegan no supondrán ni el 20% de los que dentro de una década se habrán descubierto. Por último es necesario añadir que el mentado eurocentrismo, el complejo de “tío tom” que tienen tantos especialistas nacionales, les obliga a mostrarnos un pasado ibérico casi despoblado, y por tanto incivilizado de necesidad, a la espera de que fenicios, celtas o romanos impusieran aquí sus dichosos “reemplazos poblacionales” para generar sociedades como dios manda.
Chimpancés y esquimales
En el post Afroiberia Social 3 debía determinar el número de componentes de cada banda de cazadores-recolectores, y mi estrategia fue recurrir a los chimpancés: si ellos forman grupos de hasta 150-200 individuos, es incuestionable que los humanos siempre fuimos capaces de formar grupos mayores. Las evidentes ventajas que sobre nuestros primos mostramos en lo tecnológico, lo identitario o lo simbólico me permitieron elevar a 300 individuos la banda típica de cazadores-recolectores prehistóricos, desde al menos H. Ergaster hasta bien entrados el Holoceno. Mi hipótesis era totalmente opuesta a la que se sostiene desde los departamentos, donde incluso autores jóvenes considerados heterodoxos como J. Ramos estiman “grupos locales de 15 a 75 personas, formados por una o dos familias extendidas”. De hecho, y como dije en aquella entrada, la literatura oficialista sólo acepta identidades locales (“poblados”) de 300 individuos, y en nuestra Península, a partir del III milenio a.C.
Cuando me vi en la tesitura de calcular cuántos de esos cazadores-recolectores había en la Afroiberia prehistórica volví a acordarme de mis queridos chimpancés: ¿podrían ayudarme también ahora? El primer paso en mi estrategia ha sido investigar la densidad de población chimpancé en los tramos de selva y sabana donde habitan: del mismo modo que nuestras bandas de cazadores-recolectores eran mayores que las suyas actuales, es lógico que también nuestra densidad de población fuera mayor. Para obtener resultados no son necesarios grandes alardes intelectuales, basta picar en google “chimpanzee population km” y entre los primeros resultados aparecerá una página conservacionista con valiosos datos y una bibliografía rigurosa. Allí nos dan varias densidades de población chimpancé en distintos puntos de África y, tras hacer medias de las cifras, y media a su vez de esas medias, podemos decir que la densidad de población chimpancé en entornos medianamente propicios es de 1,226 individuos por kilómetro cuadrado, si bien la cifra puede subir a 2,74 i/km², o bajar hasta 0,29i/km².
El siguiente paso era calcular la superficie total de Afroiberia, lo cual no es tan fácil como suena por estar compuesta de partes de países, de regiones y hasta de provincias. Se pueden establecer muchos tipos de cálculos, pero en general podemos decir que su superficie no baja de los 160.000 km². El tercer proceso es simplemente calcular cuantos habitantes caben en esos 160.000 km² bajo la ratio chimpancé de 1,226 i/km². Por supuesto no me he vuelto loco. Se que para el caso chimpancé muchos etólogos pueden replicarme que es una especie animal que necesita biotopos que no se dan por igual en toda Afroiberia, y que por tanto mi cálculo sería desproporcionado: “En Afroiberia podría haber, sí, colonias de chimpancés con esa densidad de población, pero no ocuparían sino una pequeña parte de dicho territorio”. La cuestión es que yo me valgo de la densidad demográfica de los chimpancés pero para aplicarla a las sucesivas especies de Homo, las cuales en absoluto padecen dichas barreras climáticas, dietéticas y etológicas, para los cuales la presión de los predadores ha desaparecido virtualmente gracias al fuego y la tecnología lítica, etc. Afroiberia es una región tan fértil y templada que dudo incluso que los chimpancés tuvieran tantos problemas para poblarla de cabo a rabo, así que no digamos si los sustituimos por esa plaga que siempre hemos representado los humanos. Liberados de complejos, seguimos al fin con nuestras cuentas de la vieja hasta obtener una población total de cazadores-recolectores afroibéricos y prehistóricos de nada menos que 196.000 habitantes, redondeados a 200.000h. por aquello de la nemotecnia. Lo cierto es que hay que pellizcarse para comprobar que no estamos soñando, ya que es frecuente encontrar publicadas barbaridades como que la población humana en toda la Península durante el Paleolítico Superior no superaría los 5.000 habitantes, de los cuales supongo que a Afroiberia no le conceden ni 2.000. Entre 2.000 habitantes y 200.000 media un mundo… ¡Incluso durante la edad de los metales se resisten a estimarle a Iberia más de medio millón de almas, y yo vengo con 200.000 paleolíticos sólo para su tercio sur!
¿Cómo explicar esta diferencia tan atroz en los cálculos? Por lo que me toca reviso mis notas y no sólo las reafirmo sino que incluso descubro haber dado siempre estimaciones a la baja: unas densidades propias de chimpancé, no de humano, y una superficie afroibérica calculada muy modestamente. Por el lado opuesto, los cálculos oficiales son debidos a que los especialistas se han dedicado (en parte con buena intención y en parte porque justificaba como vimos su pereza) a los estudios de “etnología comparada”. Según ellos, el mejor referente para comparar con aquellas sociedades paleolíticas son los cazadores recolectores contemporáneos. Parece que no caen en la cuenta que sus esquimales, sus koisánidas o sus amazónicos actuales son poblaciones relictas, acorraladas por la voraz civilización a entornos muy hostiles, aislados y extremos. Por tanto sus densidades de población, viviendo en bloques de nieve, ardientes desiertos o selvas infranqueables, son necesariamente bajas, desde lo razonable (0,83h/km², pigmeos mbuti) a lo más exagerado (0,015 h/km², tulaqmiut de Alaska). Debemos sin embargo suponer que, cuando todo el planeta era cazador-recolector, en las zonas con valles fértiles y costas de clima templado (Afroiberia entre ellas) la densidad de población humana hubo de ser bastante superior. Por sentido común me resisto a pensar que aquella Afroiberia pleistocénica, refugio paradisíaco para todo aquel que huyera de las glaciaciones, tuviera una densidad de población como la que hoy presentan el Desierto de Namibia o los glaciares de Terranova. En un alarde negociador podría bajar mi estimación a la mitad, 100.000h., lo que supondría una densidad de población de 0,6 h/km², menos que los pigmeos mbuti y la mitad de la de los chimpancés. Pero incluso claudicando hasta esos extremos, los 2.000 afroibéricos paleolíticos que estiman los académicos, (0,01 h/km²), representan un escandaloso e infinito abismo que sólo desde el bando contrario pueden solucionar.
Ejercicio de visualización
Los que me leen a menudo saben que me gusta mucho proponer “experimentos caseros”, porque no sólo suponen un aprendizaje más entretenido, sino porque a veces son la única forma de hacernos percibir el Pasado Remoto más allá de lo meramente conceptual. De nada me sirve que el que consulte este artículo pase incómodo por tanto número hasta acabar borracho. El experimento o aplicación de hoy consistirá en intentar ver estos 200.000 afroibéricos a vista de pájaro y cómo podrían distribuirse por nuestras tierras. Es normal que mi propuesta demográfica provoque agobio, porque de lo que se trata es de embutir 200.000 tipos donde antes campaban a sus anchas (¡y tan anchas!) sólo 2.000. Tenemos la sensación de que andarían todos encima de los demás, chocando continuamente en sus excursiones, arrebatándose mutuamente el alimento y por consiguiente viviendo en una continua lucha y hambruna. En muchos sentidos esa sensación me beneficia porque pone de relieve la importancia de la demografía en la aparición y desarrollo de las distintas sociedades: instintivamente sabemos que cuantos más seamos más coordinación necesitaremos para no sucumbir al caos destructivo. Sin embargo, vamos a demostrar muy tranquilamente que tal inquietud es infundada, que había sitio para 200.000 habitantes, o para 200.000 más, viviendo una holgada y libre existencia de cazador-recolector.
Lo primero que tenemos que hacer es aprender a contar como las gallinas. Dicen que estas aves no saben contar más allá del 3, pero que se las componen con mucha habilidad para controlar sus polluelos, formando con ellos grupos de tres o de menos integrantes (los dos blancos, los tres amarillos, el de la mota negra, etc.). Del mismo modo, yo no se que suponen 200.000 personas así a bote pronto. Necesito convertirlo en unidades menores, y nada mejor que utilizar los 300 individuos que ya estimamos para cada banda pleistocénica. 200.000 habitantes se convierten en 667 de esas bandas o, dicho de otro modo, por Afroiberia merodeaban durante el Paleolítico una media de 650 bandas de cazadores recolectores, de unos 300 individuos cada una. Podemos asimismo desglosar visualmente la propia banda local, estimándola como unas 50 familias nucleares con un promedio de 6 individuos cada una (papá, mamá, tres hijos y un abuelo). Con cálculos igualmente sencillos podemos también estimar que a cada una de estas 650-667 bandas locales le correspondía un territorio nuclear de unos 530km², el equivalente a un cuadrado de 23km de lado (algo que sin pretenderlo coincide con aquellos “foragers” de Bindford). Pero tanto la etología como la etnología nos demuestran además que el territorio real de un cazador-recolector es mucho más amplio, porque todos los grupos se solapan con los demás y se someten a un consecutivo intercambio de territorios en su nomadeo. Sólo con extender ese cuadrado 7km en cada lado, ya obtendrían un territorio (parcialmente compartido) de 900km².
La cantidad de población no es un problema en sí sino que depende de los recursos, y por tanto habrá que preguntarse si Afroiberia era capaz de soportar tanta demanda de alimentos. Afortunadamente no es lo mismo que intentemos calcular si los 160.000km² afroibéricos podían alimentar a 200.000 personas, que hacer uso de los datos anteriores y calcular si un cuadrado de 23km de lado puede proveer alimento a 50 familias. Llegados a este punto, cada cuál debería escoger la comarca a la que pertenezca para comprobar sobre un mapa que le sea familiar qué supone ese territorio de 530km² del que disfrutaría cualquier banda afroibérica. En mi caso me siento familiarizado con Cádiz, Granada y Málaga, así que sobre ellas facilitaré, para los más vagos, las puntas de algunos posibles “cuadrados”
- Cádiz-Jerez-Trebujena-Chipiona.
- Granada-Láchar-Agrón-Padul.
- Málaga-Álora-Coín-Mijas Costa.
Mi percepción es que con esa superficie pueden alimentarse cincuenta familias perfectamente bien cada día. Tengamos en cuenta lo que tantas veces repito, que no éramos héroes sino omnívoros oportunistas, lo cual nos daba unas posibilidades alimenticias ilimitadas. No íbamos todos en manada buscando al mamut o al reno, eso lo dejamos para otras latitudes o, mejor aún, para las películas. Parémonos a pensar cuántos alimentos silvestres y sencillos se consumen todavía en los entornos rurales: caza de conejos, perdices, y pajarillos, recolección de espárragos, setas, palmitos, tagarninas, almencinas, madroños, bellotas, huevos, miel, etc. Sumemos ahora todo aquello que ahora tenemos privado de la mesa por tabúes culturales: lagartos y serpientes, ratas y ardillas, bulbos y raíces, lombrices y escarabajos, todo un universo dietético que hoy nos costaría reconocer como tal. Claro que también se daba caza al cochino, al caballo o al ciervo, y en épocas anteriores también al hipopótamo e incluso al mastodonte, pero ni por asomo suponían la base de la dieta. Lo que realmente tenemos son 50 familias por banda, lo cual nunca supondría más de 70 cazadores efectivos ante un bicho peligroso (contando los 50 machos adultos y 20 más entre mujeres, niños y ancianos). Francamente no me parece una cifra suficiente para tomar riesgos innecesarios cuando encuentras la misma cantidad de proteína con sólo levantar una piedra. Estas bandas de cazadores-recolectores, y las que aún sobreviven, obedecían como las de los chimpancés al denominado patrón de “fisión-fusión”, donde el grupo se reorganiza cada vez que afronta nuevos retos, sea a diario o durante temporadas más extensas. 50 familias cuyos integrantes se separaban temporalmente para establecer relaciones con otros miembros de la banda bajo la excusa de ir a por alcaparras o a coger pájaros con red. Cada “comando” volvía de su misión con parte del botín para compartir, con lo cual todos se beneficiaban de las actividades del resto y podían recibir sin esfuerzo una alimentación muy variada. Otros se quedarían en el campamento base protegiendo a niños, enfermos y ancianos, y sólo por eso también merecerían parte de lo cazado o recolectado por las diferentes partidas. En definitiva, 530km² de Afroiberia daban para alimentar de sobra a aquellas 300 personas.
Por si no lo han notado, he evitado hablar de las costas hasta este momento. El mar supone una fuente de alimentos sin parangón en el interior continental, a la vez que una bendición para las comunicaciones humanas. Por eso todos los demógrafos coinciden en que las zonas costeras son siempre las más pobladas, da igual el tipo de sociedad o el grado cultural-histórico que se trate. En el tiempo de los cazadores recolectores afroibéricos hubo más en la costa que en interior, y en el tiempo de los bético-romanos hubo también más en la costa que en el interior. Lo mismo puede decirse de las zonas de clima benigno respecto a las rigurosas, o de las zonas regadas por caudalosos ríos respecto a las que no lo están. Afroiberia reúne esas tres condiciones favorables para que su densidad de población fuera alta. Dejando de momento el asunto de los ríos, porque podríamos entrar en controversias geo-climáticas, parece evidente que, sea con los niveles eustáticos más arriba o más abajo, Afroiberia siempre ha sido una región eminentemente marítima: actualmente contamos con no menos de 1.500km de costas. La riqueza que el mar proporciona es tanta que, cuando un grupo humano se dedica a explotarlo, su espacio vital deja de necesitar superficie, abandonando el interior continental casi en su totalidad para centrarse en las playas, y esta es otra ley recurrente que conocen de sobra los antropólogos. Cuando antes establecí un “cuadrado” para ciertas zonas de Málaga o Cádiz mentí temporalmente: en una zona de explotación costera estas bandas no habrían organizado su territorio de esa manera. En realidad (cojan si quieren el Google Earth) con unos escasos 300m. lineales de playa hay alimento de sobra para una familia de 6 miembros. Para comprenderlo habrá que refrescar algunos datos sobre las condiciones bio-climáticas y tecnológicas de aquella época respecto al mar, asunto que está bochornosamente minimizado. En lo que respecta a la pesca, los yacimientos muestran, ya sea como restos de comida o como adornos, multitud de huesos de grandes peces que tuvieron que ser necesariamente capturados mediante embarcaciones de bajura, lo cual no debería causar sorpresa en un blog que tanto reivindica la llegada humana vía Gibraltar. Si nos referimos al marisqueo, nuestra actual situación ecológica nos impide imaginar los infinitos racimos de lapas y mejillones que, con más de un palmo de valva, aparecían en cualquier roqueo afroibérico de la época. Y finalmente hay que volver a aquellos alimentos que hoy nos negamos a reconocer como tales (algas, pepinos de mar, huevos de gaviotas y garzas, etc.) o que simplemente no nos esperamos para estas latitudes (focas, cetáceos varados en la playa, “pingüinos” alca, etc.), por no hablar de la sal (auténtico oro blanco para la conservación de alimentos) y su más que posible intercambio con bandas del interior. Por todo lo dicho, y considerando que aquellas familias vivían en régimen de banda solidaria y no en plan “a cada uno su caleta”, podemos convenir un territorio de 15km de playa por banda costera, con no más de 5km tierra adentro. Esto supone que sus territorios se limitaban a unos 75km², siete veces más pequeños que los de interior con sus 530km². Por si fuera poco, dados nuestros 1.500km. de costas totales habría sitio en Afroiberia para 100 de estas bandas costeras, lo cual supone una enorme modificación del esquema demográfico tal y como lo planteamos originalmente. Y es que la suma de espacio territorial “liberado” por esas 100 bandas marengas ascendería nada menos que a 45.000km², un 28% de la superficie total afroibérica, los cuales permitirían una reorganización demográfica del interior mucho más holgada. Parece entonces demostrado que la condición eminentemente litoral de Afroiberia corrobora aún más las “revolucionarias” propuestas demográficas que defiendo en este artículo.
Resumen de datos (aproximados)
Superficie total de Afroiberia: 160.000 km²
Población total afroibérica, para Pleistoceno y primer Holoceno: 200.000 hab.
Densidad media de población: 1,226 hab/km² (igual que los chimpancés)
Número de individuos por banda: 300 (50 familias de 6 miembros cada una)
Territorio medio por banda: 530 km²
Número de bandas totales: 650
Si además tuviéramos que desglosar diferentes tipos de bandas, territorios y densidades dentro de Afroiberia, pienso que el siguiente esquema resultaría bastante plausible:
Bandas costeras (número estimado:100 bandas).
- Territorio por banda: 75 km²
- Densidad de población: 4 hab/km² (igual que Libia hoy)
Bandas de interior comunes (número estimado:450 bandas).
- Territorio por banda: 530 km²
- Densidad de población: 1,226 hab/km²
Bandas de interior en entorno “adverso” (número estimado:100 bandas).
- Territorio por banda: 985 km²
- Densidad de población: 0,3 hab/km² (igual que pob. rural Andes Patagónicos hoy)

lunes, 30 de agosto de 2010

Atapuercos en Orce

Desayuno hoy con la noticia de que vuelven a abrirse las investigaciones paleontológicas en la cuenca Guadix-Baza. Los medios de comunicación que la publican están básicamente centrados en que asimilemos bien dos conceptos: que todo vuelve a funcionar como dios manda y que los habitantes de la comarca están contentísimos con ello. Afortunadamente, este aire propagandístico parece limitarse a los titulares, como si los propios periodistas lo aceptaran a regañadientes. Así, en las escuetas notas publicadas hay lugar también para valiosos y polémicos datos. El más importante para mí es que la dirección del proyecto ha sido adjudicada a Robert Sala, del que todos los medios se apresuran a indicar que proviene formativamente del clan de los atapuercos. El segundo dato en importancia es que dicha adjudicación fue dada en un concurso donde la Junta de Andalucía dejó fuera, qué casualidad, al equipo de Sarah Miliken (Univ. Oxford) al cual pertenecía Luis Gibert, hijo del famoso descubridor del Hombre de Orce. Finalmente, es también esclarecedor el hecho de que sólo hayan autorizado excavaciones en Fuente Nueva 3 y Barranco León, pero no así en Venta Micena, lugar donde precisamente Gibert encontró el polémico fragmento de cráneo humano.
Si reunimos estos tres elementos y les sumamos todo el tórrido proceso que intenté resumir en su día, además de otros que a continuación desglosaré, la conspiranoia está más que justificada. Que hay cierta suciedad ajena a la mera investigación científica es algo fuera de toda duda. Incluso el diario El País, del que creo que nadie se atreverá a dudar de su connivencia con la Junta, ha de publicar frases como esta: “Orce, en la cuenca de Guadix-Baza, ha sufrido durante décadas los sinsabores de una difícil relación entre científicos y Administración. No están del todo superados, pero hoy comienza una nueva fase…”. Para entender cabalmente esta perífrasis tan políticamente (nunca mejor dicho) correcta, habremos de apretarle un poco las tuercas. ¿En qué consistían realmente dichos “sinsabores”, dicha relación tan “difícil”, tanto que aún no está del todo superada? Sabemos que el problema no es que la Junta ande loca por avanzar en esas investigaciones y los científicos traten de frenarlas, sino todo lo contrario. Sabemos además que la responsabilidad de investigar o no un yacimiento recae exclusivamente en los gobiernos (estatales o regionales) que son los que conceden o niegan licencias a investigadores y empresas, los cuales incurrirían en serio delito si decidieran saltarse ese trámite. Todo lo anterior nos conduce a un nuevo enigma: ¿Por qué una administración autonómica frena sistemáticamente (“durante décadas” reconoce el País) la investigación de un yacimiento tan importante en su territorio? Aunque por “cosmopolita” el gobierno andaluz se preciara de ignorar el canto de sirenas patriotero (“mi homínido es más antiguo que el tuyo”), por “socialista” no ha podido ignorar durante décadas que Orce forma parte de (y vuelvo a El País) “una de las comarcas más deprimidas de la provincia de Granada”. En una Andalucía que financia institucionalmente “mercados medievales”, “la ruta de Torrijos (o de Gabirol, o de W. Irving)”, o “el parque temático de la minería en Sierra Lujar”, bien podría esperarse algo de caridad con esos granadinos. Estoy seguro de que si la Junta hubiera invertido algo de ese dinero también en Orce y su promoción, hubiera sido de gran alivio económico para sus habitantes.
En este preciso momento, en el que todo argumento lógico y justo desaparece, es cuando aconsejo dar, aunque sea excepcionalmente, pábulo a las mal llamadas “teorías de la conspiración”. Ir de conspiranoico por la vida es de lo más desaconsejable porque te vuelve victimista, te arroja al argumento fácil y te limita finalmente el acceso a la verdad. Pero conspiranoico (“paranoico de la conspiración”) es un diagnóstico para-clínico creado y promovido, no lo olvidemos, por quienes son más sospechosos de conspirar. Hábilmente consiguen meternos a todos en el mismo saco: los que creen que la CIA oculta alienígenas en neveras y los que creen que a JFK no lo mató Oswald, los que viven aterrados con los siniestros componentes de los potitos y los que sopechan que Reagan o Thatcher coquetearon con la eugenesia. Nadie quiere denunciar ya conspiraciones para no parecer un chiflado, y esto sólo beneficia a los eventuales conspiradores. Pero lo cierto es que el poder político, el económico, el mediático y en nuestro caso el académico suelen tener relaciones y estrategias que van más allá de nuestro conocimiento. Bien, quizás no de nuestro conocimiento sino de nuestra percepción cómoda y habitual del mundo, y me remito al siguiente ejemplo. A menudo converso con gente sobre la “independencia” de las universidades y proyectos de investigación españoles y, como yo los pongo en duda, suelo ser tachado de “conspiranoico”. Pero ninguno de mis interlocutores ha podido negar los hechos que me llevan a tal duda: que las universidades e investigaciones son financiadas por ministerios y consejerías, dependientes a su vez de políticos, puestos a su vez en circulación por un oscuro sistema de financiación de partidos, o que a fin de cuentas dichos politiquillos sólo administran un dinero que les viene mayormente de los fondos de la UE, tampoco exenta de estrategias e ideologías (ej. cuestión turca). Frente a la exposición de estos datos, innegables para todos, su único argumento es que “hay que pensar en positivo”. Es decir, que ante un organigrama de financiación turbio y sobre el que la ciudadanía sólo puede ejercer un mínimo y extremadamente diferido control (tu triste papeleta electoral), la opción más lógica es convertir en hecho lo que no es más que deseo: que todo ese embrollo funcione milagrosamente con independencia, decencia y libertad. Todos estamos al tanto de la situación, pero pocos desean complicarse la vida. El caso de Orce forma parte de esa minoría de polémicas donde cierta suspicacia ante conspiraciones no sólo no viene mal sino que quizás nos lleve a la explicación definitiva.
Empecemos con los conspiradores chicos, y hablo de la virulenta inquina que tienen ciertos cargos de la Junta contra el clan Gibert y sus colaboradores. En este caso, y conociendo a nuestros señoritos andaluces trasvasados ahora a diputados y consejeros, el misterio es inexistente: basta que el Sr. Gibert les dijera en su día cuatro verdades bien dichas y esta mafia de “horteras y parientes” (Carlos Cano dixit) habrían jurado sobre la tumba de la Popotitos vendetta eterna contra el honorable catalán y su equipo. De esto hay incluso evidencia en prensa acusando a cierto político granadino. ¿Puede acaso este rencor mantenerse décadas y con toda evidencia científica en contra, pueden nuestros políticos seguir siendo tan mafiosos y cortijeros como en el s.XIX? El que lo niegue es que no tiene ni idea de mi tierra y su más reciente Historia.
El siguiente ámbito de conspiradores va a ser catalogado de intermedio, y afecta al ámbito nacional. Lo primero que apuntar al respecto es que hablar de Paleo-antropología en España es hablar sin remedio de Atapuerca. Desde finales de los años 90s la prensa, la televisión, y los anaqueles de bibliotecas y librerías se abarrotaban de documentos dedicados al yacimiento Burgalés. Durante unos cinco años parecía no existir Prehistoria peninsular fuera de Atapuerca, y a unos cuantos se nos posó la mosca tras la oreja. Establecer comparaciones era inevitable, y más cuando eran tan palmarias: Orce y Gibert habían sido ridiculizados y silenciados con saña mientras que estos atapuercos obtenían “príncipes de asturias” y editaban DVDs y libros troquelados para niños bajo subvención ministerial. Desde luego, tal desequilibrio no se debía a que los descubrimentos burgaleses carecieran de polémica: Arsuaga y su feliz pandilla reivindican para su H. antecessor nada menos que la verdadera línea evolutiva que del ergaster pasa a nosotros. Su problema es que en África no han aparecido antecessors hasta la fecha, y esta es una condición vital para que su teoría sea aceptada, o de lo contrario ya no estaríamos ante un “antecesor” nuestro sino ante un pre-neandertal europeo cualquiera aunque, eso sí, de los más antiguos del continente. No me entiendan mal, los humanos que vivieron en Atapuerca y el rico legado que nos han transmitido no tienen la culpa de las intenciones de sus prospectores. Es un yacimiento que sin duda merece la mayor atención y respeto… pero no más que Orce, o que cientos de lugares “vírgenes” que aún nos esperan. El comportamiento institucional y mediático hacia Atapuerca se me asemeja a unos padres con varios hijos, de los cuales uno es claramente una lumbrera, y por ello deciden invertir todo su dinero en su educación privando al resto incluso de alimentos básicos. No niego el valor de Atapuerca pero cuestiono por qué acapara tantísima inversión pública y atención mediática en detrimento de sus yacimientos “hermanos”.
Así, y con el “pensar positivo” que me piden tantos, la evidencia de restos tan antiguos en Burgos sólo debería haber servido para resucitar lo planteado en Orce. Lo de Granada pareció un disparate en su época porque rompía demasiados moldes geográficos, cronológicos y evolutivos, pero si ya hemos aceptado Atapuerca (y por tanto unas fechas y latitudes casi idénticas a Granada), ¿por qué seguir no sólo negando sino persiguiendo cualquier atisbo de volver a Venta Micena? Me imagino como investigador de Atapuerca, con problemas para que la comunidad internacional acepte mis propuestas, y sabiendo que en Granada cuento con datos y material que apuntalan sólidamente dichas teorías, ¿por qué ignorarlas entonces? De nuevo nos adentramos en distintas dimensiones del hacer conspirador. En el registro más bajo es evidente el afán de protagonismo y poder de los atapuercos. En cuanto encuentran un bifaz se convierte en “Excalibur”, el heidelberg del flemón es “Miguelón” (por Indurain), una pelvis pertenece a “Elvis”, etc., por no hablar de esos pantaloncitos cortos y salacots que tanta vergüenza ajena me producen. Sumando todo esto a la batería de manuales y audiovisuales que han publicado, es evidente que el departamento de marketing de Atapuerca trabaja quizás a un ritmo más frenético que sus propias palas y brochas. Esta parte hortera, como de franquicia, sería disculpable si no supusiera un grave daño para la investigación en general. Porque todos esos alardes y llamadas de atención es para merecer algo más que notoriedad. A más promoción más subvención, que permite más investigación y por tanto más descubrimientos, de ahí a nueva promoción, nueva subvención, y así hasta que la vaca no de más leche. Este ciclo ya es de por sí necesariamente injusto, y ya lo hemos tratado en otros artículos, ya que por positivismo arqueológico sólo se excava donde ya apareció, y hasta niveles exhaustivos, abandonando el resto del mapa arqueológico y paleontológico. Por tanto, a nivel pedestre, los atapuercos niegan y atacan (solapadamente) a Orce simplemente porque no quieren repartir el botín de las subvenciones. Pero no contento con eso, el arqueólogo o paleontólogo de renombre suele desarrollar un magnífico olfato para las relaciones institucionales y de poder, pues pronto caen en la cuenta de que, mucho mejor que esperar la subvención, es dirigir el instituto o fundación que la concede. Así, últimamente los atapuercos están aterrizando como “colaboradores”, “orientadores” o, como en Orce, directamente como directores de proyectos a lo largo de toda nuestra geografía. Hablando de lo que mejor conozco, ahí están intentando domar al díscolo Ramos y su Cueva de Benzú o en el malagueño Parque de Guadalteba, ahí los tienes que lo mismo valen para clasificarte un micro-roedor del WürmII que un megalito o una estela pre-tartésica. En cuanto se inaugura un centro de interpretación, se comisaría una exposición o se organiza una rueda de prensa sobre algo de enjundia, por allí rondan los atapuercos en el consejo consultivo, en el control de qué se pone en las cartelas explicativas, en la redacción final de la nota a los medios, etc. Ahora los de Atapuerca han puesto su zarpa sobre Orce, y no podía haber peor noticia en el panorama prehistórico español. Para hacernos una idea de nuestro desvalimiento como aficionados a la Prehistoria citaré un ejemplo, del que ruego se destaquen no sólo el personaje y la idea, sino también el lugar y la fecha en que lo manifestó. Juan Luis Arsuaga, Parque de las ciencias de Granada, 8 de mayo de 2010: «Soy fan de Orce, pero a mí no me parece que el hueso encontrado por Gibert fuera humano, al menos ese». Cuánta vaselina, Juan Luis, parecería que no has roto un plato en tu vida. Quizás es ese mismo candor el que más adelante te llevó a decir que “parece”, sólo “parece”, que los restos de Orce puedan ser anteriores a los de Atapuerca. Total, que a través de R. Sala, mero monigote del omnímodo Arsuaga, los atapuercos son los que van a decidir, ya hemos visto que sin prejuicio alguno, si en Orce hay humanos y de qué fecha. Perdonen la digresión, pero si esto ocurriera en el mundo mercantil habría que aplicar la ley antimonopolio y acusar además a los gobiernos andaluz y español por connivencia. Para que me entiendan sería como si ante una quiebra de Pepsi, Obama legara su dirección a manos del consejo de administración de Coca-Cola. Antes de esta aciaga noticia, la situación de Orce nos parecía escandalosa y humillante, pero ahora hemos descubierto que una nueva vuelta al potro de tortura es posible. Pues ya no se tratará más de un yacimiento abandonado para escándalo internacional, sino de uno nominalmente bajo investigación pero sometido en la realidad a una verdadera huelga de brazos cruzados. Vaticino desde ya que poco vamos a poder esperar de este yacimiento en la próxima década. Puede que algo, siempre que no sea anterior o más importante que lo aparecido en tierras del Cid. Y, sobre todo, anuncio que habrá mucho estudio nucleo-microscópico de proteína animal adherida al canto de los bifaces, mucho mirar la diagonalidad de las trazas de descarnamiento en hueso, mucho análisis macro espacial referido a los patrones de asentamiento y obtención de recursos, mucho humo en fin para no tocar las cuestiones peliagudas.

foto tomada poco antes de capturar a King-Kong

He dejado para el final el nivel superior de conductas conspiradoras que afectan a Orce, por tratarse de asuntos menos cuantificables, con responsabilidades que no recaen en individuos concretos, y muy relacionados con los símbolos, la Historia y las identidades. Desde el principio Orce es un tabú por estar geográficamente tan cerca de África y por ser tan antiguo cronológicamente. No hay que ser un Pitágoras para deducir que si los primeros europeos aparecen en Granada lo más plausible es que vinieran por Gibraltar, pero tal conclusión supone una grave afrenta para los eurocentristas. Estos, la mayoría de los autores y del público occidentales, han llegado a aceptar (pues la ciencia no les daba otra opción) a África como “cuna de la Humanidad” siempre que dicha humanidad sufra luego una serie de metamorfosis por el camino, de tal manera que el europeo, aún el recién llegado, no pueda ser jamás calificado de mero africano emigrante. Esto no es nada nuevo, proviene del más puro supremacismo nordicista y su escala de desigualdad racial: en el fondo el negro (a un paso de ser un mono), luego el moro y el amarillo, luego el mediterráneo y el eslavo, y finalmente el glorioso blanco. Lo inaudito y cómico del asunto es que ese mismo esquema se aplica aún hoy a cualquier especie humana que saliera de África a explorar mundo, es decir, a todas desde el Homo ergaster hasta hoy. Todos tuvieron que pasar por dicha metamorfosis “racial” antes de llegar a suelo europeo, pero defender tal disparate precisan establecer un largo y gradual camino que recorrer. De este modo, y ya nos acercamos al núcleo del asunto, la ruta más larga que podían trazar entre los prototipos humanos que iban surgiendo en África y la meta europea era hacerlos subir a Egipto y tenerlos allí un tiempo para perder algo de negritud, luego llevarlos al corredor próximo-oriental para darles otro hervor (“semitizarlos” si se permite la expresión), más tarde a la zona del Caúcaso (donde como su nombre indica se harían “caucásicos”), y de ahí finalmente a la Europa “de verdad”. Repito que se aplica absurdamente a restos tanto modernos como de hace millones de años, (fíjense si no en la algarabía que les entró con Dmanisi). Una penetración África-Granada no les permite margen para tanta metamorfosis, más bien para ninguna, y eso hace saltar la alarma eurocéntrica de “peligro, negros en Europa”, ante la cual no caben matices territoriales, de color político, o generacionales. Quiero decir que esta alarma no sólo afecta a académicos carcas de Centroeuropa sino también, y con más motivo, al progresista español que quiere ser plena y exclusivamente europeo, y no digamos al joven investigador andaluz acomplejado de que media España lo tache de moro-arsa-y-olé. Para todos sin excepción, Gibraltar debe permanecer sellado a cal y canto, infranqueable desde el Plioceno hasta casi la Edad de los Metales. Orce pretende reírse de todo ese montaje pero, afortunadamente, Kid Arsuaga y los Atapuercos del Swing están ahí para impedirlo.

domingo, 29 de agosto de 2010

La primera en la frente

Hace un par de días recibí un comentario ofensivo referido a mi entrada Complejos Identitarios 2, aquella que dediqué a Aníbal, y que bajo la autoría de un tal R. P. dice lo siguiente:

"No tienes ni idea macho, en las islas Canarias hasta el s. XV la presencia negroide era ínfima y esto se sabe por las pruebas genéticas hechas a las momias guanches, luego hablas de cráneos, entonces qué hay del Hombre de Mecha Afalou encontrado en Argelia, idéntico casi al Cro Magnon europeo encontrado en Francia? Me parece que andas muy despistado amigo, una cosa es que antes de la desertización del Sahara hubieran negros en las verdes sabanas que lo ocupaban entonces, y otra distinta era la población de Cartago, una ciudad fundada por fenicios, pueblo semita y por tanto caucasoide y con población caucasoide bereber, como los actuales tunecinos en su inmensa mayoría. Pero bueno, si te has tragado los cuentos de los afrocentristas, allá tú..."

Francamente me siento al replicarlo como león rugiendo a las moscas, pero me veo obligado a hacerlo por dos motivos. El primero es por mis lectores menos preparados, susceptibles de pensar durante un segundo que una ínfima parte de argumentos como el suyo tenga visos de verdad. En segundo lugar, pero igual de importante, porque este tipo de individuos son una plaga para cualquier blog o web seria, que con sus continuas impertinencias llegan a paralizar y asfixiar el proyecto mejor intencionado. Tengamos en cuenta que sus ocho líneas llenas de disparates han provocado que responda con tres páginas, una proporción a todas luces injusta y extenuante. Comprenderán entonces que no esté dispuesto a pasármelas respondiendo este tipo de cretineces, entre otras cosas porque hay un montón de posts nuevos e interesantísimos que publicar. Así, debido a la necesaria extensión de mi respuesta, pero también para dar ejemplo, he decidido que al pobre R.P. le ha tocado el premio gordo de merecer no un simple comentario sino una entrada propia, llevándose una buena paliza por él y por todos los que como él actúan, y en un tono callejero que quizás moleste a algunos de mis usuarios (mis disculpas). Ni qué decir tiene que una vez lo deje en bragas no pienso seguir con esta conversación, que lo marcaré como spam y santas pascuas, a él y a los que se dirijan a esta santa casa con idénticas intenciones. Acabado el preámbulo, pasemos a mi respuesta.

Dirigido a RP:

Un tipo que como tú encabeza su comentario con “No tienes ni idea macho” ya se está retratando intelectual y éticamente. Pero aún más importante, me indica que lo que espera cuando deja aquí su cagadita-intervención no es el sano intercambio de ideas, que es para lo único que debe servir la sección de comentarios. Es más, como escoges el formato de “publicar un comentario” y no el otro (más privado) de “contacta con Afroiberia”, considero que me escribes con la intención de que te publique y todos puedan ver que me dejas en ridículo con tu sabiduría. Así que como entras en mi casa pistola en mano y cagándote en lo que se menea, tendré que pedirle al resto de mis usuarios, estos sí educados y bien nacidos, que me permitan un tono más macarra que aquel al que los tengo acostumbrados. La gente como tú es la escoria de Internet, payasos llenos de traumas que se dedican a visitar foros y blogs ajenos para dar por saco a ver si así se consuelan de sus múltiples complejos raciales. Seguro que eres un vaina que se las pasa delante del espejo, placas de C.S.Coon en mano, para ver si tu perfil es de “dinaric” o de “noric”, si tu mandíbula es tipo “brünn” o “borreby”, por ver si así exorcizas la realidad: que los europeos “de verdad” te ven, por español, como racialmente impuro, como medio blanco, medio moro, medio negro, medio semita, medio no-se-sabe-la-hora-que-es. Todos, absolutamente todos los argumentos de los que te sientes tan orgulloso son pura papilla racista eurocéntrica que no soportarían el más mínimo análisis, pero que los de vuestra calaña os encargáis de repetir hasta la náusea por ver si con ellos engatusáis a otros aún más lerdos que vosotros (que ya es difícil).

Dices saber el porcentaje de negros canarios por la genética… chico, mereces el premio nobel, toda vez que hasta hoy ningún especialista ha logrado determinar la cantidad de melanina, o de ensortijamiento en el pelo, o de prognatismo mandibular, a partir de los genes mitocondriales, Y, STRW, haplotipos de histocompatibilidad o cualquiera de los que se usan actualmente. Lo que hay son grupos de genes más comunes en unas poblaciones actuales que en otras, las cuales tienen cada una un color de piel actual que poco o nada indica acerca del que tuvieron en el pasado. Por si fuera poco, hay genes (a veces muy derivados y por tanto recientes) compartidos por, qué te digo yo, melanesios, iraníes y comanches, pueblos tan diversos morfológicamente que a ver quién es el enteradillo (tú, supongo) que se atreve a pontificar cuál era el color, cabello y pintas de su ancestro compartido.

¿Te atreves a salirme con un “Hombre de Mecha Afalou encontrado en Argelia”? Para empezar, “mecha” te la pediré cuando quiera encenderme una pipa: Mechta, hijito, se dice Mechta, y no me vengas con errores tipográficos porque, yendo como vas de chulo, lo primero que has de hacer es revisar bien lo que publicas en la red. Yo lo hago y no exijo menos de un pamplinas que venga a cantarme las cuarenta. Por otro lado no existe tal “Hombre de Mechta-Afalou”, sino que se trata de una desafortunada clasificación eurocentrista a partir de restos óseos norteafricanos. El palabro proviene de mezclar los nombres de dos yacimientos Mechta-el-Arbi y Afalou Bou Rhumel (ambos en Argelia), pero que bajo su tipología engloba muchísimos otros cráneos procedentes de Marruecos, Egipto, Libia, Mali o Sudán. Se trata por tanto de una generalización tan simplista como si yo ahora dijera “el hombre de Combe Capelle-Grimaldi-Cro Magnon”, pues los cráneos norteafricanos denominados Mechta-Afalou exhiben tantas variaciones internas como los europeos del Paleolítico. No sólo eso: tan sólo con el nivel 1 del yacimiento Afalou Bou Rhumel ya contamos con 48 esqueletos, los cuales no podemos englobar en un solo tipo “racial”, ni en dos, ni en tres (y donde por cierto los rasgos negroides están presentes). Por si fuera poco, la estructura masiva y protuberante de algunos de sus cráneos, esa que según los racistas blancos los convierte en una “raza”, afín además a las europeas de su época, parece provenir simplemente de malformaciones causadas por una tradición en esta región: la avulsión (extirpación de raíz) de los incisivos superiores y/o inferiores. Al menos esa es la opinión de Djillali Hadjouis (L´Anthropologie nº106, 2002. Elsevier), aunque supongo que un “white trash” como tú desconfía de científicos sin apellido europeo.

Por otra parte, me encanta que establezcas esa similitud entre los cráneos norteafricanos y los del Paleolítico europeo, esos que tú, manejando una bibliografía de rabiosa actualidad y sin sesgos racistas, denominas “Hombre de Cro Magnon”. La diferencia es que para ti los africanos se parecen a los europeos, mientras que para mí son los europeos los que tienen rasgos africanos. La diferencia es que yo me baso en las más aplastantes teorías sobre el origen africano del hombre moderno, en virtud a las cuales es matemático que aquellos primeros europeos retuvieran rasgos de sus abuelos afro, mientras que tú te tienes que agarrar al doctor palillo y sus lecciones de supremacismo blanco impartidas desde las web-catacumbas neonazis (¿pusieron ya aire acondicionado en el Skadi Forum o en el Dienekes´? Mira que os ponéis allí tan cachondos que un día vais a arder…).

Como guinda a tu hediondo pastel argumental me das el gustazo de tropezar con los semitas y los caucásicos. “Caucasoide” es probablemente el término antropológico más vacío y malintencionado que conozco. ¿Qué es un Caucasoide? Si os dejáramos, los supremacistas blancos diagnosticaríais como “caucasoides” al indio-americano de Kennewick (U.S.A.), a los nilótico-etiópicos de Elmenteita (Kenya), o a los polinesios y ainús actuales. ¡Claro que sí, la raza que engloba a los masai, los apache, los europeos, los hawaianos y los japoneses del norte, todo muy lógico y decente de argumentar! Todo lo que no sea típicamente “amarillo” como un chino o “negro” como un congoleño os sirve para nutrir vuestra lista de “caucasoides”, más aún si son pueblos muy antiguos, muy civilizados o muy poderosos.

En lo que respecta a los fenicios, creo que está contestado en la entrada que replicas pero que dudo siquiera que hayas leído a fondo. Ser semito-parlante no es ser racialmente semita, algo que a los racistillas no os queda claro así pasen décadas, o de lo contrario los gaboneses franco-parlantes serían de raza latina mediterránea. Aún más, los fenicios tenían fama (Biblia, Heródoto y demás fuentes sin importancia para ti) de ser de “raza” camita y lengua semita. Camitas de raza eran también considerados los egipcios, los nubios, los etíopes, los sudarábigos o los libios, por poner ejemplos. Los cartagineses concretamente tuvieron además fama de mestizarse con los pueblos de cultura bereber de los alrededores, y así lo atestiguan multitud de apellidos cincelados en sus tumbas.

También haces “caucasoides” a los bereberes, y de nuevo te tengo que recordar que cultura/lengua y raza no son equivalentes. Me colocas el prototipo “racial” bereber en el Túnez actual (por aquello de Cartago) y te olvidas que en Mali, Mauritania o Libia-Egipto (Siwa) hay amazighes puros bien negros de piel (anda, ve y diles que son realmente bastardos o esclavos culturizados por los verdaderos bereberes rubios de ojos azules de las ilustraciones de Coon, a ver qué te dicen). Con las mismas podría decirte que antes la mayoría de bereberes eran tan oscuros como los mauritanos (mauri-moros), y que fueron los prejuicios arabófilos primero y euro-coloniales después los que favorecieron una selección sexual hacia pintas más emblanquecidas.

Sin embargo, hay algo aún peor que toda esa bazofia que estrellas contra mi blog, y es tu falta de objetivo real, de honestidad y de valentía. Como dije, vienes a insultar, no a aclarar ideas o a ser informado. Porque si te hubieras leído este post sobre Aníbal, o cualquier otro artículo de mi blog, sabrías que yo no pido que toda, ni siquiera la mitad, de la población norteafricana y afroibérica del pasado remoto fuera negra como el tizón, con pelos como granos de pimienta y narices como nudo de corbata. Sólo pido que se acepte una sustancial presencia de rasgos antropológicos de neta raíz africana, algunos culturales, otros “raciales”, en ambas costas del Estrecho de Gibraltar, aún después de la mal llamada “Reconquista”. Así, tú de hecho reconoces la presencia “negroide” en Canarias aunque la califiques de “ínfima”, o un Sahara fértil con “negros”, del mismo modo que no puedes catalogar a los tunecinos actuales de caucásicos en su totalidad sino “en su inmensa mayoría”. Sabrá dios lo que tu brillante cerebro entiende por “negroide” o por “caucasoide”, y sobre todo habrá que ver cuán documentadas están tus categóricas “presencia ínfima” o “inmensa mayoría”. Lo único cierto es que con tus supuestos vetos a mi teoría no has venido sino a confirmarla: en el Norte de África había negros, muchos o pocos, y en la lotería genética de un pueblo tan cosmopolita y falto de prejuicios como el cartaginés, bien pudo darse un Aníbal moro oscuro, amulatado o, por qué no, negro.

Para acabar, te despides acusándome de tragar “los cuentos de los afrocentristas”. No tengo empacho en reconocer que hace años fueron una herramienta muy reveladora para mí, y que aún considero válidos un buen puñado de sus autores y de argumentos, pero lo cierto es que se trata de una etapa suavizada y superada ya por un enfoque mucho menos partidista. Ahora bien, aun si fuera víctima de la hipnosis afrocentrista sólo se me podría acusar, y no necesariamente, de dar crédito a la parte más zafia y fanática de este movimiento, la cual no pasa de ser un puñado de resentidos que se quitan complejos (y siglos de opresión) soñando llevar en su sangre genes del mentado Aníbal, de Cleopatra o de Abraham, pero que son realmente inofensivos. El eurocentrismo, amiguito de mis entretelas, ese que tú pareces suscribir tan entusiastamente, carga sobre sus espaldas un holocausto transatlántico por la trata de esclavos que podríamos elevar en 40 millones, lees bien, de africanos, y eso por no enfocarlo hacia los 6 millones de judíos que mandó asesinar tu tito Adolfo o los congoleses masacrados por el rey belga o… (faltan blogs para citarlos todos). No contentándose con eso, aún imperializa, multinacionaliza, contamina, prostituye y destruye culturalmente a África en la actualidad. Todo ese infierno es lo que han provocado esos cuentos que tú y otros cretinos como tú os tragáis tan alegremente y tan peligrosamente difundís. El parecido entre un afrocentrista y un eurocentrista es que por lo general son ambos unos payasos más fanáticos aún que ignorantes. La diferencia es que el afrocentrista no tiene genocidios por los que responder.

En fin, chaval, que te dejo ya tranquilo para que te lamas las heridas con un consejo que se dice por mi tierra: “vigila la popa, porque te cabe tela”. Esto es Internet, una dimensión radicalmente opuesta a los circuitos de información a los que nos tenían acostumbrados y sometidos. Aquí los racistas y eurocentristas como tú no cuentan con la protección y difusión de las no menos racistas y eurocentristas universidades y editoriales, del mismo modo que los disidentes no nos vemos afectados por sus zancadillas y ostracismo. Lo que aquí cuenta es el argumento puro, algo para lo que no estáis preparados y que os saca de quicio. Por eso te aconsejo que la próxima vez que pretendas sabotear un proyecto ajeno te midas las fuerzas antes de hacer el ridículo. Pobre R.P., irrumpiste en mi casa de “sobrao” pero saliste R.I.P, y no me preguntes por donde te entró esa enhiesta y africana I.

Sinceramente de cualquiera menos tuyo y de los tuyos, Abercan