viernes, 12 de febrero de 2010

Caballo ibérico: otra noticia vacía

Una vez más (v. ardipithecus) hemos de denunciar anti-información en forma de anti-noticias que sólo pretenden sembrar confusión para mantener un statu quo. En este caso trataremos de un artículo publicado por la revista Molecular Ecology (11-2009): Ancient DNA reveals traces of Iberian Neolithic and Bronze Age lineages in modern Iberian horses. Como suele pasar, la principal objeción a este “descubrimiento” es que no descubre nada nuevo en absoluto pues tal teoría, el origen ibérico del caballo y/o de su domesticación, se lleva defendiendo desde amplios y respetados sectores académicos durante más de diez años. En todo caso, el trabajo que comentamos sería una muy modesta aportación al gran caudal de artículos que al respecto se han publicado y publican a nivel internacional, y no precisamente una de las más lucidas. Contiene tantos errores de forma y vicios de fondo que intentar glosarlos en un solo post me ha supuesto un retraso considerable en la publicación de otras entradas, y aún así no he cumplido mi objetivo. Necesitaría tanto espacio como una serie completa de artículos, y manejaríamos tantas fuentes de un nivel tan especializado (y en inglés) que en nada corresponderían a un simple comentario de actualidad para el gran público. Me limitaré entonces a subrayar algunas de sus más palmarias aberraciones, y lo haré además sin narrativa detectivesca ni preliminares.

Debemos empezar por la ideología que subyace bajo el artículo, pues sin tenerla en cuenta no entenderemos lo demás. Existe un paradigma cultural occidental-eurocéntrico que como vimos lo impregna todo, y que por Kuhn sabemos que se va a resistir con uñas y dientes antes de ser destronado. Dicho modelo proviene y es versión descafeinada de aquel que llamaron indo-germánico, que inventó un origen estepario centroasiático para lo que llamaban raza aria. El caballo entró a formar sin pretenderlo una parte importante de dicho paradigma, pues era el instrumento perfecto para explicar la actitud nómada y conquistadora de estos bárbaros del norte. Por esta razón, la especie Equus caballus hubo de ser originaria de “Ariolandia”, y por supuesto sus primeros domadores fueron indogermánicos. Afortunadamente los avances científicos (especialmente los genéticos) han puesto todo este montaje ario-equino en evidencia, siguiendo la reciente estela de derrotas generalizadas para el viejo paradigma. Como dije, hoy existen multitud de elementos (linajes D1 o C lusitano, razas Sorraia y Retuertas, etc.) que apuntan al origen ibérico del caballo como teoría aceptada por la mayoría de genetistas. Tras un breve paréntesis de desconcierto, la vieja escuela está intentando recomponer filas mediante trabajos como el que ahora comentamos, que han sido diseñados como elementos de perturbación informativa que frenen la debacle del paradigma eurocentrista. El proceso de formación del artículo que comentamos obedece punto por punto a esta ideología, reflejándose en cada uno de sus pasos.

- El equipo. Es capital reunir un equipo de académicos afectos al viejo eurocentrismo con la misión de efectuar el contraataque a las teorías equino-iberistas. Deben contar con genetistas, pues de ese gremio provienen las peores mellas al paradigma. Se ha procurado además un equipo multinacional y multidisciplinar para dar imagen de consenso y modernura. Pero sobre todos los autores destaca el fichaje de Juan Luis Arsuaga, pues implica que el propio capo di capi de la Arqueología española, palabra de Dios, reniega del origen ibérico del caballo y de su domesticación. Arsuaga ofrece además valores añadidos, pues con él y el resto de atapuercos el eurocentrismo está tan asegurado como el autobombo. Su participación explica entonces la masiva cobertura mediática española y las alabanzas que allí ha recibido el trabajo, tratado como si fuera el acabose de la equinología.

- El muestreo. La Genética tiene mucho que ver con la estadística, así que es vital la cantidad y calidad de individuos (muestras) que analizamos. Pero si lo que queremos es forzar un resultado concreto, existen modos de sesgar el muestreo. En este caso lo tenían muy difícil, pues ellos mismos reconocen que la mayoría de los trabajos anteriores habían arrojado resultados muy distintos de los suyos. Por eso su muestreo acabó reducido a una cantidad ridícula de 24 caballos, que guardan además una total desproporción: 2 caballos neolíticos de Cova Fosca (Castellón), 21 caballos de la Edad del Bronce (todos de un mismo yacimiento en Atapuerca), y 1 caballo medieval del mismo sitio burgalés. Sólo en caballos del Holoceno, ya en 1998 (Morales et al.) se contabilizaban 161 yacimientos peninsulares con su presencia. Lo más sangrante es que más de la mitad de estos lugares se sitúan en la mitad sur peninsular, pero los dos yacimientos aquí escogidos pertenecen al norte. Juzguen entonces si este muestreo puede representar a toda la cabaña equina ibérica, de cualquier época y región.

- Comparativa internacional. Otra constante en los estudios genéticos es servirse de resultados publicados para ampliar el alcance total del estudio. Una vez completado el análisis local se contextualiza en el tiempo y el espacio, y de nuevo podemos aquí aplicar sesgos para obtener un resultado determinado de antemano. En este estudio han invitado a caballos romanos, escitas, ingleses, irlandeses, noruegos, siberianos, coreanos y de Alaska, pero por lo visto les pareció superfluo incluir muestras de caballos bereberes, árabes, o siquiera sud-europeos.

- Sus conclusiones son precipitadas, delatando un evidente interés apriorístico por llegar a ellas. Según su teoría, el caballo sigue siendo domesticado por primera vez en Eurasia central, de donde probablemente proviene también como especie, y por consiguiente se somete al paradigma eurocentrista. Una rama de estos caballos en estado salvaje llegó a España y su rastro genético se refleja en la mayoría de sus muestras analizadas (linaje C lusitano), pero se mantendrá silvestre hasta la entrada por los Pirineos de caballos domesticados. Entonces cruzarán yeguas salvajes locales con sementales foráneos (“restocking”) dando lugar a nuestros linajes actuales. Reconocen también que vino una hornada de caballos proveniente del Norte de África pero, contra toda la literatura publicada, deciden que hay que datarla tan tardíamente como en el Medioevo. Como decían en El Gatopardo, “algo debe cambiar para que todo siga igual”.

Por supuesto pueden replicarme que yo no tengo la categoría de Juan Luis Arsuaga, y eso es bien cierto. Si yo fuera Arsuaga y tuviera su poder no habría hecho esa porquería de muestreo, sino que habría descolgado mi teléfono rojo y habría convocado muestras de adn equino de todas las épocas y desde los cuatro puntos cardinales de la Península. Si yo fuera Arsuaga movería también los hilos para conseguir algunas muestras magrebíes, porque sabría que el linaje genético más antiguo (D1) es mayoritario en Iberia y Berbería, porque están a 14km de nuestras fronteras y porque, caray, en un yacimiento de Atapuerca me aparecieron bueyes africanos. Además, si yo fuera Arsuaga estaría al día en la literatura que trata el tema que investigo y por tanto sabría (como se reconoce en el artículo) que con mi porquería de muestreo he llegado a conclusiones aberrantes para otros trabajos más extensivos y rigurosos. Sin embargo, sí hay algo en lo que Arsuaga coincide con la mayoría de nosotros: no es un especialista en genética de caballos y por tanto su firma estampada ahí es tan decorativa como lo sería la nuestra.

Este post llegó a su final. El caballo ibérico es un tema tan interesante que prometo dedicarle una serie propia donde haya cabida para satisfacer a los más interesados. Allí aparecerán encebros, yeguas preñadas por el viento, raza de Retuertas, linaje D1, etc. y tendremos ocasión también para volver a criticar este artículo con un grado mayor de detalle.