sábado, 15 de mayo de 2010

La tita X y el primo neandertal

Desde jovencito tuve claro que existían grandes similitudes entre los humanos prehistóricos y ciertas criaturas legendarias, y así veía al Yeti como un Homo erectus exagerado de pelos, o a los ogros de los cuentos como caricaturas de los neandertales. Desafortunadamente contamos con los desmitificadores oficiales para destrozar cualquier atrevida elucubración al respecto, pues para ellos la convivencia de humanos modernos con homínidos y otros humanos es sencillamente aberrante. Por comodidad metodológica, pero como veremos también por prejuicios ideológicos, los académicos prefieren trabajar bajo una ley que podemos denominar “1especie-1región-1período”, es decir, que no pueden existir dos especies humanas en el mismo tiempo y lugar, de tal modo que con la aparición del Homo sapiens moderno y su posterior expansión global la supervivencia de otros humanos estuvo rápidamente condenada al fracaso.

Descubrimientos recientes… y no tanto

Todo este planteamiento oficialista se vio gravemente amenazado con la publicación, en 2004, de los restos humanos aparecidos en la Isla de Flores (Indonesia), de los que ya he hablado y sobre los que internet está hasta la bandera de información. En resumen se trata de unos humanos diminutos que se parecen a una mezcla de erectus y habilis y que, ahí está lo sorprendente, vivió hace tan sólo 12.000 años. Este descubrimiento no caía en saco roto. En 1996 se dataron mediante uranio los restos del “hombre de Solo” de Ngandong (Java), conocido ya desde 1932, proporcionando edades entre 54 y 27.000 años de antigüedad. Lo llamativo aquí es que pese a su alta capacidad craneal y otros elementos modernos, aparte de las fechas, el hombre de Solo muestra otra gran cantidad de elementos propios del erectus asiático, siendo diagnosticado por unos como sapiens muy arcaico, como erectus progresivo por otros, mientras que para unos pocos se trataría de un mestizaje entre ambas especies. Por otra parte es también conocida la cadena de hallazgos de “neandertales tardíos” en el sur europeo, y sus repercusiones para el paradigma evolutivo. De una teórica extinción neandertal nada más pisar los modernos Europa (hace unos 40.000 años) acabamos pasando a aceptar, muchos a regañadientes, multitud de ejemplos de neandertales que, como en la Península Ibérica, habían sobrevivido cómodamente hasta hace 25.000 años. El mes pasado supimos de una nueva “incongruencia” entre especies, regiones y fechas, a partir del estudio de unos restos humanos provenientes de la cueva de Denisova (Montes Altai, Siberia Meridional). La noticia va de genes prehistóricos y se resume más o menos así: en dicha localización apareció una falange humana datada hace unos 48 ó 30.000 años, llamada “mujer x”. Su ADN mitocondrial ha sido analizado, y el resultado ha demostrado que pertenece a un linaje genético emparentado pero a la vez distinto respecto al neandertal o al humano moderno. Se trata además de un linaje cuyo origen ha sido remontado hasta el millón de años, si bien se ha hecho mediante los chapuceros “relojes moleculares”, lo que unido a su parentesco con nosotros y neandertalienses permitiría retratarlo como una especie progresiva de Homo antecessor. Sin darnos cuenta, hemos recopilado cuatro ejemplos unánime y académicamente aceptados (aunque no publicitados), que demuestran que hace tan sólo 30.000 años los humanos modernos compartíamos Eurasia, a veces en estrecha vecindad, con otros cuatro tipos más de humano: los habilinos de Flores, los erectinos de Ngandong, los antecessors de Siberia y los propios neandertales.

Evolucionismo y mestizaje.

Contrariamente a lo que se podría suponer, los académicos no se han rendido ante estas evidencias proclamando la invalidez de su paradigma “1especie-1región-1período”. Están tan cegados, y a la vez se saben tan dueños de nuestras opiniones, como para creer que estos cuatro casos (Flores, Ngandong, Denisova, Neandertal ibérico) podrán ser tenidos por excepcionales durante mucho más tiempo. Cuando encontramos este tipo de comportamiento obcecado entre los especialistas, debemos sospechar con fuerza la presencia de intereses ideológicos solapados.

Uno de las razones para aferrarse al viejo paradigma contra viento y marea es el evolucionismo llevado, como suele suceder, hasta el grado de dogma. Bajo esta ideología, porque eso es y no una forma de método científico, la hominización ha de ser representada como un proyecto casi mesiánico que nos habría sacado de la animalidad hasta llevarnos a la luna en cohete. Las especies homínidas y humanas hubieron de sucederse en ordenado turno, pues las formas nuevas son siempre consideradas evoluciones, adaptaciones, mejoras en definitiva respecto a las poblaciones “atrasadas”, las cuales son condenadas a su rápida extinción en un contexto de feroz competencia por los recursos. Es evidente que la convivencia prolongada de subespecies humanas impugna todo este planteamiento, porque evidencia que la aparición de subespecies nuevas no implica su total hegemonía en la región mediante una rápida victoria sobre otros humanos “rivales”. Si tenemos en cuenta que los humanos modernos comenzamos la andadura como especie hace unos 300.000 años, pero que hasta hace 30.000 aún coleaban poblaciones de habilis y erectus, deducimos que durante el 90% de su existencia la especie moderna ha convivido con otros Homo. ¿Podemos entonces seguir defendiendo el viejo esquema de un reemplazo biológico inmediato debido a nuestro éxito evolutivo?

El otro gran prejuicio que impide aceptar la convivencia de humanos modernos con otras subespecies afines atañe a los posibles mestizajes entre ellos, pues son entendidos como una amenaza a nivel tanto metodológico como ideológico. Si ya es difícil sostener la linealidad evolutiva que tanto desean los expertos en hominización haciendo uso de sus infinitas etiquetas y compartimentos estancos, qué decir si incorporásemos al cuadro posibles mezclas genéticas como quien aplica un difuminador sobre un mosaico de colores. Pero es aún más importante subrayar que los mestizajes también soliviantan al racismo que tan a menudo se embosca tras la investigación occidental. Haber compartido lecho con “yetis” y “ogras” es algo que nos resulta insoportable pues, en virtud al evolucionismo radical, los humanos modernos nos creemos hechos de la materia de los ángeles, culminación perfecta del proceso evolutivo, superiores en todos los aspectos a cualquiera de nuestros primos genéticos, y vencedores absolutos bajo la “ley del más apto”. Nuestra renuencia a aceptar las mezclas afecta a un humano tan próximo, en fechas, geografía y morfología, como es el neandertal. Sabemos desde hace tiempo de la existencia de humanos con anatomías intermedias entre ellos y nosotros (Moravia, Palestina, Portugal), pero esta información ha sido concienzudamente minimizada por los académicos. En concreto, el supuesto niño híbrido de Lagar Velho sufrió tremendo vapuleo desde los “papers” con una evidente intención de aviso para díscolos. Pero como los huesos seguían mostrando “incongruencias” indeseables, se decidió zanjar la cuestión derivándola hacia otro campo de investigación. Así, acometieron un proyecto “genoma neandertal” con el declarado propósito de demostrar de una vez por todas la incompatibilidad genética entre modernos y neandertales, aunque si damos crédito al notición de estos días, podemos decir aquello de que montaron el circo y les crecieron los enanos. La cosa es que el sr. Pääbo, máxima eminencia en estas lides, acaba de declarar que al menos un 1% de los genes modernos provienen de los neandertales, herencia que se eleva a un 4% en los euroasiáticos actuales, lo cual demuestra empíricamente que nos mestizamos con ellos.

La alternativa

Como suelo recomendar, lo mejor en estos casos de incertidumbre teórica es someterse a los criterios de plausibilidad, es decir, buscar la posibilidad más probable y no cerrarse a otras posibilidades tan o algo menos probables que las nuestras. Un rápido diagnóstico de la situación describe un viejo paradigma (1especie-1geografía-1período) que está siendo cuestionado básicamente por cuatro fenómenos (Flores, Solo, X y Neandertal). En los cuatro se demuestra la coexistencia en el tiempo de varios tipos de humano; en Siberia y Europa se demuestra además que dicha coexistencia fue muy estrecha geográficamente; y finalmente en el caso de los neandertales incluso está demostrada la hibridación. Es un inmejorable momento para reconocer que no sabemos ni la hora que es y que todas las cábalas que nos hicimos eran puro humo, lo cual no significa que renunciemos a ir apuntalando verdades genéricas al tiempo que abandonamos por fin posturas insostenibles. Para lograrlo debemos ponderar los datos disponibles en su justo valor. Hasta ahora nos hemos limitado a citar unos artículos y descubrimientos que cuestionaban el statu quo, pero incluso así corremos el riesgo de estar sometidos a un enfoque oficialista que se cree trasgresor. Por eso, aunque parezca contradictorio, hay que ser crítico incluso con las fuentes que nos han permitido desafiar el paradigma. Si lo hacemos descubriremos que la información proporcionada, aún siendo útil, está sesgada o infrautilizada.

Para empezar debemos abandonar la idea de que son cuatro casos aislados y excepcionales, para convertirlos en una pauta. Los académicos practican con ellos un positivismo atroz donde sólo pueden ser reconocidos, y con mil reparos, los cuatro hallazgos que han tenido el infortunio de descubrir. Tampoco se acepta para esas especies una localización distinta del yacimiento donde aparecieron sus restos ni una datación más reciente que la que estos aportaron. La pregunta es cuánto tiempo van a poder seguir manteniendo esta actitud de negación, cuando los casos se eleven a cinco, a siete, a diez más… Nosotros no debemos esperar, pues tanto ética como científicamente sabemos que con los casos hasta ahora disponibles ya es insostenible creer que a cada tiempo y región le ha de corresponder un solo humano y que, en caso de coincidir varias subespecies, una de las dos ha de resultar extinta en un plazo de tiempo breve. No sabemos cuál será el esquema definitivo, pero al menos sabemos que el tradicional ha de ser abandonado de inmediato por tendencioso y falto de empirismo. Sólo con esto habremos dado un gran paso en el terreno de las certezas.

Lo siguiente que podemos acometer es una especie de juego basado en la proporción entre cronología y morfología de las especies humanas, con especial atención a estos especimenes “anacrónicos”. La regla fundamental de este juego establece que si encontramos un tipo de humano en una fecha determinada, las subespecies humanas que evolutivamente le siguieron se han de dar por supuestas (aún sin yacimientos que lo corroboren) al menos hasta la misma fecha. Para entenderlo usaremos un caso tan exagerado como el del Homo floresiensis, que siendo tan reciente como de hace 12.000 años tenía una morfología afín al Homo habilis, un humano que “típicamente” se remonta más allá de los dos millones de años. Así pues, si en Flores sobrevivieron “habilis” hasta las puertas del Holoceno, no podemos negar el mismo destino para ergaster, erectus, antecessor, broken hill, heidelberg, georgicus, neandertal y cuanta especie humana le sucediera en orden de aparición. Más aún, la misma lógica nos permite defender la supervivencia de especies que, si bien eran muy distintas morfológicamente, fueron coetáneas al habilis (caso de los parantropos) y, por qué no, también la supervivencia (aunque no fuera hasta fechas tan recientes) de sus inmediatos ancestros australopitecinos. También nos es lícito suponer que si un habilis sobrevivió hasta hace 12.000 años, un erectus pudiera hacerlo hasta hace 5.000 y los sapiens primitivos hasta épocas plenamente históricas. Puede que alguno se pregunte qué relación guarda la morfología con la supervivencia, y en principio yo no me muestro especialmente favorable a que exista tal vínculo. Es a los oficialistas a los que les gusta sobremanera plantear la existencia como un reto a superar donde sólo sobreviven los fuertes, al tiempo que consideran a cada prototipo humano como superior de necesidad respecto a los anteriores. Siguiéndoles el cuento, debemos establecer que un individuo con una morfología tan arcaica como el floresiensis no pudo ser rival serio para los humanos posteriores, con mayor capacidad craneal, mayor corpulencia, mejor organización social y mejor desarrollo tecnológico. Por así decirlo, el evolucionismo radical concibe la vida como una larga partida de ruleta rusa, y cualquiera puede entender que no es igual de arriesgado jugar con la pistolita diez segundos que diez horas. Si el “debilucho” y “anticuado” sobrevive, ¿qué podemos esperar de las posteriores versiones mejoradas? Por añadidura, a medida que las especies humanas eran más parecidas a la actual aumentaban las posibilidades de mestizaje con nosotros por razones tanto genéticas como estéticas, lo cual les permitiría incorporarse a nuestro imparable stock, que a su vez no es sino otra forma más de supervivencia biológica.

En cuanto a las publicaciones concretas que nos han permitido desafiar el esquema oficial vigente, todas ellas comparten una serie de errores originados siempre por confundir los datos con su interpretación. Para ello nos detendremos en el modo en que obtienen muestreos de las distintas poblaciones, en cómo establecen parentescos entre ellos y en cómo finalmente asignan fechas en razón a los puntos anteriores. La principal limitación de la genómica prehistórica es la pobreza del muestreo disponible, carencia que en ningún caso está justificada por la inexistencia de candidatos a nuevos análisis. Para hacernos una idea, la totalidad de artículos que conozco que abordan el “genoma neandertal” en realidad se refieren a un ridículo muestreo compuesto por seis individuos: tres de Croacia y otros tres de Asturias, Rusia y Alemania respectivamente. Aunque suene a chufla, los “muestreos” de genes del hombre moderno paleolítico suelen ser aún más raquíticas. Como muestra propongo el caso de la “tita X”, pues es un estudio genético del más alto nivel que ha sido deducida, agárrense, a partir de los seis consabidos neandertales, de un (¡1!) moderno del paleolítico ruso, y de cinco individuos actuales. Hay decenas de neandertales y cientos de modernos paleolíticos a la espera de que les tomen el ADN, las pruebas ya no son ni tan difíciles ni tan caras, así que nada impediría triplicar por lo menos esta vergonzosa representación. Por razones tan mezquinas como siniestras los especialistas prefieren negarse a este deber y precipitarse a elucubrar parentescos y fechas. Pero están condenados al fracaso no sólo por su pobre muestreo sino por la incorrecta interpretación que hacen de los datos. Estos, en estado puro, no fabrican árboles genealógicos ni tablas temporales, sino que sólo constatan saltos diferenciales en el stock genético, las mutaciones, que coinciden o no entre las especies analizadas. Así sabemos que según las mitocondrias los saltos evolutivos entre nosotros y el neandertal son 202, respecto a la Tita X de Siberia hay 385 saltos, y si nos remontamos al chimpancé, nuestras divergencias contabilizan 1461 saltos. Aquí termina la ciencia y comienza la aberración, pues los ultras del evolucionismo han llegado a convertir en eje de su metodología algo diametralmente opuesto a la esencia misma del darwinismo: suponer plazos de tiempo fijos para cada salto diferencial, es decir, la regularidad de algo tan casual como una mutación. A partir de aquí crean “relojes moleculares” para ponerles fecha a la aparición de las subespecies humanas, de lo cual ya he hablado en otra ocasión. En todo caso, ningún método puede proporcionarnos la fecha de aparición de una especie, porque se ha demostrado (precisamente mediante genética) que no se trata de procesos puntuales sino muy dilatados en el tiempo, y no siempre graduales ni unidireccionales. Con este breve análisis parece demostrado que esta bibliografía sobre humanos “anacrónicos”, pese a sernos sustancialmente útil, demuestra graves carencias tanto de seriedad empírica como de imaginación deductiva, y esto sin duda perjudica el potencial de los datos que maneja.

Conclusión

¡Qué cómodo era aquello de “Habilis-África-2millones/años-Olduvayense”, “Erectus-África-1m.a.-Achelense”, “Neandertal-Europa/Oriente-500.000años-Musteriense”, y “Cromañón-Europa-40.000años-Auriñaciense”! Qué armónico todo, qué profiláctico, y a la vez qué falso. Esta obsesión crono-clasificatoria llegaba al extremo de imponerse incluso entre los humanos de inicios del Pleistoceno. Confieso que era ya adulto cuando descubrí que hace millón y pico de años, en las riberas del lago Turkana, convivían los Homo erectus, habilis y rudolfensis con sus parientes los parantropos, que allí cazaban y abrevaban a metros de distancia sin necesidad de aniquilarse, y que esta idílica situación se sostuvo durante decenas de miles de años. Como vemos se trata de una estampa muy temprana evolutivamente hablando, que en nada debería dañar nuestra preconcepción del humano moderno como humano “superior” y jamás sometido a mestizajes “zoofílicos”, y sin embargo es evidente que los académicos se esfuerzan por silenciarlo. Este conocimiento sólo se consigue digiriendo auténticos ladrillos bibliográficos y/o después de haber interiorizado perfectamente todas las fechas relacionadas con todos los tipos de homínidos a lo largo de los cinco continentes. Pero no se divulga, no se pone a todos estos humanos juntos en las maquetas, documentales y recreaciones de museos y manuales, no vaya a ser que el gran público establezca por su cuenta que esta convivencia entre humanos, lejos de ser excepcional, hubo de ser la norma incluso cuando nuestra subespecie, los modernos, habíamos hecho aparición.

Por supuesto mi postura no es la del cripto-zoólogo (en este caso más bien cripto-antropólogo): me sobran los bigfoots y los hobbits para defender todo lo dicho hasta ahora. Pero una mente no contaminada de prejuicios debe sentirse inquieta ante algunos fenómenos que sí parecen enlazados. El ejemplo más claro es la leyenda sobre el orang pendek, un humanoide peludo y enano en el folclore de la misma isla de Flores donde apareció un erectino/habilino de iguales características. Calculadora en mano, si una especie demuestra estar presente en fósiles desde hace más de dos millones de años hasta hace sólo 12.000, ¿no una cuestión de ínfimos detalles estimar su extinción 10.000 años arriba o abajo?, ¿no es acaso posible que este orang pendek sea una adaptación legendaria de un ser que hasta tiempos históricos sobrevivió en lo más recóndito del bosque? Del mismo modo, y ahora que sabemos que nuestro ADN es en un 1-4% de origen neandertal, es plausible considerar que algunas poblaciones de modernos, sobre todo europeos, retuvieran algunos de los más marcados fenotipos de esta subespecie, incluso en una cantidad mayor que los actuales, y que por esto hubieran sido arrinconados también a zonas de difícil acceso. ¿Pudieron estas comunidades alimentar el mito de los ogros, gigantes, orcos, etc.? Es evidente que no contamos, aún, con el esqueleto de un neandertaloide para fechas históricas, pero sí contamos con un Homo habilis indonesio a las puertas del Holoceno, en las mismas fechas en que los natufienses palestinos ensayaban la agricultura y los japoneses jomon modelaban la primera cerámica. A algunos eso nos basta para dejar entornada la puerta de la duda.

2 comentarios:

Sr. RParrilla dijo...

Es un placer leer tu blog. Los que ahora nos preparamos para ser historiadores y participamos de la visión crítica de una "pre"historia (unas 2 o 3 personas en mi querida Universidad de Sevilla jajaja) basada en lo que las escuelas francesas nos han querido contar te apoyamos.

El principal problema con el que nos topamos los que buscamos la realidad es que la nueva religión, la ciencia, se ha transformado en un dogma (como buena religión) y luchar contra ello es muy duro pero a uno le reconforta encontrar a gente que mas o menos comparten su visión o que al menos son capaces de reconocer que algo no cuadra en los esquemas históricos.

Por último, sólo saber si dispone de alguna publicación externa al blog (siempre que no dañe el anonimato que veo que pretende guardar).

Un cordial saludo

Abercan dijo...

Querido amigo, lo que de verdad es un placer es recibir apoyos como el tuyo. Es cierto que el aparato cultural no pone las cosas fáciles, y es cierto que los disidentes somos en consecuencia cuatro gatos. Lo importante para mi es que nos unamos en esa común perspectiva crítica más allá de nuestros puntos de vista pues estos han de ser necesariamente diversos. No pretendo que suscribáis cada una de mis ideas sino, como bien dices, que al menos seamos capaces de reconocer que algo no cuadra. En cuanto a tu última pregunta, no, no tengo nada publicado fuera de este humilde blog. Lo que si te puedo asegurar es que si un día me quieren publicar será con la condición de que me permitan colgar una copia gratuida en PDF para mis lectores del blog (Almuzara por ejemplo lo permite). Un abrazo y vuelve pronto a esta que es tu casa. Abercan.