miércoles, 17 de marzo de 2010

Un voto de confianza

Antes de comenzar, quiero advertir a los que detesten el tono confesional que harían bien en saltarse este post porque lo que viene a continuación es bloguerío puro y duro, tipo “querido diario:”. Hecha esta aclaración, no por mantener un tono informal y cercano me pienso alejar de la temática afroibérica, de hecho la abordo en su sentido más profundo, así que estas líneas pueden ser de gran utilidad para entender el propósito y el humilde valor del blog Afroiberia.

Ni toda una generación de sabios sería capaz de desmontar el actual paradigma de autolegitimación eurocentrista, racista, machista, presentista, materialista, y miles de –istas más que se proyecta sobre nuestro pasado remoto. Esta hidra intelectual cuenta con una cabeza en cada sub-despacho de cada especialidad académica, así que lo justo sería reclamar una imposible paridad que contara con un mismo número de especialistas, pero esta vez con una clara vocación pro-africana. Aún así, y seguimos en el territorio de lo utópico, su trabajo se centraría durante años en la deconstrucción del paradigma eurocéntrico, no en la construcción del suyo propio. Es más, las ideas oficialistas cuentan con una obvia ventaja gubernamental, mediática, simbólica, etc. que conduce inexorablemente a que el más débil de sus argumentos requiera titánicas y extensas refutaciones para ser mínimamente cuestionado. Investigar a contra pelo de las asunciones vigentes requiere centuplicar la cantidad y calidad de datos a nuestro favor. Por si fuera poco, estas vicisitudes repercuten sin remedio en la actitud psicológica de los investigadores anti-eurocentrismo, pues vivir sólo para perseguir embustes y acalorarse desmintiéndolos no lleva precisamente a la felicidad. En España no se si dicha generación de sabios africanistas ha nacido, si la encarna ya algún adolescente hispano-senegalés o alguna barcelonesa recién matriculada en Historia, pero por el momento su voz es nula en el escenario historiográfico. Cuando florezca y de frutos, ojalá sea pronto, el stress antes descrito nos conducirá a un largo proceso constatado en otros países más avanzados en estas cuestiones, una criba con muchas bajas en el camino. Algunos de estos contestatarios acabarán condenados a actitudes agrias y desconfiadas, otros por el contrario se rendirán ante la dulzura de ficciones más o menos consoladoras, y paradójicamente ambos grupos coincidirán en restar méritos a la verdad intelectual que pretenden defender. Con todo, y a pesar de que el tiempo acaba equilibrando dichos extremos, en naciones con una dilatada tradición africanista se sigue constatando la necesidad de esa doble vía de acción ideológica: la de la lucha y la de la autocomplacencia. Sin alguna de las mitades la investigación pierde sentido.

Si todas estas dificultades son las vaticinadas para un hipotético batallón de futuros afroiberistas, algo parecido pero agravado es lo que se puede esperar para una iniciativa particular (y fuera de su tiempo) como es el blog Afroiberia. En mi despacho se apilan fichas y recortes, y en mi cerebro se acumulan lecturas e interconexiones, que me permiten tener una visión de la antigüedad afroibérica muy distinta de la que oficialmente se postula. Otra cosa bien distinta es contar con los medios, tiempo y talento suficientes para plasmarla en el blog. Se cosas que no puedo explicar, pues para hacerlo necesitaría millones de palabras y con ellas irremediablemente mataría al lector de puro aburrimiento. Además, si dedico todos mis esfuerzos a refutar punto por punto el paradigma vigente, tarea imposible por otro lado, ¿qué queda del disfrutar y expandir mi propia vivencia del universo afroibérico? Mi deseo y mi obligación es el dedicarme por igual a una y a otra tarea, así que los ácidos artículos desmontando teorías oficialistas se tienen que compensar con otro tipo de post, introductorio, visual, coreográfico y divulgativo, que necesariamente tiene más empeño en la descripción de elementos que en su farragosa justificación. Se que vuelvo a este asunto recurrentemente y que muchos de los usuarios del blog lo podrán interpretar como una ya innecesaria auto-exculpación. Me propongo una y otra vez que voy a pasar de todo, que saltaré de una temática a otra, de un formato a otro y de un tono a otro, pero lo cierto es que al final tiendo a abusar de los sesudos artículos refutando doctrinas oficiales. Y lo hago porque siento la invisible presión de un tipo de lector que, para qué engañarnos, jamás podrá sacar provecho de mi Afroiberia: aquel que se encastilla con orgullo en el eurocentrismo dominante y que me exige infalibilidad papal para no considerarme un pirado más de la web. Esta confesión o queja no es gratuita. A menudo esa presión es la causante de ciertos parones en el ritmo de publicación de posts, pues la perspectiva de justificarlo todo, ya, y hasta sus últimas consecuencias, paraliza cualquier proyecto, más aún uno tan personal, extraacadémico y con las limitaciones heredadas de su autor como el que representa este blog.

Me encuentro por consiguiente en el mismo dilema que los africanistas, y tercermundialistas en general, de cualquier cultura y continente: necesito transmitir mi particular “película” de lo que fue nuestro pasado remoto, y no puedo esperar a justificar cada uno de los elementos que considero imprescindibles en la escena. La única manera que concibo de resolver tal dilema consiste en establecer complicidades con mis lectores, conseguir que capten mi personalidad e intenciones y se identifiquen hasta cierto punto con ellas. Si logro transmitir la mecánica de mis razonamientos, si publico una considerable cantidad de entradas cuyos argumentos son considerados al menos decentes, puede inducirse que otras afirmaciones defendidas en el blog tengan el mismo fundamento, independientemente de si su defensa ha sido ya publicada, si lo será en el futuro, o si francamente no existe posibilidad material de hacerlo nunca. Para lograrlo necesito de mis lectores un voto de confianza, algo traducible a: “si este tipo lo dice por algo será, porque cuando escribe sobre temas que sí domino me demuestra seriedad en sus hipótesis”. También apelo a mi propia realización y felicidad. No olvidemos que ni percibo un sueldo por mis estudios, ni dependo de jerarquías de ningún tipo, ni pertenezco a cofradía, ni cuento aún con un club de fans que me obligue a mantenerme en el candelero. Trabajo literalmente por placer, y tanta crítica cascarrabias no me lo acaba de proporcionar.