martes, 31 de agosto de 2010

Afroiberia social 5. Estimaciones demográficas para el Pleistoceno y Holoceno inicial.

A lo largo del blog he repetido varias veces que para mí la sociedad es “el modo de administrar muchedumbres”. Mucho más que el patrón de asentamiento, la actividad productiva o el tipo de autoridad que los guía, lo que realmente determina que una sociedad sea radicalmente distinta de otra es el número de habitantes que la componen. Por eso me parece lógico que, antes de aventurar hipótesis en torno a las posibles estructuras sociales que se dieron en nuestro pasado remoto, deberíamos ponernos al día sobre la evolución demográfica en Afroiberia durante esos períodos. Es sin embargo sorprendente el escaso número de estudios publicados sobre el tema, y más aún si los comparamos con las elaboradísimas teorías y los ardorosos debates que sobre los tipos de sociedades prehistóricas se publican a cada momento. Nuestros arqueólogos pretenden entonces hacer (paleo)sociología de espaldas a la demografía, algo aberrante para el resto de las llamadas ciencias sociales, y lógicamente sus resultados son cuanto menos desatinados y caprichosos, aunque también malintencionados. Porque este vivir ajeno a las cifras permite a los académicos inventar, o negar, cualquier sociedad que les plazca para cualquier periodo que necesiten según sus intereses eurocéntricos, presentistas, etc., pero también según sus más bajas miserias profesionales. Así, como su tendencia a la vagancia y su miedo a los descubrimientos comprometedores les llevan a no prospectar ni el 0.5% de lo arqueológicamente aprovechable, les conviene defender unos cálculos demográficos insultantemente bajos. Como ya vimos, este positivismo arqueológico (“si no lo he excavado no existe”) les ha llevado a límites tan disparatados como afirmar un vacío poblacional a determinadas regiones y etapas de la Península. Palmario es el caso del Bronce andaluz (no argárico), donde la total desidia por excavar era defendida alegremente con uno de esos supuestos vacíos poblacionales… hasta que fortuitamente salieron la luz decenas de yacimientos de ese período. Otro caso típico de positivismo es el de los estudios que aventuran redes y jerarquías entre los asentamientos de una región, cuyos autores suelen tener tanta prisa por imponer su paradigma que fingen ignorar que los yacimientos con los que juegan no supondrán ni el 20% de los que dentro de una década se habrán descubierto. Por último es necesario añadir que el mentado eurocentrismo, el complejo de “tío tom” que tienen tantos especialistas nacionales, les obliga a mostrarnos un pasado ibérico casi despoblado, y por tanto incivilizado de necesidad, a la espera de que fenicios, celtas o romanos impusieran aquí sus dichosos “reemplazos poblacionales” para generar sociedades como dios manda.
Chimpancés y esquimales
En el post Afroiberia Social 3 debía determinar el número de componentes de cada banda de cazadores-recolectores, y mi estrategia fue recurrir a los chimpancés: si ellos forman grupos de hasta 150-200 individuos, es incuestionable que los humanos siempre fuimos capaces de formar grupos mayores. Las evidentes ventajas que sobre nuestros primos mostramos en lo tecnológico, lo identitario o lo simbólico me permitieron elevar a 300 individuos la banda típica de cazadores-recolectores prehistóricos, desde al menos H. Ergaster hasta bien entrados el Holoceno. Mi hipótesis era totalmente opuesta a la que se sostiene desde los departamentos, donde incluso autores jóvenes considerados heterodoxos como J. Ramos estiman “grupos locales de 15 a 75 personas, formados por una o dos familias extendidas”. De hecho, y como dije en aquella entrada, la literatura oficialista sólo acepta identidades locales (“poblados”) de 300 individuos, y en nuestra Península, a partir del III milenio a.C.
Cuando me vi en la tesitura de calcular cuántos de esos cazadores-recolectores había en la Afroiberia prehistórica volví a acordarme de mis queridos chimpancés: ¿podrían ayudarme también ahora? El primer paso en mi estrategia ha sido investigar la densidad de población chimpancé en los tramos de selva y sabana donde habitan: del mismo modo que nuestras bandas de cazadores-recolectores eran mayores que las suyas actuales, es lógico que también nuestra densidad de población fuera mayor. Para obtener resultados no son necesarios grandes alardes intelectuales, basta picar en google “chimpanzee population km” y entre los primeros resultados aparecerá una página conservacionista con valiosos datos y una bibliografía rigurosa. Allí nos dan varias densidades de población chimpancé en distintos puntos de África y, tras hacer medias de las cifras, y media a su vez de esas medias, podemos decir que la densidad de población chimpancé en entornos medianamente propicios es de 1,226 individuos por kilómetro cuadrado, si bien la cifra puede subir a 2,74 i/km², o bajar hasta 0,29i/km².
El siguiente paso era calcular la superficie total de Afroiberia, lo cual no es tan fácil como suena por estar compuesta de partes de países, de regiones y hasta de provincias. Se pueden establecer muchos tipos de cálculos, pero en general podemos decir que su superficie no baja de los 160.000 km². El tercer proceso es simplemente calcular cuantos habitantes caben en esos 160.000 km² bajo la ratio chimpancé de 1,226 i/km². Por supuesto no me he vuelto loco. Se que para el caso chimpancé muchos etólogos pueden replicarme que es una especie animal que necesita biotopos que no se dan por igual en toda Afroiberia, y que por tanto mi cálculo sería desproporcionado: “En Afroiberia podría haber, sí, colonias de chimpancés con esa densidad de población, pero no ocuparían sino una pequeña parte de dicho territorio”. La cuestión es que yo me valgo de la densidad demográfica de los chimpancés pero para aplicarla a las sucesivas especies de Homo, las cuales en absoluto padecen dichas barreras climáticas, dietéticas y etológicas, para los cuales la presión de los predadores ha desaparecido virtualmente gracias al fuego y la tecnología lítica, etc. Afroiberia es una región tan fértil y templada que dudo incluso que los chimpancés tuvieran tantos problemas para poblarla de cabo a rabo, así que no digamos si los sustituimos por esa plaga que siempre hemos representado los humanos. Liberados de complejos, seguimos al fin con nuestras cuentas de la vieja hasta obtener una población total de cazadores-recolectores afroibéricos y prehistóricos de nada menos que 196.000 habitantes, redondeados a 200.000h. por aquello de la nemotecnia. Lo cierto es que hay que pellizcarse para comprobar que no estamos soñando, ya que es frecuente encontrar publicadas barbaridades como que la población humana en toda la Península durante el Paleolítico Superior no superaría los 5.000 habitantes, de los cuales supongo que a Afroiberia no le conceden ni 2.000. Entre 2.000 habitantes y 200.000 media un mundo… ¡Incluso durante la edad de los metales se resisten a estimarle a Iberia más de medio millón de almas, y yo vengo con 200.000 paleolíticos sólo para su tercio sur!
¿Cómo explicar esta diferencia tan atroz en los cálculos? Por lo que me toca reviso mis notas y no sólo las reafirmo sino que incluso descubro haber dado siempre estimaciones a la baja: unas densidades propias de chimpancé, no de humano, y una superficie afroibérica calculada muy modestamente. Por el lado opuesto, los cálculos oficiales son debidos a que los especialistas se han dedicado (en parte con buena intención y en parte porque justificaba como vimos su pereza) a los estudios de “etnología comparada”. Según ellos, el mejor referente para comparar con aquellas sociedades paleolíticas son los cazadores recolectores contemporáneos. Parece que no caen en la cuenta que sus esquimales, sus koisánidas o sus amazónicos actuales son poblaciones relictas, acorraladas por la voraz civilización a entornos muy hostiles, aislados y extremos. Por tanto sus densidades de población, viviendo en bloques de nieve, ardientes desiertos o selvas infranqueables, son necesariamente bajas, desde lo razonable (0,83h/km², pigmeos mbuti) a lo más exagerado (0,015 h/km², tulaqmiut de Alaska). Debemos sin embargo suponer que, cuando todo el planeta era cazador-recolector, en las zonas con valles fértiles y costas de clima templado (Afroiberia entre ellas) la densidad de población humana hubo de ser bastante superior. Por sentido común me resisto a pensar que aquella Afroiberia pleistocénica, refugio paradisíaco para todo aquel que huyera de las glaciaciones, tuviera una densidad de población como la que hoy presentan el Desierto de Namibia o los glaciares de Terranova. En un alarde negociador podría bajar mi estimación a la mitad, 100.000h., lo que supondría una densidad de población de 0,6 h/km², menos que los pigmeos mbuti y la mitad de la de los chimpancés. Pero incluso claudicando hasta esos extremos, los 2.000 afroibéricos paleolíticos que estiman los académicos, (0,01 h/km²), representan un escandaloso e infinito abismo que sólo desde el bando contrario pueden solucionar.
Ejercicio de visualización
Los que me leen a menudo saben que me gusta mucho proponer “experimentos caseros”, porque no sólo suponen un aprendizaje más entretenido, sino porque a veces son la única forma de hacernos percibir el Pasado Remoto más allá de lo meramente conceptual. De nada me sirve que el que consulte este artículo pase incómodo por tanto número hasta acabar borracho. El experimento o aplicación de hoy consistirá en intentar ver estos 200.000 afroibéricos a vista de pájaro y cómo podrían distribuirse por nuestras tierras. Es normal que mi propuesta demográfica provoque agobio, porque de lo que se trata es de embutir 200.000 tipos donde antes campaban a sus anchas (¡y tan anchas!) sólo 2.000. Tenemos la sensación de que andarían todos encima de los demás, chocando continuamente en sus excursiones, arrebatándose mutuamente el alimento y por consiguiente viviendo en una continua lucha y hambruna. En muchos sentidos esa sensación me beneficia porque pone de relieve la importancia de la demografía en la aparición y desarrollo de las distintas sociedades: instintivamente sabemos que cuantos más seamos más coordinación necesitaremos para no sucumbir al caos destructivo. Sin embargo, vamos a demostrar muy tranquilamente que tal inquietud es infundada, que había sitio para 200.000 habitantes, o para 200.000 más, viviendo una holgada y libre existencia de cazador-recolector.
Lo primero que tenemos que hacer es aprender a contar como las gallinas. Dicen que estas aves no saben contar más allá del 3, pero que se las componen con mucha habilidad para controlar sus polluelos, formando con ellos grupos de tres o de menos integrantes (los dos blancos, los tres amarillos, el de la mota negra, etc.). Del mismo modo, yo no se que suponen 200.000 personas así a bote pronto. Necesito convertirlo en unidades menores, y nada mejor que utilizar los 300 individuos que ya estimamos para cada banda pleistocénica. 200.000 habitantes se convierten en 667 de esas bandas o, dicho de otro modo, por Afroiberia merodeaban durante el Paleolítico una media de 650 bandas de cazadores recolectores, de unos 300 individuos cada una. Podemos asimismo desglosar visualmente la propia banda local, estimándola como unas 50 familias nucleares con un promedio de 6 individuos cada una (papá, mamá, tres hijos y un abuelo). Con cálculos igualmente sencillos podemos también estimar que a cada una de estas 650-667 bandas locales le correspondía un territorio nuclear de unos 530km², el equivalente a un cuadrado de 23km de lado (algo que sin pretenderlo coincide con aquellos “foragers” de Bindford). Pero tanto la etología como la etnología nos demuestran además que el territorio real de un cazador-recolector es mucho más amplio, porque todos los grupos se solapan con los demás y se someten a un consecutivo intercambio de territorios en su nomadeo. Sólo con extender ese cuadrado 7km en cada lado, ya obtendrían un territorio (parcialmente compartido) de 900km².
La cantidad de población no es un problema en sí sino que depende de los recursos, y por tanto habrá que preguntarse si Afroiberia era capaz de soportar tanta demanda de alimentos. Afortunadamente no es lo mismo que intentemos calcular si los 160.000km² afroibéricos podían alimentar a 200.000 personas, que hacer uso de los datos anteriores y calcular si un cuadrado de 23km de lado puede proveer alimento a 50 familias. Llegados a este punto, cada cuál debería escoger la comarca a la que pertenezca para comprobar sobre un mapa que le sea familiar qué supone ese territorio de 530km² del que disfrutaría cualquier banda afroibérica. En mi caso me siento familiarizado con Cádiz, Granada y Málaga, así que sobre ellas facilitaré, para los más vagos, las puntas de algunos posibles “cuadrados”
- Cádiz-Jerez-Trebujena-Chipiona.
- Granada-Láchar-Agrón-Padul.
- Málaga-Álora-Coín-Mijas Costa.
Mi percepción es que con esa superficie pueden alimentarse cincuenta familias perfectamente bien cada día. Tengamos en cuenta lo que tantas veces repito, que no éramos héroes sino omnívoros oportunistas, lo cual nos daba unas posibilidades alimenticias ilimitadas. No íbamos todos en manada buscando al mamut o al reno, eso lo dejamos para otras latitudes o, mejor aún, para las películas. Parémonos a pensar cuántos alimentos silvestres y sencillos se consumen todavía en los entornos rurales: caza de conejos, perdices, y pajarillos, recolección de espárragos, setas, palmitos, tagarninas, almencinas, madroños, bellotas, huevos, miel, etc. Sumemos ahora todo aquello que ahora tenemos privado de la mesa por tabúes culturales: lagartos y serpientes, ratas y ardillas, bulbos y raíces, lombrices y escarabajos, todo un universo dietético que hoy nos costaría reconocer como tal. Claro que también se daba caza al cochino, al caballo o al ciervo, y en épocas anteriores también al hipopótamo e incluso al mastodonte, pero ni por asomo suponían la base de la dieta. Lo que realmente tenemos son 50 familias por banda, lo cual nunca supondría más de 70 cazadores efectivos ante un bicho peligroso (contando los 50 machos adultos y 20 más entre mujeres, niños y ancianos). Francamente no me parece una cifra suficiente para tomar riesgos innecesarios cuando encuentras la misma cantidad de proteína con sólo levantar una piedra. Estas bandas de cazadores-recolectores, y las que aún sobreviven, obedecían como las de los chimpancés al denominado patrón de “fisión-fusión”, donde el grupo se reorganiza cada vez que afronta nuevos retos, sea a diario o durante temporadas más extensas. 50 familias cuyos integrantes se separaban temporalmente para establecer relaciones con otros miembros de la banda bajo la excusa de ir a por alcaparras o a coger pájaros con red. Cada “comando” volvía de su misión con parte del botín para compartir, con lo cual todos se beneficiaban de las actividades del resto y podían recibir sin esfuerzo una alimentación muy variada. Otros se quedarían en el campamento base protegiendo a niños, enfermos y ancianos, y sólo por eso también merecerían parte de lo cazado o recolectado por las diferentes partidas. En definitiva, 530km² de Afroiberia daban para alimentar de sobra a aquellas 300 personas.
Por si no lo han notado, he evitado hablar de las costas hasta este momento. El mar supone una fuente de alimentos sin parangón en el interior continental, a la vez que una bendición para las comunicaciones humanas. Por eso todos los demógrafos coinciden en que las zonas costeras son siempre las más pobladas, da igual el tipo de sociedad o el grado cultural-histórico que se trate. En el tiempo de los cazadores recolectores afroibéricos hubo más en la costa que en interior, y en el tiempo de los bético-romanos hubo también más en la costa que en el interior. Lo mismo puede decirse de las zonas de clima benigno respecto a las rigurosas, o de las zonas regadas por caudalosos ríos respecto a las que no lo están. Afroiberia reúne esas tres condiciones favorables para que su densidad de población fuera alta. Dejando de momento el asunto de los ríos, porque podríamos entrar en controversias geo-climáticas, parece evidente que, sea con los niveles eustáticos más arriba o más abajo, Afroiberia siempre ha sido una región eminentemente marítima: actualmente contamos con no menos de 1.500km de costas. La riqueza que el mar proporciona es tanta que, cuando un grupo humano se dedica a explotarlo, su espacio vital deja de necesitar superficie, abandonando el interior continental casi en su totalidad para centrarse en las playas, y esta es otra ley recurrente que conocen de sobra los antropólogos. Cuando antes establecí un “cuadrado” para ciertas zonas de Málaga o Cádiz mentí temporalmente: en una zona de explotación costera estas bandas no habrían organizado su territorio de esa manera. En realidad (cojan si quieren el Google Earth) con unos escasos 300m. lineales de playa hay alimento de sobra para una familia de 6 miembros. Para comprenderlo habrá que refrescar algunos datos sobre las condiciones bio-climáticas y tecnológicas de aquella época respecto al mar, asunto que está bochornosamente minimizado. En lo que respecta a la pesca, los yacimientos muestran, ya sea como restos de comida o como adornos, multitud de huesos de grandes peces que tuvieron que ser necesariamente capturados mediante embarcaciones de bajura, lo cual no debería causar sorpresa en un blog que tanto reivindica la llegada humana vía Gibraltar. Si nos referimos al marisqueo, nuestra actual situación ecológica nos impide imaginar los infinitos racimos de lapas y mejillones que, con más de un palmo de valva, aparecían en cualquier roqueo afroibérico de la época. Y finalmente hay que volver a aquellos alimentos que hoy nos negamos a reconocer como tales (algas, pepinos de mar, huevos de gaviotas y garzas, etc.) o que simplemente no nos esperamos para estas latitudes (focas, cetáceos varados en la playa, “pingüinos” alca, etc.), por no hablar de la sal (auténtico oro blanco para la conservación de alimentos) y su más que posible intercambio con bandas del interior. Por todo lo dicho, y considerando que aquellas familias vivían en régimen de banda solidaria y no en plan “a cada uno su caleta”, podemos convenir un territorio de 15km de playa por banda costera, con no más de 5km tierra adentro. Esto supone que sus territorios se limitaban a unos 75km², siete veces más pequeños que los de interior con sus 530km². Por si fuera poco, dados nuestros 1.500km. de costas totales habría sitio en Afroiberia para 100 de estas bandas costeras, lo cual supone una enorme modificación del esquema demográfico tal y como lo planteamos originalmente. Y es que la suma de espacio territorial “liberado” por esas 100 bandas marengas ascendería nada menos que a 45.000km², un 28% de la superficie total afroibérica, los cuales permitirían una reorganización demográfica del interior mucho más holgada. Parece entonces demostrado que la condición eminentemente litoral de Afroiberia corrobora aún más las “revolucionarias” propuestas demográficas que defiendo en este artículo.
Resumen de datos (aproximados)
Superficie total de Afroiberia: 160.000 km²
Población total afroibérica, para Pleistoceno y primer Holoceno: 200.000 hab.
Densidad media de población: 1,226 hab/km² (igual que los chimpancés)
Número de individuos por banda: 300 (50 familias de 6 miembros cada una)
Territorio medio por banda: 530 km²
Número de bandas totales: 650
Si además tuviéramos que desglosar diferentes tipos de bandas, territorios y densidades dentro de Afroiberia, pienso que el siguiente esquema resultaría bastante plausible:
Bandas costeras (número estimado:100 bandas).
- Territorio por banda: 75 km²
- Densidad de población: 4 hab/km² (igual que Libia hoy)
Bandas de interior comunes (número estimado:450 bandas).
- Territorio por banda: 530 km²
- Densidad de población: 1,226 hab/km²
Bandas de interior en entorno “adverso” (número estimado:100 bandas).
- Territorio por banda: 985 km²
- Densidad de población: 0,3 hab/km² (igual que pob. rural Andes Patagónicos hoy)

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