sábado, 7 de mayo de 2011

Eurocentrismo atapuerco

Hace un par de días tuve noticias, por mi amigo Javier, de la nueva jugada de los de Atapuerca, o al menos de uno de sus directores, Bermúdez de castro. El más discreto de los tres, el que ni duerme en los platós televisivos ni calza salacot hasta en la ducha, ha decidido que también quiere su minuto de gloria-ridículo, aún a riesgo de provocar un divorcio en el seno del feliz trío burgalés. La noticia y el reto consisten en la publicación, junto a Martinón-Torres, de un artículo (Journal of Human Evolution) en el que defienden que uno de los especimenes de Homo antecessor de Atapuerca, en concreto el más antiguo, no es realmente un antecessor. De hecho, llegan a insinuar que “podría no pertenecer a ninguna especie conocida” (ya saben, la irresistible fiebre bautismal, ojalá no le pongan Homo burgalicus). La mandíbula de 1.2-1.3 millones de años aparecida en la Sima del Elefante no sólo no sería de Homo antecessor, sino que tendría para ellos más parecido con especimenes de Homo erectus asiático y de Homo Georgicus (Dmanisi, Georgia) que de Homo ergaster o erectus africano. De ahí pasan a concluir que la Hominización tal como se viene entendiendo necesita un fuerte replanteamiento, cuyo principal objetivo es dudar del origen africano de los humanos aparecidos en Asia y Europa, así como reivindicar una cuna autóctona para estos últimos desde la misma aparición del género Homo. Añoranza multirregionalista pura y dura, antiafricanismo sin pelos en la lengua que los propios autores primero, las agencias luego y los medios finalmente se apresuran en propagar. Como siempre, mi tarea consistirá en separar grano y paja, datos y conclusiones ideológicas, a ver si lo uno sustenta a lo otro.

Los hechos

He escrito ya muchas entradas sobre el análisis morfológico de huesos de humanos y homínidos (v. etiqueta Hominización). En concreto las tituladas Los piños de “Adán”, ¿Chinos o africanos?, Atapuercos en Orce o La tita X y el primo neandertal  hacen referencia a noticias de ofensiva eurocentrista muy similar a la que ahora analizamos, y en ellas aparecen muchas ideas perfectamente aplicables a este caso que no conviene repetir si queremos que este blog avance como proyecto. En este artículo nos limitaremos a describir y evaluar las especies humanas implicadas en la comparación de Bermúdez de Castro y Martinón-Torres (erectus asiático, antecessor, georgicus, etc.). Debemos preguntarnos en qué consisten realmente cada una de esas etiquetas, si tienen un contenido semántico real, una definición universalmente aceptada entre la comunidad científica. Desde ya anticipo que encontraremos todo lo contrario: terminologías vagas, contradictorias y sometidas al eterno y acalorado debate de las fratrías académicas rivales. Bajo tal imperio de la incoherencia las comparaciones son inútiles cuando no perniciosas.

- Homo antecessor. Una de las especies protagonistas de esta comparación, en concreto la gran castigada. Cualquiera medianamente iniciado en estos temas sabe que la marca “antecessor” no gozaba de mucha prédica entre los académicos internacionales, especialmente entre los anglosajones, que preferían considerarla otra forma más de transición entre los erectus progresivos y los sapiens arcaicos. El hecho de que sea precisamente uno de los directores de Atapuerca el que haya negado al resto humano más antiguo de su macroproyecto el estatus de antecessor es cuanto menos sorprendente. Para colmo, Bermúdez de Castro se resiste incluso a considerarlo ancestro de los antecessor posteriores. Me pregunto cómo les habrá caído la broma al resto de atapuercos. En cualquier caso, entre el vacío internacional y las zancadillas internas cabe preguntarse qué queda entonces del H. antecessor como realidad bio-evolutiva objetivable.

- Homo erectus asiático. El orden de aparición de fósiles juega a veces malas pasadas. A menudo el cráneo o hueso que por primera vez nos presentó un tipo humano ni es el más antiguo ni el más característico, pero su preeminencia y popularidad logran que la especie lleve su nombre y, más grave, que se le tienda a tomar como canon eterno de su grupo. Pasa con el hombre de Cro-Magnon y pasa también con estos erectus asiáticos, aunque el eurocentrismo tiene también mucho que ver en la magnificación de ambos. Cuando Dubois encontró los primeros erectus en Java no había fósil homínido de África que se le pareciera y muy justificadamente consideró su hallazgo una especie nueva, pero eso no significa, repito, que la morfología de dichos huesos tenga que representar como ninguna otra a la nueva especie propuesta. Pese a todo, los académicos persisten en denominar a los ejemplares de tipo javanés con el nombre de “Homo erectus sensu stricto”, como si el resto de morfologías y regiones tuvieran el papel de meros sucedáneos. Tampoco es válido el apelativo “Homo erectus asiático” pues no cumple dos requisitos insalvables. En primer lugar, no todos los Homo erectus encontrados en Asia se parecen al prototipo de Java. Desde el principio se distinguió a los erectus chinos de los de Java, siendo comunes los títulos de “Hombre de Pekín” y “Homo erectus pekinensis”. Al principio (Zhoukoudian) se quiso ver en esas diferencias una mera cuestión cronológica: los ejemplares chinos eran más modernos y lógicamente más progresivos (evolución interna y/o mestizaje con H. sapiens). Pero posteriores descubrimientos en Lantian y especialmente en Longgupo, apuntan a una antigüedad sorprendente (1.9 millones de años), a unas morfologías que califican de “pre-erectus asiático” y que muestran afinidades con Homo ergaster (también conocido como “Homo erectus africano”) y con, sorpresa, Homo habilis. Más aún, dentro de la misma isla de Java, el ejemplar Pithecanthropus IV muestra una mezcla tan equilibrada de rasgos “asiáticos” y “africanos”que muchos lo invocan para defender la unidad de la especie erectus sin importar su geografía. Habiendo fallado en el primer requisito, es decir, no siendo el “Homo erectus sensu stricto” modelo y rostro de todos los erectus de Asia, deberían por lo menos demostrar que, aunque minoritario, sí fue un tipo morfológico exclusivamente asiático. Tampoco pueden satisfacernos en este segundo requisito: erectus con morfologías “sensu stricto” o “asiáticas” aparecen en cualquier época y continente, a menudo con un par de rasgos sueltos, pero en ocasiones como paquetes completos bastante similares al paradigma javanés. En África tenemos multitud de casos que desglosaremos por regiones. En Olduvai (Tanzania) contamos con el ejemplar OH 9, el caso más claro de morfología “javanesa” en África, y cuya antigüedad, 1.25 m.a., le hace un mal candidato para “asiático retornado” (como tantas veces se ha pretendido). En el mismo yacimiento aparecen también OH 28, de gran parecido con los tipos de Pekín, y otros más discutidos como OH 12, 22, 23 y 51. En cuanto a la región del lago Turkana, dos cráneos tan famosos como KNM-ER 3733 y 3883 (1.75 Y 1.6 m.a respectivamente), que personalmente consideré durante años como ergaster típicos, están dando bastante guerra a los morfologistas. Leakey y Walter dijeron de 3733 que “en todos sus rasgos, el cráneo es notablemente similar al Homo erectus de Pekín” y, aunque hubo críticas, nadie se atreve tampoco a incluirlos en el grupo ergaster o típicamente africano. Los propios inventores de dicho taxón ergaster, Groves y Mazák, no incluyeron en su nuevo grupo ni a estos dos de Turkana ni a los sudafricanos de Swartkrans (Telanthropus). Finalmente en Argelia, tan cerquita de Atapuerca, tenemos el ejemplar conocido como de Ternifine, de Tighenif, o Atlanthropus mauritanicus. Está representado por tres mandíbulas y un parietal, su antigüedad es de unos 800.000 años, y desde el principio (1950s) fue clara su semejanza con ejemplares tanto de Java como de China, una teoría que sigue vigente pese a la aparición posterior de multitud de erectus-ergaster en el resto de África. ¿Y en Europa? Viendo determinados titulares de prensa, tipo “Atapuerca desafía la versión oficial de nuestra evolución”, sería de esperar que la mandíbula de la Sima de los Elefantes pudiera defenderse como una excepción al menos en su propio continente. Pero no. En Ceprano (Italia) encontraron una calota humana con todos los rasgos típicos del erectus sensu estricto o asiático, de hecho muy parecida a OH 9 (aquel africano tan “javanés”), aunque peculiarmente ancha a nivel frontal. Como vemos, el Homo erectus “sensu stricto o asiático” es una categoría tan inútil como perniciosa, un conjunto azaroso de rasgos que sólo compartía el primer par de cráneos que encontró Dubois en Java, y que por tanto pueden y suelen aparecer en ergaster-erectus de otras épocas y regiones. El “hombre de Java” no era exclusivo ni en su propia isla.

- Homo georgicus. Una de las conclusiones que más me chocaron de Bermúdez de Castro y Martinón-Torres fue la presunta relación que establecían entre erectus asiáticos y humanos de Dmanisi. Venían a decir que la mandíbula burgalesa era más parecida a los ejemplares de Dmanisi y a los erectus asiáticos que a los ergaster-erectus africanos. Aprovecho para agraceder a Cela Conde y Ayala sus Senderos de la Evolución Humana, pues en una mañana me han permitido tomar las notas para este artículo. De ellos es este pasaje: “Al decir de los autores, (el primer ejemplar de Dmanisi) se parece bastante a los homínidos del grado erectus africanos – H. ergaster-, y menos a los asiáticos – H. erectus sensu stricto-, cosa que el estudio comparativo de Rosas y BERMÚDEZ DE CASTRO (1998) ha puesto también de manifiesto” (pag.321, las negritas y mayúsculas son mías). Confieso que me quedé cogiendo moscas. En primer lugar, si algunos individuos de Dmanisi se parecen más a los africanos que a los asiáticos, ¿cómo puede la mandíbula burgalesa parecerse más a los asiáticos y a los de Dmanisi que a los africanos? Pero lo que definitivamente me machacó es que esta africanidad de Dmanisi fuera defendida, en 1998, por el mismo tipo que ahora en 2011 me vende el asiatismo de Burgos apoyándose… en el mismo Dmanisi. Ver para creer. Otros ejemplares de Dmanisi muestran algunas similitudes con China y Java, pero no por ello carecen de rasgos que los acercan a Olduvai, Turkana e incluso Argelia. De hecho fue esa mezcla entre erectus africano y asiático, más no pocos detalles de habilino e incluso de sapiens, lo que catapultó a la fama mundial a Dmanisi. Decir que un cráneo es o tira para “asiático” porque se parece a los georgianos es sencillamente absurdo y malintencionado.

- Mandíbula de la Sima del Elefante. Para ser la estrella de esta comparación resulta un tanto deslucida. Como puede apreciarse en la foto la mandíbula (al parecer femenina) no sólo está muy fragmentada sino también llena de deformaciones. En concreto se le ha diagnosticado una proyección de los dientes hacia fuera, en forma de abanico, que le hacía molesta la mordida. Los dientes han salido de su ubicación natural, al parecer, por el uso tan abrasivo de sus coronas. Además padecía gingivitis severa, además de dos quistes que le producirían molestias y dolor. Teniendo en cuenta que, salvo un diente y un trozo de falange, es el único representante de estos “pre-antecessor”, podemos afirmar que a nuestro intrépido atapuerco (o ex-atapuerco, ya veremos) se le ha ido el entusiasmo de las manos. Pretender aparecer ante la comunidad internacional con un trozo de mandíbula ultra-patológica como único representante de una nueva especie es absolutamente quimérico. Y más cuando, según el propio Bermúdez de Castro, tienen a los académicos anglosajones con la popa puesta. Mirad si no a esos malditos yankis, empeñados en ayudar al hijo de Gibert y su quijotada granadina… 


La propaganda
Acabamos de ver que nuestras “especies” humanas, en cuanto a paquetes de rasgos morfológicos, incumplen los más básicos requisitos de coherencia. A partir de ahí, ejercicios de comparación y diagnóstico como el de Bermúdez de Castro y Martinón-Torres deben ser considerados algo ajeno a la verdadera ciencia. No puedes comparar una especie que no es estable ni está consensuada con otra aún menos estable ni consensuada, pues podríamos achacarles tantos parecidos o diferencias como quisiera nuestro capricho, nuestro prejuicio, o ambos. Lo que a continuación voy a presentar es un estracto de las declaraciones que ambos autores han hecho a los medios, para lo cual debo agradecer a Terraeantiqvae su excelente dossier de prensa. Perdonen si las citas se extienden demasiado, pero no he podido resistirme a esta serie de perlas eurocentristas que tanto me recuerda a lo que ideológicamente llaman ahora “derecha sin complejos”. Me refiero a una actitud que pretende pasar por ciencia-realidad lo que no son sino convicciones ideológicas, y cuya mejor técnica es expresarlo con supremo aplomo, como si todos los que pensáramos diferente fuéramos tontos de baba. Esta fachada ciertamente impacta al gran público, el cual no repara en lo más importante: los hechos en los que dicen apoyarse son débiles o inexistentes.

Palabras de María Martinón-Torres 
- “En las investigaciones que estamos llevando a cabo durante los últimos años estamos viendo que las poblaciones de Europa no tienen por qué venir de África.”
-  “Estamos acostumbrados a tener una visión de la evolución humana y de las especies un poco africocentrista, como que todo lo que está fuera de África es porque ha salido de África. Lo que estamos viendo es que probablemente no está en África porque no son africanos, y de hecho, al hacer un estudio más detallado de todos los fósiles, incluyendo también los que hay en Asia, hemos visto que todas estas poblaciones europeas, que todas las poblaciones de TD-6 que estamos viendo, incluso un poco los pre-neandertales, se parecen más a las poblaciones que conocemos en Asia que a las poblaciones africanas.
- “Esto nos hace inferir que el parentesco entre europeos y asiáticos, las poblaciones del pleistoceno, es más cercano y que es posible que entre ellos hayan compartido un ancestro común y no con las poblaciones africanas.”
- “El origen de los primeros europeos es un origen asiático”.
- “Eso no quiere decir que hayan tenido que venir desde el extremo oriental de China pero sí tenemos que ver que hay una zona, que es el Próximo Oriente, que es un verdadero cruce de caminos y de carreteras, de dispersiones entre todos los continentes, que es realmente un punto caliente de biodiversidad”.
- “Ahí se produce cruce de poblaciones una vez que las poblaciones están fuera de África, a no ser que haya una barrera geográfica, climática o de medios, se van a ir dispersando hacia un lado y otro del continente”
- “Eso creemos que es lo que ha pasado; una vez que las poblaciones han salido ya fuera de África tenemos la evidencia, que conocemos hoy más clara, con los homínidos de D'manisi, se han expandido a izquierda y a derecha del mapa, a este y oeste, sino ha habido ningún contratiempo”.
- “Todas estas poblaciones… los primeros europeos no vienen de África
- “No sólo ya África es menos importante en la historia de los europeos sino que creemos que tenemos también una identidad europea”.
- “Lo que está sucediendo aquí es algo particular y propiamente europeo, probablemente. Independientemente de que sepamos decir si la mandíbula de la Sima del Elefante pertenece o no a la misma población de Homo antecessor de los fósiles de Gran Dolina, sí que identificamos algo que es característicamente europeo y que lo hace diferente de los fósiles que se encuentran en África y Asia”.

Qué riqueza argumental, cuántas líneas abiertas, qué inquebrantable convicción, qué manejo de las “evidencias” “cada día más claras”… Si a la señora Martinón-Torres le dieran un euro cada vez que dice “somos europeos” o “no provenimos de africanos” tendría para coche nuevo y vacaciones en las Maldivas. Teniendo en cuenta que todas estas reiteraciones tuvieron lugar dentro de una misma comparecencia ante la prensa (tal y como lo recoge El Norte de Castilla), parece evidente que la autora tiene ansias por lavarnos el cerebro de toda la bazofia “africocentrista” (sic.) que nos han inoculado los dichosos anglosajones.

José María Bermúdez de Castro se expresa en términos menos eurocéntricos y “africófobos” que su compañera, pero aún así se retrata claramente. Se lamenta de la persecución que sufre por parte de la ciencia anglosajona, “la oficial” según él, la cual no le permite publicar el descubrimiento desde hace dos años, pues “se opuso de forma radical”, “pusieron tantas pegas que casi nos obligaron a retirarlo”: “Hay que modificar todo y tenéis que decir lo que decimos nosotros”. Pobrecito mío, cualquiera diría que los atapuercos no son maestros en aplicar las mismas reglas dentro de su cortijo nacional. Pese a la adversidad nuestro flechita patrio está publicando sus tesis en diferentes artículos “de manera que vamos introduciendo en la ciencia oficial las ideas poco a poco para cuando estén convencidos de nuestra forma de pensar”. Eso es campeón, aplícales la guerra de guerrillas que ya son tuyos.

Conclusión

Las teorías de Bermúdez de Castro y Martinón-Torres carecen de rigor científico, lo sabe bien la comunidad internacional y los sabuesos anglosajones ya les han tirado de las orejas por boca de su pontífice Chris Stringer (“creo que es bueno que sean cautos…esperemos que se encuentre más material que ayude a responder las incognitas”). Los únicos motivos para esta precipitación y seguro ridículo se deben a razones muy pedestres: megalomanía y eurocentrismo de los autores, posos de multirregionalismo mal digerido, necesidad de obtener nuevos fondos de la Junta de Castilla y León (algo confesado por el propio Bermúdez de Castro) y, quizás, ansias de contrarrestar los movimientos que desde el sur relacionan a los americanos, el hijo de Gibert y la vetadísima cuenca Guadix-Baza. A nivel internacional, sin embargo, su estrategia no es un hecho aislado: en menos de un año he tenido que escribir al menos cuatro artículos para rebatir ofensivas semejantes. En todos los casos un nuevo hallazgo, o uno viejo reinterpretado, daba pie a los autores para cacarear a pleno pulmón la posibilidad de una humanidad europea o euroasiática que poco o nada le debiera a la africana. La cobertura mediática fue en cada ocasión apabullante, a pesar de que los argumentos eran sin excepción débiles y tendenciosos. Incluso se asemejan en ese tono que antes definí como de “derecha sin complejos”: “que sí, que el lobby afroamericano presionó y tuvieron durante una larguísima e insoportable década su Evita mitocondrial chupi-guay pero, qué quieres chico, la ciencia es la ciencia y no se la puede ignorar para seguir complaciendo al negrito”. Abusan sin parar de los “como es evidente”, “todas las evidencias concluyen” y “sin lugar a dudas” pero los argumentos de verdad, desglosados y demostrados, brillan por su ausencia. Este juego de “sobreentendidos”, junto a la mencionada repetición mántrica de la misma consigna, obedecen a un patrón muy profesional, y manipulador, de la comunicación de masas: haz sentirse al público un estúpido si no cree aquello que chillas sin cesar, e impón que el principio de autoridad es superior a la fuerza de las pruebas.

Más allá de las incapacidades y vicios de sus autores, la idea que proponen tampoco me provoca el menor interés. Por mis artículos se deduce que no creo que a lo largo del Pleistoceno haya habido nuevos procesos de especiación, es decir, que desde el primer Homo hasta nosotros no veo más que una sola humanidad. Ni ha habido suficiente tiempo para que dos especies se separen del todo, ni encuentro en la colección paleoantropológica humana esos saltos morfológicos o “eslabones perdidos” que tanto buscan. Desde un prisma tan integrador comprenderán que me importe un bledo si un trozo de mandíbula burgalesa tiene ciertos rasgos de Georgia o China y no de Kenya. Es por ejemplo sorprendente que el propio Bermúdez de Castro reconozca que, si bien la cara externa de su mandíbula es morfológicamente arcaica y parecida a las de Georgia, “la cara interna de la mandíbula es muy evolucionada…  a quien más se parece es a nosotros". Tal cual, acabamos de leer que el ejemplar de Sima del Elefante tenía rasgos tanto de Dmanisi como de Sapiens moderno, pero toda esta paradoja no parece servir ni a Bermúdez de Castro ni a muchos de sus colegas como prueba de lo superado que está su esquema.

Lo único cierto, y por tal me refiero a estable y consensuadamente cierto, es que África es la cuna de la humanidad. Desde Sahelanthropus a los australopitecos todos los prehumanos surgen y se desarrollan exclusivamente en África. Cuando aparece el “género” Homo lo hace en África, descendiente de aquellos prehumanos africanos. Los humanos somos por tanto parte esencial y arquetípica de la fauna africana, por más que luego invadiéramos el planeta entero. Desde su aparición los humanos han presentado un polimorfismo a menudo denostado e incomprendido por los académicos. Aún hay controversia sobre cuáles cráneos deben ser adscritos a la "especie" habilis, a la ergaster o a la rudolfensis. Posteriormente los ergaster típicos van a convivir en África con formas que como vimos guardaban más parecidos con los erectus "asiáticos", por no hablar de que, independientemente de su forma, aparecen sorprendentes diferencias de tamaño que más o menos se excusan mediante el dimorfismo sexual. Como curiosidad diré que esto último también ocurre en Dmanisi, así que ya me dirán qué consiste el dichoso “canon georgiano” (¿asiático o africano?, ¿gigante o pequeñín?, ¿pos-habilino o pre-sapiens?). La mayor cantidad de individuos ergaster-erectus encontrados por continentes está en África, sin interrupción, desde que no se distinguían bien de un habilis o un rudolfensis hasta que eran prácticamente sapiens en ciernes. Lo que ocurre es que las investigaciones africanas no se han visto tan presionadas para designar como nueva especie el más mínimo cambio. De haber seguido los criterios aplicados en Europa, ahora hablaríamos de más de diez “especies” humanas sólo en territorio africano. Parece una trivialidad, pero ese desequilibrio en las nomenclaturas transmite la falsa idea de una pasividad evolutiva africana frente a un no menos falso dinamismo europeo. En realidad Africa estaba a pleno rendimiento, ensayando las formas que conducirían a la aparición del Homo sapiens moderno, nosotros, quizás la única novedad (más socio-cultural que biológica) desde el surgimiento de los primeros humanos.

En contra de lo que opina Martinón-Torres, sí hay un por qué cuando defendemos que provenimos de África. Comprendo que algunos se sientan molestos con el actual modelo de Hominización, fallos no le faltan, comprendo incluso que los verdaderos motivos de dicho rechazo sean el racismo y el nacionalismo. Pero a la hora de publicar, de valerse de subvenciones estatales y, mucho peor, de erigirse como héroes mediáticos de la paleoantropología de mi país, les exijo argumentos. Ni más ni menos que los que le exigimos al Ministro de Economía cuando entramos en crisis, o al neurocirujano antes de intervenir a nuestra hermana. Puede que no lo entendamos del todo, puede que el no sepa, no pueda o no deba explicar todo, pero indudablemente precisamos de dicha explicación. Ojalá los españoles nos volviéramos tan reivindicativos con nuestro pasado y patrimonio cultural como ya lo somos respecto al medio ambiente o nuestros derechos como administrados. Qué casualidad, en esto no nos incentivan a emular la siempre emulable Europa. Al menos, podría empezar por parecernos del todo intolerable que dos personajes, carentes de datos que avalen mínimamente su tesis, se dediquen a imponerla no sólo mediante el monopolio mediático del que disfrutan, sino además haciendo uso de zafias fórmulas propias del marketing y el politiqueo.

Epílogo: Lejos, en su rábita de Benzú, Pepe Ramos sigue defendiendo el paso por Gibraltar de diversas oleadas humanas, desde el ergaster a los sapiens modernos. Con un par. 

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