miércoles, 24 de noviembre de 2010

Afroiberia social 7. Demografía y organización social durante el período de Producción Sostenible.

El Holoceno es un mero interglaciar, una etapa muy breve de nuestra macro-historia a la que concedemos demasiada importancia por ser la que nos toca vivir. Además está asociado al concepto de “Revolución Neolítica”, un capítulo supuestamente trepidante del pasado remoto que afectó todas las facetas del ser humano. El paradigma eurocéntrico ha sido sin duda el mayor promotor de ambos conceptos, es decir, de que existe una marcada y repentina barrera climática y sociocultural entre el pasado pleistocénico (“salvajes cavernícolas”) y el holocénico (“ciudadanos granjeros”). Ni que decir tiene que este blog se opone a tal esquema.

Contexto cronológico y climático

Como se vio en mi cronología, descarto los períodos tradicionalmente aceptados para el Holoceno afroibérico y establezco otros que me parecen mucho más razonables. Este post se dedicará a la fase que denomino de Producción Sostenible, más o menos entre el 10.000 y el 4.000aC, lo que vendría a abarcar los denominados “epipaleolítico”, “mesolítico”, “neolítico inicial” y “neolítico medio”. Durante esos 6.000 años (probablemente desde antes) el ser humano va incorporando, muy paulatinamente, estrategias para producir alimentos sobre la base de una fuerte tradición cazadora-recolectora, de forma que permite al entorno regenerarse sin problemas (de ahí lo de “sostenible”). Este período de Producción Sostenible forma junto al de las Sociedades Protoestatales (Neolítico Final, Metales y Protohistoria) el gran período de Producción Pre-estatal (10.000-1.000aC.).

Entre el 10.000 y el 9.500aC. comenzó el Holoceno, período que caracterizamos simplistamente por un clima y geografía idéntico al actual. En realidad el calor y las lluvias habían comenzado bastante antes, como se traduce en las fases Bölling-Alleröd para Europa o en la tendencia hacia la humedad que se constata en el Sahara desde el 12.000 aC. Si estas fases no forman parte del Holoceno es porque eran interrumpidas continuamente por nuevos repuntes sólo un poco más benignos que las glaciaciones o las fases hiperáridas propiamente dichas. El Holoceno no supone entonces el comienzo del calor y las lluvias sino su estabilización hasta nuestros días. Por otro lado no es una fase climática homogénea sino que se divide en períodos y subperíodos, que se traducen de forma muy diferente según la región que estudiemos. Es especialmente importante que nos distanciemos como afroibéricos de una imagen explotada mil veces, difundida por aquellos países con razones para sostenerlo por situarse al norte de los Alpes, y que consiste en dibujar un Pleistoceno gélido, donde sólo hay grandes y peligrosos bichos que echarse a la boca, seguido por un Holoceno increíblemente benigno que supuso un cambio radical en las posibilidades de explotación de los recursos. Los hielos no se apoderaron de las zonas euromediterráneas, y en Afroiberia hablar de glaciares (salvo la ínfima presencia en Sierra Nevada) da risa. Si en la Europa nord-alpina era casi imposible vivir durante las glaciaciones y durante el Holoceno se llegó a vivir bien, en Afroiberia sólo pasamos de vivir bien a vivir mejor.

Producción Sostenible-Fase I (10.000-7.000a.C)

Como acabamos de ver, Afroiberia no fue glacial como Europa ni siquiera en los momentos de mayor extensión de los hielos, pero tampoco tan hiperárida como el Sahara en el mismo período, y por ello vivió una transición hacia el Holoceno muy gradual, casi imperceptible salvo por la decisiva subida del nivel del mar. Si la situación sociocultural y demográfica de los afroibéricos de este período sólo dependiera de su propia región y clima, este apartado habría llegado ya a su fin tras una escueta nota donde se invitara a aplicar aquí lo ya visto para el Pleistoceno en general (que por cierto tuvo sus propios interglaciares u “holocenos”). Sin embargo, lo que ocurría en las regiones vecinas influyó de forma decisiva en nuestra situación, por lo que nos vemos obligados a referirlo aunque sea escuetamente. Europa despertó al Holoceno con la aparición relativamente súbita de unas fases como la Preboreal (9.500-8.500aC.) y la Boreal (8.500-6.800), en general más frías y secas que las actuales pero escandalosamente más cálidas y lluviosas que la anterior etapa glaciar. Esto se tradujo en la desaparición de la mayor parte del hielo glaciar y por tanto en la liberación de vastas zonas continentales, no sólo las anteriormente cubiertas de hielo sino otras limítrofes pero igualmente inhabitables para el humano. La pregunta más evidente que debemos hacernos es cómo se poblaron de humanos dichos territorios recién liberados para la habitabilidad, y la respuesta más plausible es que dichas regiones vírgenes se vieron repobladas por euromediterráneos, principalmente ibéricos. Esta afirmación no es patriotera sino que está fundada en la evidencia climática: las zonas que primero y más extensamente se libraron del hielo en Europa fueron las que bañaba el Atlántico, precisamente las que un ibérico encontraba al migrar hacia el norte. Otros euromediterráneos más orientales, como los de las penínsulas itálica y griega lindaban con una Europa mucho más continental y renuente a abandonar los fríos glaciares. En cualquier caso se trata de penínsulas bastante más pequeñas que Iberia y por tanto con menor población disponible para exportar.

También es muy importante explicar el modo en que dichas migraciones se produjeron, o de lo contrario más de uno se burlará de unos supuestos peregrinos que casi mesiánicamente parten de Tarifa para morir en Bretaña o Dinamarca. Lo que ocurrió es que los pueblos que en el pasado habitaron áreas periglaciares se habían ido mudando continua e imperceptiblemente hacia el norte, unos pocos kilómetros cada temporada, en pos de la caza de grandes mamíferos del frío. Ese había sido su único modo de vida desde hacía decenas de miles de años, así que cuando sus presas migraron al norte huyendo del nuevo clima ellos les siguieron. El territorio que dejaron atrás prácticamente despoblado no estaba precisamente vacío de recursos, sino pleno de otro tipo de alimentos (caza menor, vegetales, pesca) que demandaban estrategias a las que ellos no estaban habituados. Sin embargo, para unos eventuales inmigrantes que procediesen de algo más al sur, aquel biotopo que encontraran sería precisamente el que habían explotado durante miles de años y que probablemente ya echaban de menos en sus lugares de origen. Las poblaciones ibéricas, no digamos las afroibéricas, carecían de esta necesidad de buscar el “paraíso perdido” pues sus regiones natales no habían sufrido ese radical vuelco climático y medioambiental. Su implicación en esta traslación demográfica hacia el norte fue mera cuestión de competencia territorial: si al norte siempre hay territorios con baja densidad de población y al sur se está más apretado, la migración de excedentes demográficos hacia Europa está garantizada.

Por su parte, la Arqueología nos muestra que el nivel de complejidad técnica y social de los euromediterráneos en general no había variado todavía respecto a los del Pleistoceno, o al menos no en un grado significativo. Calificados de epipaleolíticos por la tradición académica, rara vez de mesolíticos, el único cambio al que se vieron abocados fue el del tipo de especies cazadas y recolectadas, el utillaje lítico necesario para llevarlo a cabo, así como unas tímidas trazas de experimentación en el terreno de la domesticación. Las innovaciones son tan discretas y graduales que en muchos casos podemos rastrear su origen en el Paleolítico Superior (otra cosa es que el arqueólogo de turno se atreva a hacerlo).

Si ni el clima afroibérico ni el nivel tecnológico de sus habitantes cambaron sustancialmente entre el Pleistoceno final y el primer Holoceno es muy lógico suponer que tampoco su pauta demográfica se viera alterada. Aún suponiendo que la discreta mejoría en lo climático y el ligero avance en lo tecnológio y social tuvieran como consecuencia cierto aumento demográfico, cabría preguntarse si este podría haber hecho frente a la enorme “demanda” de población que provenía de la Europa recientemente habitable. Todo ello nos obliga a reflexionar en una conclusión tan inesperada como perfectamente racional: que durante este período la población no sólo se mantuviera igual que en el Pleistoceno sino que incluso pudiera haber vivido momentos de claro receso.

Producción Sostenible-Fase II (7.000-4.000a.C)

A partir del año 7.000 se producen una serie de cambios en el clima holocénico, tanto europeo como africano, que alterarán sustancialmente el panorama antes estudiado. Desde el Mediterráneo hacia el norte tenemos la fase Atlántica que a partir del 6.800aC. fue imponiendo un clima aún más cálido y húmedo que el actual. La consecuencia más inmediata es la innegable eclosión de la biomasa, la aparición de vida debajo de cada piedra, “vida” que no es sino otra forma de decir “comida”. El período Atlántico convirtió Afroiberia en un vergel que difícilmente imaginaría un ecologista radical en sus mejores sueños y, por otra parte, el humano carecía aún de los medios tecnológicos y demográficos como para provocar el erial que hoy día son nuestros paisajes. Las lluvias y el calor multiplicaron el caudal de nuestros ríos y convirtieron en selvas lo que antes eran despejadas estepas, por lo que sus consecuencias en la tasa de natalidad y esperanza de vida de los afroibéricos no tardarían de hacerse notar. Aquel ciclo de procreación natural que atribuimos a los pleistocénicos (3-4 hijos) pasaría ahora a ser algo así como un “ciclo de procreación natural optimizado”, es decir, aquel en el que los hijos habidos por cada hembra son 4, no 3, y donde todos sobreviven. Con todo, es irracional defender el colosal “baby boom” que las fuentes canónicas atribuyen a su “neolítico” (no olvidemos que esta fase II abarca ya el neolítico inicial y medio). Y es que los académicos calculan que la implantación definitiva de la producción de alimentos multiplicó nada menos que por 10 o por 20, y en poco tiempo, aquella población original de cazadores recolectores. Bajo este esquema, es lógico que nos echemos a temblar pensando que los 200.000 afroibéricos de mi “paleolítico” tuvieran que sufrir durante el “neolítico” un aumento demográfico que los convirtiera en 2-4 millones de productores incipientes. La fase II de este período de Producción sostenible supuso un aumento de población considerable respecto a su fase I porque este último período se mantuvo en los 200.000 afroibéricos del Paleolítico o acaso algo menos. Es posible que para el 5.000a.C. los afrobiéricos superaran ya el medio millón de almas, pero poco más.

La explicación vuelve a descansar en las regiones colindantes, siendo ahora África la protagonista. En la fase I vimos como Europa recuperaba de los hielos gran parte de su territorio, pero omití deliberadamente que también en el Sahara se estaba produciendo una tendencia hacia la fertilidad. La razón es que su moderada intensidad no merecía aparecer como elemento determinante en nuestra evolución demográfica. Del mismo modo pero en sentido contrario, en esta fase II es Europa la que desaparece de nuestro análisis pues su demanda de población ibérica hubo de disminuir significativamente. Las razones son que Europa ya contaba con cierta población “autóctona” producto de las migraciones anteriores, así como que estaba disfrutando su propia eclosión de feracidad por el clima Atlántico, lo cual le permitió aumentar su población y asumir un mayor control en su devenir demográfico. Dicho de otro modo Europa seguía demandando población, pero menos porque ya podía auto-proporcionársela. El “sangrado demográfico” que sufrieron los afroibéricos durante la primera mitad de la fase Atlántica fue en dirección totalmente opuesta. Del 7.000 al 4.000aC. tiene lugar precisamente el período conocido como Gran Húmedo Sahariano, mágico momento en el que dicho desierto pasó a tener ríos como el Danubio, mares interiores como el Caspio, elefantes, girafas e hipopótamos. Dado que este blog considera Gibraltar un paso al menos tan transitable como los Pirineos, pues da por descontada la navegación desde el Pleistoceno, no veo por qué Afroiberia hubo de ser menos receptiva a la demanda de población proveniente ahora del Sahara a como lo fue antes con respecto a Europa. Habrá aquellos que argumenten que el caso Sahariano es diferente porque pudo atraer no sólo a las poblaciones mediterráneas sino también a las subsaharianas, y no les faltaría razón porque evidentemente Europa no pudo saciarse demográficamente con las mismas dosis de esquimales que de mediterráneos. Pero también deberían comparar la superficie del Sahara con la de la Europa cubierta por las glaciaciones, usando un mapamundi no eurocéntrico como el de la proyección de Meter, para descubrir que la región africana es bastante mayor que la europea. Lo uno por lo otro, deberíamos al menos aplicar un mismo rasero para ambas situaciones.

Este panorama climático y demográfico tiene un fiel reflejo en la Arqueología, la cual acepta como dije un “neolítico inicial” afroibérico a partir del año 6.000aC. Pero dicha fecha ni supone el principio de los experimentos con la producción de alimentos, mucho anteriores, ni tampoco es la fase en que lo agropecuario tuvo un desarrollo definitivo, cosa que ocurrió mucho después. Los académicos dan comienzo a su “neolítico” en ese momento sencillamente porque es cuando aparecen los primeros ítems o fósiles directores de aquello que valoran como “neolítico”: cerámica y especies vegetales o animales domesticadas al modo próximo-oriental. Si lo comparamos con la clásica imagen de los libros divulgativos, este “neolítico inicial” y “medio” es precario, anecdótico y más propio de unos “paleolíticos tuneados”. De hecho este “neolítico” es tal solamente por las ganas que tienen los investigadores de que así lo sea. Publicitan por ejemplo la aparición de cerámica en un yacimiento y le suponen un sedentarismo y una actividad agropecuaria inherente, pero lo cierto es que dicha cerámica pudo estar llena de pescado o de madroños, y por tanto pertenecer a pueblos 100% depredadores. Más aún, se sabe de contenedores cerámicos que sólo se usaban para obtener sal mediante una cocción que solía implicar su destrucción por el propio calor, con lo cual ni siquiera tenemos asegurada una ecuación “cerámica=sedentarismo”. Podríamos hablar también de pueblos ganaderos en absoluto sedentarizados, o cuestionar si para los paupérrimos cultivos de aquella época se precisaban concentaciones humanas superiores a aquellos 300 individuos de las bandas de fisión-fusión paleolíticas. Por su parte la exhuberancia del clima atlántico pudo haber provocado, paradójicamente, el aislamiento de los pueblos del interior debido a los bosques impenetrables plagados de fieras y grupos de salteadores, mientras que la costa, con sus grandes estuarios debidos al caudal de los ríos y al alto nivel del mar, vivía en otro mundo. Son sólo algunos ejemplos de cómo los especialistas ven instalado un “neolítico” que quizás no lo estuvo tanto, pero también solemos encontrar el caso contrario, es decir, que no vean trazas de neolítico que están ante sus narices: semillas y huesos de especies domesticadas sin las metamorfosis propias de las mutaciones próximo-orientales, sociedades ganaderas nómadas más cercanas a lo protoestatal que a lo paleolítico, etc. En definitiva sufrimos un grave retraso en la investigación por subordinaciones difusionistas mal disimuladas, y la única conclusión incuestionable que podemos obtener de esa bruma.es que, en proporciones evidentes pero no exageradas, el clima mejoró, la población aumentó y el afroibérico se hizo más complejo social y tecnológicamente.

Conclusión

El período de Producción Sostenible (10.000-4.000aC.) se caracteriza por un paulatino aumento de la natalidad y de la esperanza de vida que se tradujo en un razonable aumento de la población. Esta supondría hacia el 4.000aC. el triple de lo que estimamos para el Pleistoceno (de 200.000 afroibéricos pasamos a 600.000) pero en ningún caso pudo llegar a multiplicar por 10 o por 20 la población como defienden los oficialistas. La razón principal es que el excedente demográfico fue en buena parte absorbido por Europa y el Norte de África, siendo cada una de estas zonas protagonista en etapas diferentes. Tampoco el discreto nivel cultural y tecnológico que nos describe la Arqueología permite suponer un aumento disparatado de la población, por mucho que la bonanza del clima local nos tiente a pensar lo contrario. En cuanto a los procesos de sedentarización y concentración demográfica, ni fueron inventados entonces (v. pescadores del Pleistoceno), ni precisaron por su simplicidad de un número superior a los 300 habitantes habituales en cualquier banda cazadora-recolectora. Por otra parte, la desaparición de los hielos glaciares provocó un aumento del nivel del mar que necesariamente se tradujo en la pérdida de nuestras masas continentales más cercanas al litoral, cuyos habitantes se vieron desplazados, pero el panorama antes descrito no nos permite interpretar que tuviera efectos dramáticos en la demografía de Afroiberia. Pese a que la zona continental perdida fuera considerable en zonas como Lisboa, Golfo de Cádiz o el Mar Menor, en el resto fue mucho más modesta. En cualquier caso, los habitantes de las antiguas costas no pudieron suponer una presión demográfica insoportable toda vez que el interior padecía tanto de cierta concentración demográfica provocada por la agricultura (la cual dejaba libres muchos de los antiguos territorios de caza) como de un continuo flujo migratorio hacia Europa y el Norte de África. La estrategia psicosocial que denominé “ciclo natural de procreación” se vería optimizada, que no alterada, en el sentido de que a medida que se asentaran las estrategias de producción de alimentos habría menos miedo a ese techo de procreación establecido en 4 hijos, dejando de ser un tabú, aunque no por ello se subvirtiera inmediata y compulsivamente. Sin embargo, es cierto que un cambio dramático estaba a la vuelta de la esquina. ¿Qué ocurrió durante el IV mileno a.C. para que acabáramos definitivamente con este modelo demográfico que nos era consustancial desde antes de constituirnos como especie? Ese es el interesante tema de la próxima entrada de esta serie.

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