miércoles, 20 de enero de 2010

Pintas afroibéricas 6. Conclusiones

Este collage es el mejor modo que he encontrado para sintetizar las ideas defendidas a lo largo de la serie Pintas afroibéricas. Leer sobre ácido fólico, melanoma y vitaminas es relativamente fácil de compaginar con nuestros tics eurocéntricos, pero otra cosa bien distinta es mirar esta imagen y decir: “así fueron mis tatara-tatara-tatarabuelos”. Entre estas caras hay una terrateniente argárica, un cazador solutrense murciano, un conchero de Muge, una molinera neolítica antequerana y, si la buscamos bien, puede que por ahí ande la mismísima efigie de Argantonio. Caben matizaciones, pues nuestro estudio ha de ser diacrónico e integrador: a veces este tipo humano supuso el 80% de los afroibéricos prehistóricos y otras apenas el 30%. Pero que este aspecto anatómico no fuera el de todos los afroibéricos durante todo el Pasado Remoto no quita que sí fuera el tipo mayoritario durante la mayor parte de sus períodos. A efectos estadísticos podemos entonces afirmar que así fuimos los afroibéricos en el pasado, y que en muchos sentidos así seguimos siéndolo bajo una pátina de forzada blancura. En cualquier caso, se trata de un tipo capital en nuestra composición histórica, para el que no hemos sido preparados ni educados, y que necesita ser reivindicado si pretendemos hacer algo científico con nuestro pasado. Trazar los vaivenes de representatividad “racial” que sufrió este tipo afroibérico a lo largo del Pasado Remoto es un reto demasiado grande para abordarlo ahora, y por tanto habrá que esperar futuros monográficos sobre cada etapa si queremos información detallada. Prefiero por ahora defender la metodología empleada para confeccionar el collage.

¿Quiénes son realmente los individuos representados?

El collage está compuesto a partir de fotos de indostanos, yemeníes, beduinos, amaziges, eritreos y gitanos. Trabajar con individuos actuales tiene la ventaja de imprimir todo el realismo a la reconstrucción, pero también presenta inconvenientes. El más importante es que, en un sentido estricto, quizás demasiado, estas imágenes sólo serían aplicables a humanos del Holoceno, pues antes la constitución ósea era más robusta. Otra limitación es que dependes de imágenes disponibles en la red, lo cual ha provocado (unido a cierta pereza) que en la composición no haya respetado una proporción justa entre varones y hembras, o entre adultos y niños. Pido disculpas por ello.

¿Por qué los escogí?

Evidentemente han sido seleccionados porque son los que consideré más parecidos en rasgos al canon ancestral afroibérico que vengo defendiendo en esta serie de entradas. Pese a que todos representan dicho canon de forma satisfactoria, no he querido arrojar un panorama demasiado homogéneo. Así vemos que hay pieles más claras y más oscuras, más amarillentas o más rojizas, siempre sin salir del lema aquel de “mejor seguir siendo oscuro”, propio de los habitantes de la Zona 2. En cuanto a los rasgos faciales, he buscado a conciencia personas cuyos cráneos habrían sido diagnosticados como “caucásicos en casi todos sus elementos” por la antigua Antropología racialista. Sin embargo, porque es una paradoja frecuente en la vida real, he procurado que en ocasiones los rasgos más “caucásicos” fueran cubiertos por las pieles más oscuras y, viceversa, que las pieles más claras delatasen narices y labios más afro. Pese a esta reminiscencia negroide, lógica dados nuestros orígenes y suficientemente constatada arqueológicamente, los antiguos afroibéricos mostraban en general una estructura muy parecida a la nuestra. Tanto, que ponemos mucha atención en estas fotos observaremos que no se distinguen tanto de nosotros salvo por la piel, que incluso varios de ellos recuerdan vagamente a personas de nuestro entorno o a famosos. Por otra parte, la selección de rostros ha tenido que afrontar la contradicción de acudir a poblaciones de la Z.1 en al menos la mitad de los casos. Se supone que el resto de la Z.2, la parte no euro-mediterránea, debería haber conservado los tipos aborígenes, o lo que es lo mismo: si tengo que recurrir a la Z.1 para recabar fotos, ¿no me estaré pasando de oscuro? Dos son las respuestas a esta pregunta. De un lado, tanto los musulmanes como los hinduistas han sufrido sus propios procesos de emblanquecimiento por selección sexual-cultural (canon “árabe” y “ario” respectivamente). Por otra parte, es un error pensar que actualmente no hay poblaciones con esas pintas en el Rift, en Túnez, en Líbano o en Irán, incluso superando el 20% del total de población. Lo que ocurre es que si las convocas se te echan encima los oficialistas con el cuento de que son descendientes de esclavos subsaharianos y demás milongas.

¿Por qué los he manipulado gráficamente?

Lo primero que llama la atención es que he aplicado un filtro que simula trazos de pintura y desdibuja los rostros. Lo he hecho para respetar ese grado de incertidumbre que tenemos respecto al aspecto real del afroibérico, pero también para vulnerar algo menos la integridad de los retratados. En el ámbito cultural, he decidido retocarlos para ocultar toda marca que les diera un sesgo islamófilo, indófilo, o lo que fuese. Frente a otros elementos, como barbas y mantos, encontré que carecía de habilidad técnica para eliminarlos sin dañar la foto, así como de argumentos en contra de que tales modas no fueran comunes durante nuestra prehistoria, así que se quedaron como en origen.

¿Hay alguna regla o truco para calcular su representatividad según períodos?

Fundamentalmente, podemos servirnos del incontestable hecho de que a más nos sumergimos en el Pasado Remoto más oscurecemos, y viceversa. Los béticos prerromanos fueron forzosamente más pálidos que sus equivalentes musterienses. El problema es cómo establecer las etapas cronológicas de ese proceso de emblanquecimiento. Como dije, necesitamos detenernos ampliamente en cada período de nuestro Pasado Remoto para lograrlo. Sin embargo podemos ya anticipar que en ningún caso este tipo moreno representó, hasta la “Reconquista”, menos de un 30% de la población total de Afroiberia. También contamos, como regla de partida, con la certidumbre de que Gibraltar es una irrefutable zona de paso a nivel mundial. Jamás tuvimos algo parecido a estabilidad “racial”, lo que no implica que dicho trasiego fuera negativo para la conservación del tipo afroibérico tal y como lo proponemos. Al ser este el grado clinal intermedio, si la concurrencia de elementos africanos y europeos era ecuánime los absorbía sin dificultad. Uniendo ambas tendencias, apertura y absorción, siempre habremos de suponer para cada período pequeñas etapas alternas de variabilidad (equilibrada) y homogeneidad en los tipos. El collage de arriba representaría una etapa de homogeneización casi total.

No soy tan iluso como para esperar que se acepte mi propuesta en toda su dimensión. Me conformo con que algunos reconozcan que hubo una minoría de estos morenos donde yo opino que eran la práctica totalidad. O que acepten un tipo afroibérico ligeramente más europeo que el mío pero no tanto como el actual. Paso a paso se anda el camino. Lo que no se puede tolerar es que estos morenos, además de excesivamente bajados en porcentaje, vengan siempre a representar a esclavos, a salvajes o a malvados. Tampoco tolero ataques a mis tesis que no se basen en argumentos, pues recordemos que esta serie de entradas fue provocada por una imagen que dibujé de los afroibéricos paleolíticos. Algunos pudieron opinar que los representé demasiado oscuros, o que efectivamente los hubo así de oscuros pero no en un porcentaje tan alto. Aún así, ¿había que sulfurarse tanto? Parece que cuando los argumentos escasean las vísceras hacen el trabajo sucio.

lunes, 11 de enero de 2010

Pintas afroibéricas 5. Pauta afroibérica (Tercera Parte)

Acabamos de ver que, dentro de un mismo tipo clinal, pueden darse variaciones anatómicas que no lleguen a alterar la visión porcentual o prototípica que tenemos del mismo. Ahora vamos a ver que lo mismo ocurre cuando invitamos a intervenir a individuos provenientes de otras clinas.

Muy esquemáticamente este cuadro representa una población afroibérica a la que se le añaden elementos extranjeros provenientes del norte y del sur, los cuales han de ser necesariamente minoritarios respecto al tipo aborigen. Como ocurría con la variabilidad “intraclinal”, aquí también se respeta la proporcionalidad, pues cada rasgo del tipo mate es neutralizado por su equivalente en el tipo chocolate, y el resultado es que de nuevo obtendremos los rasgos del tipo afroibérico. Este cuadro es entonces estadísticamente idéntico a uno que representara cuatro cabecitas del tipo medio o de la zona 2. Pero, ¿y si quisiéramos añadir población totalmente negra y blanca?

Lo primero que resalta es que hemos tenido que aumentar a 16 las cabecitas de la muestra, porque mientras más nos alejamos clinalmente del tipo afroibérico menos representantes podremos incluir. Pudo haber desde luego algún rubio con ojos claros entre nuestros ancestros prehistóricos, pero por cada uno de ellos hubo necesariamente también un negro azabache de pelos como granos de pimienta, así como 14 individuos que no fueron ni lo uno ni lo otro. Y como en todos los casos anteriores, la media proporcional de todos los individuos y rasgos representados sigue siendo el tipo medio o afroibérico. Una vez entendida la mecánica del asunto, toca superar su esquematismo y rigidez añadiendo los datos que hemos ido viendo a lo largo de las entradas de esta serie:

- En primer lugar, un cuadro tan variopinto en rasgos sólo es aplicable a nuestro tipo afroibérico, de la zona 2 o medio, precisamente por esta última denominación, es decir, porque es el tipo intermedio en la sucesión de clinas. La representación estadística de una población negra extrema no podría nunca incluir un blanco de la zona 5, y si representáramos una población chocolate sólo podrían incluir un solo blanco en un gráfico con miles de cabecitas.

- Además, este cuadro debe ser completado con lo que sabemos de la variedad intraclinal, es decir, que cada monigote pudo tener al menos un rasgo cambiado.

- Por si fuera poco, desde el principio establecimos que los rasgos anatómicos se distribuyen independientemente y que si los representábamos en paquetes fijos, llamados tipos clinales, era para facilitar su estudio en las primeras fases. Por tanto, lo adecuado hubiera sido hacer cuatro esquemas como el de arriba, el de los 16 individuos, pero cada uno dedicado en exclusiva a bocas, narices, pelos y pieles respectivamente; a continuación deberíamos haber permutado esos resultados para obtener cabecitas completas, las cuales coincidirían pocas veces con nuestros prototipos clinales.

- Para terminar, la perspectiva diacrónica nos obliga a inclinar la balanza a favor de los tipos más oscuros. A más nos retrotraigamos en el Pleistoceno menos posibilidad hay de que los tipos blanco y aún mate existieran. Representar, como en el último cuadro, que hubo un blanco nórdico por cada 16 afroibéricos es una exageración derivada de nuestro modelo simplificado.

El resultado final, teniendo en cuenta todos estos factores, da que la población afroibérica prehistórica y protohistórica pudo ofrecer un aspecto como este:

Esta es la representación del tipo medio o afroibérico (encabezando el grupo) descompuesto en 100 variables. Algunos individuos corresponden totalmente a los prototipos clinales y otros son combinaciones irrepetibles; a algunos sólo les cambia un rasgo y a otros casi todos. Si usamos los tonos de piel para establecer el grado aproximado de participación obtendremos que hay 43 individuos de tipo medio, 26 chocolate, 18 mate, 8 negro y 5 blanco, estando los otros rasgos representados por porcentajes similares. Me parece una manera muy científica de imaginar cómo podía ser un puñado de afroibéricos del tipo de los que recibieron a los fenicios o levantaron megalitos. Si nos remontamos al Paleolítico Superior nos sobrarían los blancos extremos, y si ya nos vamos 100.000 años atrás deberíamos reformular la ilustración en base exclusivamente a los tipos negro, chocolate y medio.

Esta última ilustración es mucho más rica en matices que un simple individuo del tipo clinal medio o de la zona 2. Sin embargo, precisa algunas matizaciones para ser interpretada correctamente:

- Que veamos pintas tan variadas no debe hacernos suponer que exisitieran “sub-razas” dentro del afroibérico. Toda esta gente pudo ser pariente y sus diferencias ser fruto de un intenso mestizaje como el que se da en Sudamérica. Además, ¿qué conjunto de rasgos podrían distinguir una “raza” de otra entre tanta mezcla?

- Este último modelo de los 100 individuos representa lo máximo que da de si descomponer el tipo afroibérico. Pero los procesos que llevan de tener un aspecto anatómico a otro son muy dinámicos, y por tanto hubieron de darse necesariamente períodos de mayor estabilidad en el tipo. Para tener una idea del máximo de dicha estabilidad serviría el esquema de la variabilidad “intraclinal” que vimos en la parte segunda. La situación de Afroiberia en el mapa invita tanto a ver posible la riqueza en tipos (por el continuo aporte de sangres vecinas) como la regularidad (por su buena red de comunicaciones internas, que provoca un rápido e inevitable mestizaje).

- Lo que sí parece lejos de ser posible es la generación de tipos nuevos muy alejados del arquetipo medio o de la zona 2. Ni se puede aducir aislamiento ni condiciones microclimáticas en su favor.

domingo, 10 de enero de 2010

Pintas afroibéricas 5. Pauta afroibérica (Segunda Parte)

A continuación abordaremos dos cuestiones que pueden parecer anecdóticas pero que han provocado bastantes confusiones a la hora de estudiar el tipo afroibérico y similares. El primero de ellos tiene que ver con la edad y se puede representar así:Los tipos clinales medio o de la zona 2 tienen la particularidad, compartida con los tipos negro y chocolate, de ser más claros de piel durante la primera infancia y la vejez. Incluso son comunes los casos de un blondismo (pelo rubio) entre los niños que va desapareciendo con rapidez. Además en bebés y viejos se constata una pérdida de fuerza en el cabello que así adquiere un aspecto más liso u ondulado que rizado. Esto da pie a que muchos antropólogos eurocentristas interpreten “rastros de sangre blanca” entre estas poblaciones y que incluso se hayan centrado en fotos de ancianos y mocosos para darles una imagen equívocamente europeizada (por ejemplo con los bereberes). La segunda característica tiene que ver con la estacionalidad:

Como se ve en la ilustración, un mismo individuo puede mostrar tres tonos distintos de piel según la época del año en que lo veamos. En este caso se trata de una característica privativa del tipo medio o de la zona 2, que incluso se conserva hoy día entre nosotros (sus versiones despigmentadas por selección sexual). Los blancos nórdicos jamás se tuestan en nuestras playas sino que enrojecen hasta enfermar, mientras que los negros oscuros son incapaces de despigmentarse aunque residan en Londres o Chicago durante décadas. Los tipos mate y chocolate pueden cambiar algo su tono de piel, pero jamás de forma tan extrema y rápida como nosotros. Nuestro camaleonismo llega a extremos verdaderamente llamativos: unas veces vemos a un bañista o albañil sin camiseta que parece tener a la vez las pieles de dos razas distintas, otras nos sorprendemos de que alguien haya cogido color apenas paseando una mañana, o finalmente nos puede costar trabajo reconocer en su negrura estival al compañero de clase que sólo conocimos en invierno. De nuevo este factor ha sido usado arteramente por los antropólogos, que yo no se en base a qué han decidido que sólo la tonalidad más clara es la verdadera. Así, lo común era leerles en sus manuales que para medir el grado de melanina de un pueblo había que mirarles las caras internas de los brazos, de los muslos, y en fin cualquier parte que por lo común no viera el sol en todo el año, pues el color moreno del resto del cuerpo no era el “puro” sino el fruto de una respuesta al sol. Bien, yo digo que esto es una estupidez tan grande como decir que el verdadero color de un negro sudanés es el de las plantas de sus pies, una estupidez que además está cargada de intenciones racistas. Para empezar, se pretende transmitir la idea de que el tono claro es el original, cuando los análisis diacrónicos nos dicen todo lo contrario, esto es, que el empalidecimiento es algo derivado de una negrura original. En segundo lugar, ignoran voluntariamente lo que es un hecho aplicable a plantas y animales. Así, de niño aprendí que cualquier tallo verde podía ser usado como letrero: bastaba pegarle un papel con las letras del mensaje recortadas y en unos días retirabas el folio y quedaba tu escrito. ¿Acaso se había puesto oscuro el tallo? No, se le había aclarado la parte oculta. Del mismo modo, en los afroibéricos no se da un proceso que vaya de la piel más clara (“verdadera”) a la más oscura (“alterada”), sino que existe un solo tono ocre original, susceptible de pasar a mate o chocolate según las circunstancias climáticas. Existe por el contrario un método fácil e infalible para detectar morenos emblanquecidos, y es comprobar si sus pezones, ano, escroto y otras zonas de pliegue y rozadura son marrones, pues sólo los verdaderamente blancos los muestran rosados. Por fortuna para los que pretenden europeizarse a marcha martillo, estas son zonas anatómicas de difícil análisis sin intimidad de por medio pero, nunca mejor dicho, la procesión va por dentro.

Pasemos ahora a otro asunto que sí considero capital, y es el de la variabilidad somática dentro de un grupo. Cuando propongo el tipo medio o de la zona 2 como nuestro retrato robot prehistórico, muchos pueden dudar de que todos los individuos de Afroiberia tuvieran ese aspecto. Bien, si ese dibujo pretendiera tal cosa yo no sería sólo el primero en dudarlo sino en negarlo. Pero el tipo medio o de la zona 2 no es más que un porcentaje y una simplificación, la forma digamos menos mala y más imparcial de representar con una cara lo que es un colectivo de miles de personas. A continuación vamos a ver otras formas de representar nuestra pauta anatómica afroibérica, pues el esquema inicial se puede enriquecer siempre que se mantenga la proporcionalidad (como 4+4 y 5+3 dan 8). Se trata de representaciones que necesariamente están formadas por más de un individuo, cada uno de los cuales mostrará o no determinadas diferencias respecto al monigote prototipo, pero siempre guardando una armonía general.

Este primer ejemplo podría ser denominado “variabilidad intraclinal”. Vemos que tras las ocho primeras cabecitas (idénticas al prototipo de la zona 2 o medio) la tercera y cuarta fila del dibujo muestran variaciones. Pero estas variaciones no sacan a sus portadores de pertenecer al tipo afroibérico, porque cada uno de estos individuos cambia uno solo de sus rasgos y además lo hace sólo en un grado clinal (tomándolo del mate o del chocolate). Así, el primero sería afroibérico típico salvo por sus labios algo más finos, lo mismo que el segundo de labios más gruesos que la media, y luego vemos lo propio con las narices, los cabellos y la piel. Repito que ninguno tiene más de dos rasgos distintos al prototipo, así como ninguno presenta formas ni de blanco ni de negro extremos; simplemente estamos ante un mismo grupo genético con sus lógicos vestigios de lo anterior y ensayos sobre lo posterior. Sin embargo, estoy seguro de que la última fila de monigotes será mucho más llamativa que la anterior, incluso que habrá resistencia a considerar a alguno de ellos como de la misma “raza” que los demás, y esto es una prueba de que la piel y el cabello tienen para nosotros connotaciones raciales mucho más fuertes que la nariz o la boca. Finalmente, vemos como se cumple una proporcionalidad de rasgos, un “lo comido por lo servido”, que nos lleva irremediablemente al tipo medio o de la zona 2 como prototipo. Seguro que en nuestra prehistoria hubo afroibéricos más claros que la media, pero también más oscuros, que los hubo con el pelo lacio y crespo, los labios finos y gruesos, etc., pero estos extremos no sólo se neutralizarían entre sí (por ejemplo en los mestizajes) sino que no representarían más que una minoría.

Pintas afroibéricas 5. Pauta afroibérica (Primera parte)

Cerramos esta serie con unos ejercicios de “laboratorio casero” dedicados específicamente a los afroibéricos y que, por meras razones de espacio, los he tenido que presentar por partes. Desde un primer momento ha de quedar muy claro que se trata de un taller, un juego, y que por tanto busca conscientemente la simplificación. La idea final ha de ser luego elaborada por cada cual, cruzando los datos que facilito, multiplicando las posibilidades más allá de las propuestas, difuminando barreras siempre convencionales, etc., pero es imprescindible que cada gráfico se centre en un solo aspecto a tratar y que lo haga de la forma más esquemática posible. Con todo, mis “simplificaciones” siempre serán mucho más rigurosas que aquellas a las que nos tiene habituado el staff eurocéntrico.

Vamos a jugar básicamente con las caras de unos monigotes que representan clinas anatómicas, es decir, una secuencia de individuos entre dos “razas” extremas. Como nuestro interés se centra en Afroiberia, sólo representaremos la línea que va del “negro” al “blanco”. Fuera de nuestro análisis, cada cual debe contar con que simultáneamente se han producido tantas líneas clinales como direcciones pudiera tomar el homo sapiens desde África, así como que muchas de estas líneas se mestizaron o se fundieron entre si. La simplificación no acaba aquí pues me limito a representar cinco tipos a los cuales sólo les varían cuatro rasgos (piel, nariz, boca y cabello). Por si fuera poco, esos rasgos cambiarán en bloque, es decir, que si el de piel más negra tiene los labios y nariz más gruesos el de piel más blanca los tendrá más finos. En realidad sólo la melanina podía proporcionar un modelo fiable (por eso sigo las clinas de la vitamina D), así que me he limitado a someter el resto de rasgos a sus mismas pautas. El resultado es el siguiente:

Para agilizar he decidido bautizarlos (de izquierda a derecha):

- Negro. No es el tipo negro original sino una mutación por condiciones de insolación extremas que, como vemos por las flechas, no es exactamente miembro de nuestra línea clinal. Pero es un tipo humano muy antiguo y muy cercano geográficamente a Afroiberia, con el que nos hemos mestizado mucho, por lo que es imprescindible incluirlo.

- Chocolate. Africano primigenio del que procedemos todos, como muestran las flechas.

- Medio. Los afroibéricos pertenecen a esta clina, progenitora de los blancos posteriores y uno de los tipos más antiguos después del chocolate.

- Mate. Corresponde a los blancos de pelo y ojos negros, que por muy blancos que estén nunca tienden al rosado.

- Blanco. Es el tipo más reciente de la muestra, una adaptación extrema a regiones que nos estuvieron vetadas durante las glaciaciones.

Debe sorprender que exista cierto desajuste entre lo que llamo “zonas” (vit. D) y “clinas” (cada una de las cabecitas). Para explicarlo retomemos aquellas frases que simplificaban con un lema las características de cada zona de la vitamina D. Vimos que la zona 1 se definía como “necesito ser negro para sobrevivir” y que en el mapa es la más ancha de todas. Como es natural, aún dentro de esta región los tipos serán más negros según bajemos al ecuador, y por tanto eso de “zona 1” fue una simplificación que en justicia hubiera merecido al menos dos o tres subdivisiones. El tipo chocolate es ya un negro pleno tanto desde la persepectiva social (única hoy válida a nivel científico y ético) como desde la de las clasificaciones raciológicas de antaño. Pude usar “negro 1” y “negro 2”, “negro original” y “negro derivado” o simplemente “negro” y “muy negro”, pero he preferido eso de “chocolate” y “negro”. La cuestión es que ambos deben ser oscurísimos para sobrevivir por pertenecer a la zona 1. Por su parte, el que la zona 3 de la vitamina D esté representada tanto por tipos medios y mate (hegemónicos en las zonas 2 y 4 respectivamente) está perfectamente defendido en su lema: “tanto da ser más claro o más oscuro”. Quizás este segundo gráfico ayude a poner todos los conceptos en orden:

A la izquierda aparece la gradación de tipos o “clinas raciales”, cada una con un equivalente fotográfico aproximado. Asimismo se indica la zona a la que cada uno pertenece y se la asocia con un color. Esos colores son los que aparecen en el mapa de la derecha acompañados de sus correspondientes cabecitas. La zona 1 (amarilla), que acaba en los 30ºN está poblada tanto por tipos negros como chocolate. La zona 2 (naranja) por el tipo medio exclusivamente, y se prolonga hasta los 40ºN abarcando totalmente a Afroiberia. Entre los 40ºN y los 45ºN (rojo) se extiende la zona 3, donde alternan cabecitas medias y mate. Sólo a partir de los 50ºN se hace necesaria la mutación a blanco.

Por todo lo dicho, el monigote de arriba representa al afroibérico prototipo, el ancestral y el ecológicamente idóneo. Nos corresponde por habitar dentro de la zona 2, pero existen además otras particularidades de Afroiberia que reafirman la propuesta:

- Cada mil metros de altitud equivalen a un 7% más de absorción de la radiación solar, un dato a considerar en un territorio que como Afroiberia presenta las más altas cumbres de la Península (a su vez una de las regiones más montañosas de Europa).

- En su condición peninsular, Iberia está muy expuesta al albedo marítimo.

- La Península Ibérica tiene una media de horas de sol alta en relación con otros países europeos aún sureños, y Afroiberia es de largo la zona más afectada por esta insolación.

- La propia constitución eminentemente marino-fluvial que vimos para Afroiberia (v. la serie Afroiberia Geográfica) nos obliga a suponer un consumo elevado de pescado que sumara vitamina D a la ya generosa dosis proveniente del sol.

- Finalmente hemos de reflexionar si de haber conservado ese aspecto hoy necesitaríamos tanta protección solar y tanto ácido fólico, porque desde luego no nos habría llevado al raquitismo. No en vano el lema de nuestro tipo (zona 2) es: “mejor seguir siendo oscuro”.

Aceptar que el afroibérico del pasado tuvo ese aspecto no es algo anecdótico, sino que lo hago uno de los ejes centrales de este blog. Y lo hago porque estoy seguro de que, tras mirar las fotos y dibujos, la mayoría de afroibéricos actuales se habrá identificado más con el tipo correspondiente a la zona 4 e incluso sentirá un inconfesado rechazo a que sus ancestros tuvieran las pintas que yo les atribuyo. Los porqués exceden de largo estas líneas, así que me remito a mi entrada Complejos Identitarios I, la segunda que escribí y donde la protagonista es la selección sexual. En Afroiberia la pauta somática que llamamos “tipo medio” o “de la zona 2” se mantuvo inalterada desde el Pleistoceno hasta el Neolítico y, con algún que otro ajuste, hasta la Edad Media. A partir de entonces surge una fortísima animadversión hacia la costa sur del Mediterráneo que, si bien se debe a razones políticas y religiosas, genera nuevas formas de racismo, inexistentes por ejemplo en tiempos de Roma. Surge así una polarización conceptual donde el cristiano blanco (tipos blanco y mate) se opone al musulmán negro (tipos negro, chocolate y medio). Los afroibéricos, como los sardos, sicilianos o atenienses, se encuentran en la difícil situación de habitar en Europa pero tener aspecto moruno, y de ser por tanto vistos con sospecha y desdén por sus vecinos de continente. Por si fuera poco, la Península Ibérica había soportado un duelo norte-sur (Reconquista) que exacerbó aún más esta presión racista, traducida en hidalguismo, expropiaciones, abusos, inquisiciones, tormentos y expulsiones. Y por supuesto, se tradujo en una selección sexual-cultural que favoreciera los rasgos más europeos y blancos, a veces por entusiasmo y a veces por mera supervivencia. El resultado es que en unos cinco siglos hemos pasado a tener más parecido con el tipo mate (zona 4) que con el que nos es más consustancial y legítimo.