miércoles, 20 de enero de 2010

Pintas afroibéricas 6. Conclusiones

Este collage es el mejor modo que he encontrado para sintetizar las ideas defendidas a lo largo de la serie Pintas afroibéricas. Leer sobre ácido fólico, melanoma y vitaminas es relativamente fácil de compaginar con nuestros tics eurocéntricos, pero otra cosa bien distinta es mirar esta imagen y decir: “así fueron mis tatara-tatara-tatarabuelos”. Entre estas caras hay una terrateniente argárica, un cazador solutrense murciano, un conchero de Muge, una molinera neolítica antequerana y, si la buscamos bien, puede que por ahí ande la mismísima efigie de Argantonio. Caben matizaciones, pues nuestro estudio ha de ser diacrónico e integrador: a veces este tipo humano supuso el 80% de los afroibéricos prehistóricos y otras apenas el 30%. Pero que este aspecto anatómico no fuera el de todos los afroibéricos durante todo el Pasado Remoto no quita que sí fuera el tipo mayoritario durante la mayor parte de sus períodos. A efectos estadísticos podemos entonces afirmar que así fuimos los afroibéricos en el pasado, y que en muchos sentidos así seguimos siéndolo bajo una pátina de forzada blancura. En cualquier caso, se trata de un tipo capital en nuestra composición histórica, para el que no hemos sido preparados ni educados, y que necesita ser reivindicado si pretendemos hacer algo científico con nuestro pasado. Trazar los vaivenes de representatividad “racial” que sufrió este tipo afroibérico a lo largo del Pasado Remoto es un reto demasiado grande para abordarlo ahora, y por tanto habrá que esperar futuros monográficos sobre cada etapa si queremos información detallada. Prefiero por ahora defender la metodología empleada para confeccionar el collage.

¿Quiénes son realmente los individuos representados?

El collage está compuesto a partir de fotos de indostanos, yemeníes, beduinos, amaziges, eritreos y gitanos. Trabajar con individuos actuales tiene la ventaja de imprimir todo el realismo a la reconstrucción, pero también presenta inconvenientes. El más importante es que, en un sentido estricto, quizás demasiado, estas imágenes sólo serían aplicables a humanos del Holoceno, pues antes la constitución ósea era más robusta. Otra limitación es que dependes de imágenes disponibles en la red, lo cual ha provocado (unido a cierta pereza) que en la composición no haya respetado una proporción justa entre varones y hembras, o entre adultos y niños. Pido disculpas por ello.

¿Por qué los escogí?

Evidentemente han sido seleccionados porque son los que consideré más parecidos en rasgos al canon ancestral afroibérico que vengo defendiendo en esta serie de entradas. Pese a que todos representan dicho canon de forma satisfactoria, no he querido arrojar un panorama demasiado homogéneo. Así vemos que hay pieles más claras y más oscuras, más amarillentas o más rojizas, siempre sin salir del lema aquel de “mejor seguir siendo oscuro”, propio de los habitantes de la Zona 2. En cuanto a los rasgos faciales, he buscado a conciencia personas cuyos cráneos habrían sido diagnosticados como “caucásicos en casi todos sus elementos” por la antigua Antropología racialista. Sin embargo, porque es una paradoja frecuente en la vida real, he procurado que en ocasiones los rasgos más “caucásicos” fueran cubiertos por las pieles más oscuras y, viceversa, que las pieles más claras delatasen narices y labios más afro. Pese a esta reminiscencia negroide, lógica dados nuestros orígenes y suficientemente constatada arqueológicamente, los antiguos afroibéricos mostraban en general una estructura muy parecida a la nuestra. Tanto, que ponemos mucha atención en estas fotos observaremos que no se distinguen tanto de nosotros salvo por la piel, que incluso varios de ellos recuerdan vagamente a personas de nuestro entorno o a famosos. Por otra parte, la selección de rostros ha tenido que afrontar la contradicción de acudir a poblaciones de la Z.1 en al menos la mitad de los casos. Se supone que el resto de la Z.2, la parte no euro-mediterránea, debería haber conservado los tipos aborígenes, o lo que es lo mismo: si tengo que recurrir a la Z.1 para recabar fotos, ¿no me estaré pasando de oscuro? Dos son las respuestas a esta pregunta. De un lado, tanto los musulmanes como los hinduistas han sufrido sus propios procesos de emblanquecimiento por selección sexual-cultural (canon “árabe” y “ario” respectivamente). Por otra parte, es un error pensar que actualmente no hay poblaciones con esas pintas en el Rift, en Túnez, en Líbano o en Irán, incluso superando el 20% del total de población. Lo que ocurre es que si las convocas se te echan encima los oficialistas con el cuento de que son descendientes de esclavos subsaharianos y demás milongas.

¿Por qué los he manipulado gráficamente?

Lo primero que llama la atención es que he aplicado un filtro que simula trazos de pintura y desdibuja los rostros. Lo he hecho para respetar ese grado de incertidumbre que tenemos respecto al aspecto real del afroibérico, pero también para vulnerar algo menos la integridad de los retratados. En el ámbito cultural, he decidido retocarlos para ocultar toda marca que les diera un sesgo islamófilo, indófilo, o lo que fuese. Frente a otros elementos, como barbas y mantos, encontré que carecía de habilidad técnica para eliminarlos sin dañar la foto, así como de argumentos en contra de que tales modas no fueran comunes durante nuestra prehistoria, así que se quedaron como en origen.

¿Hay alguna regla o truco para calcular su representatividad según períodos?

Fundamentalmente, podemos servirnos del incontestable hecho de que a más nos sumergimos en el Pasado Remoto más oscurecemos, y viceversa. Los béticos prerromanos fueron forzosamente más pálidos que sus equivalentes musterienses. El problema es cómo establecer las etapas cronológicas de ese proceso de emblanquecimiento. Como dije, necesitamos detenernos ampliamente en cada período de nuestro Pasado Remoto para lograrlo. Sin embargo podemos ya anticipar que en ningún caso este tipo moreno representó, hasta la “Reconquista”, menos de un 30% de la población total de Afroiberia. También contamos, como regla de partida, con la certidumbre de que Gibraltar es una irrefutable zona de paso a nivel mundial. Jamás tuvimos algo parecido a estabilidad “racial”, lo que no implica que dicho trasiego fuera negativo para la conservación del tipo afroibérico tal y como lo proponemos. Al ser este el grado clinal intermedio, si la concurrencia de elementos africanos y europeos era ecuánime los absorbía sin dificultad. Uniendo ambas tendencias, apertura y absorción, siempre habremos de suponer para cada período pequeñas etapas alternas de variabilidad (equilibrada) y homogeneidad en los tipos. El collage de arriba representaría una etapa de homogeneización casi total.

No soy tan iluso como para esperar que se acepte mi propuesta en toda su dimensión. Me conformo con que algunos reconozcan que hubo una minoría de estos morenos donde yo opino que eran la práctica totalidad. O que acepten un tipo afroibérico ligeramente más europeo que el mío pero no tanto como el actual. Paso a paso se anda el camino. Lo que no se puede tolerar es que estos morenos, además de excesivamente bajados en porcentaje, vengan siempre a representar a esclavos, a salvajes o a malvados. Tampoco tolero ataques a mis tesis que no se basen en argumentos, pues recordemos que esta serie de entradas fue provocada por una imagen que dibujé de los afroibéricos paleolíticos. Algunos pudieron opinar que los representé demasiado oscuros, o que efectivamente los hubo así de oscuros pero no en un porcentaje tan alto. Aún así, ¿había que sulfurarse tanto? Parece que cuando los argumentos escasean las vísceras hacen el trabajo sucio.