viernes, 22 de julio de 2011

Rostros del Pasado 5. Tutankamón. Parte 1

Tras dominar las más básicas técnicas de reconstrucción craneal, y avisados de que los arqueólogos-forenses están infestados de tics racistas, ya es hora de que experimentemos con un caso real. El cráneo que vamos a reconstruir es nada menos que el de Tutankamón, un faraón popular y admirado incluso entre los niños. A primera vista podría parecer que queda algo apartado de nuestros intereses afroibéricos, pero en absoluto es así. En primer lugar, las similitudes de contexto son evidentes: los egipcios son norteafricanos, en parte mediterráneos y, si son faraónicos, abarcan un extenso arco temporal que va desde nuestro “calcolítico” hasta la romanización. En segundo lugar, Tutankamón permite una reconstrucción fiable por su excelente estado de preservación: al haber muerto joven, estar momificado, y no haber sido atacado por saqueadores de tumbas, conserva hasta el menor hueso de su cara. Como tercer motivo, su fama y difusión nos permite disponer de muchas imágenes, tanto de la momia como de sus radiografías y scanners, así que no echaremos tanto de menos una réplica suya en nuestras manos o en entorno 3D. Por si fuera poco, Tutankamón (junto al resto de los egipcios antiguos) está sumido en un agrio debate sobre si podría ser considerado, o no, de “raza negra”. Como consecuencia, el propio proceso de su reconstrucción, o más bien de reconstrucciones, arroja numerosos ejemplos de eurocentrismo aplicado a estas técnicas, esto es, de todo lo que debemos evitar y denunciar.

Contexto geográfico y cronológico

El Antiguo Egipto suele ser considerado como una entelequia más modélica que real, y en cierto modo no podemos negarle esa condición debido a su milenaria existencia y a su marcada idiosincrasia cultural: los egipcios parecen haber sido así desde siempre independientemente de la zona del Nilo que habitaran. Sin embargo, su propio gigantismo geográfico y temporal lleva implícita la capacidad de dividir la historia y cultura egipcias en regiones y períodos. Teniendo en cuenta que entre el Alto Egipto del Imperio Antiguo y el Delta alejandrino existen las mismas distancias crono-espaciales que entre la cultura de Los Millares en Almería y la Ampurias romanizada, ¿es justo imponer un mismo modelo antropológico para todos?

Nebjeperura Tutankamón fue un faraón de la dinastía XVIII que reinó entre 1336 y 1325 aC. Por esas fechas, en Afroiberia andábamos con El Argar y otras expresiones de la cultura del bronce, apuntando ya maneras tartesias. A Roma, por ejemplo, le faltaban entre 8 y 6 siglos más para tener un mínimo protagonismo, mientras que los griegos andaban en su micenismo pre- o proto-griego. En Oriente, los israelitas aún no eran monarquía ni probablemente habían comenzado el éxodo desde Egipto, tampoco los fenicios habían salido de su etapa formativa o ugarítica, y los mesopotámicos, dominados entonces por los asirios, no suponían aún la terrible amenaza en que se convertirán siglos más tarde. Por todo ello, y pese a la delicadeza e incluso modernidad que nos transmite su ajuar funerario, Tutankamón fue un rey antiquísimo, de un Egipto cuyos vecinos vivían mayoritariamente en un estado “prehistórico”. Esto concierne a nuestras técnicas de reconstrucción, pues a más primitivo y a-histórico es un cráneo, más posibilidades hay de que cumpla con la pauta de melanina que impone su región y época. Las grandes invasiones, deportaciones en masa y propagandas racistas que inciden en la selección sexual, sólo podrán aparecer más tarde, en un contexto plenamente histórico y con mayor potencialidad demográfica, tecnológica, bélica, de comunicación, etc. Cerramos el contexto temporal con información climática: completada prácticamente la desertización del Sahara, y habiendo empezado esta por oriente, tenemos la suerte de poder aprovechar el mapa general de la melanina expuesto en la entrada anterior. El caudal del Nilo no sería muy distinto al actual, quizás algo más caudaloso, porque depende principalmente de las lluvias ecuatoriales del curso alto, y estas no se han visto alteradas sustancialmente desde Tutankamón hasta hoy. El mar estaría a un nivel 1.5 o 2m superior al actual, pero al parecer el Delta ha sufrido hundimientos recientes (s.XV-hoy), así que es espinoso reconstruir la línea de costa. Sin embargo, es un hecho que el Delta sería menor y que estaría atravesado por canales y lagunas mucho mayores que los actuales, con un régimen mareal de importantes efectos para las comunicaciones.

Geográficamente hablando, el sur de Egipto es el universo familiar de Tutankamón, sin duda y desde tiempos ancestrales. Pertenecía a la nobleza de los nomos del Alto Egipto, la cual se consideraba portadora de las esencias de su religión, lengua y cultura, es decir, “los verdaderos egipcios”. Y no les faltaba razón. Por sus crónicas y leyendas, luego confirmadas por la arqueología, los egipcios sabían que provenían del sur predinástico, entre el Alto Egipto y Nubia, que la unificación de su reino fue efectuada por Menes (Narmer), un faraón del sur, o que sus cultos y costumbres provenían de Tebas y Cush. Pero sobre todo guardaban memoria de que, cada vez que el reino se volvía a dividir en dos, la disolución siempre había comenzado en el norte mientras que la restauración corría a cargo del sur. El joven Tutankamón se sentiría muy orgulloso de pertenecer a la dinastía que reunificó el reino tras expulsar a los asiáticos hicsos, que ordeñaban el país desde el Delta. Su orgullo no se limitaría ahí, pues la dinastía XVIII proviene directa y consanguíneamente de la XVII, y esta a su vez de la rama tebana de la dinastía XIII, de la XI (que también reunificó las dos coronas), y así hasta los orígenes. El lado negativo de este amor por lo propio es el menosprecio y hostilidad hacia lo ajeno, dirigido en este caso hacia el enemigo hicso, sirio o cananeo. Casticismo, hidalguía, chovinismo, etnocentrismo, llámenle como prefieran, pero ese rasgo de la nobleza tebana los llevaba a un fuerte conservadurismo cultural y adhesión al clero, así como a un fuerte rechazo por todo lo que fuese mestizarse o asimilarse con el próximo-oriental. Por el contrario, esta xenofobia no funcionaba en dirección sur. Los ancestros de Tutankamón habían trabajado duro hasta incorporar al reino parte de Nubia, en calidad de virreinato, sufriendo esta zona una fuerte aculturación egipcia, en gran parte facilitada por las concomitancias ancestrales de ambos pueblos. El éxito de esa empresa quedará demostrado, más allá de lógicas escaramuzas entre vecinos, cuando cinco siglos más tarde esos nubios se sientan tan egipcios como para reconquistar el reino proclamándose descendientes legítimos del faraón (dinastía XXV), contando además con todo el apoyo del clero y el pueblo tebano. El Egipto de Tutankamón mostraba muchas más simpatías por Nubia que por Canaan, Libia, o incluso su propio Delta. Fruto de una buena política de pactos, los harenes reales se llenaron de princesas etíopes, sudarábigas o saharianas, y toda esta sangre con sus oscuros tonos de piel se filtraba finalmente al trono y la realeza.

Color de piel

Como prometí en la entrada anterior, el primer paso en la reconstrucción del rostro de Tutankamón será escoger el tono de piel correcto. Ya comenté que el mapa general nos sirve también para esa época, así que lo adaptamos para que sólo muestre Egipto.


Izquierda: Mapa de pieles para Egipto y sus vecinos. Punto verde: Tebas. Circunferencias: equidistancias respecto a la ciudad de Tebas. Punto negro: Asuán.
Centro: Clinas de piel presentes dentro de las circunferencias. De arriba abajo: Negro (tipo 1): 6.25%. Negro-Chocolate (tipo 1-2): 31.25%. Chocolate (tipo 2): 37.5%. Chocolate-Medio (tipo 2-3): 18.75%. Medio (tipo 3): 6.25%. El tamaño de las cabezas depende de su probabilidad como tono de piel representativo de los habitantes del Alto Egipto.
Derecha: Otra representación de los porcentajes o probabilidades. De cada 16 tebanos, habría 6 chocolate, 5 negro-chocolate, 3 choclate-medio, 1 negro y 1 medio.

De este mapa surgen una serie de interrogantes que espero aclarar. ¿Por qué es Tebas y no Menfis u otro lugar intermedio el centro de nuestro mapa? Sencillamente porque si en lugar de a Tutankamón tuviéramos que reconstruir la momia de uno de aquellos hicsos sirios, o de la medio macedonia Cleopatra, tampoco se me ocurriría reivindicar un supuesto tono de piel universal para egipcios de cualquier tiempo y lugar. ¿Por qué la clina negra y la media tienen igual representación? Podría parecer que los tonos medios merecieran más representatividad, pues están presentes ya en el tercer círculo del mapa mientras que los negros han de esperar al cuarto. Más aún, dentro de ese cuarto círculo hay más regiones de tono medio que de tono negro. Sin embargo, no debemos olvidar ni un instante el verdadero objetivo de este mapa, el cual consiste en indicar donde hay que ser moreno o claro por estricta exigencia medioambiental. En su momento dijimos que por debajo de los 30ºN de latitud los seres humanos necesitan ser oscuros de piel para sobrevivir, aunque más adelante viéramos que dentro de estos “negros” también se daban diversos tonos. Tebas, situada en el paralelo 25ºN, entra completamente en esta categoría, por lo que allí el tipo medio necesitaría adaptarse y oscurecerse más que los negros aclararse. La hostilidad de la época hacia hicsos, sirios y cananeos del norte (de tonos medios) no ayudaría tampoco a la conservación, por selección sexual, de tipos claros. Por último, decir que este mapa es bastante personal e intuitivo. Por ejemplo, no soy experto en medir superficies tan irregulares como las de mi mapa de clinas, así que los porcentajes que atribuyo a cada clina no son exactos. Tampoco son proporcionales los anillos de equidistancia respecto a Tebas, pues he preferido señalar con ellos lugares significativos (Asuán, Sinaí, Creta, Fenicia, Jartum, etc.). En cualquier caso, no hay que tomarse mis clinas al pie de la letra, o sí, pero más como zonas de influencia que como fronteras precisas. Hay que mirar ese mapa de lejos, o entornar los ojos, o aplicarle un desenfoque gaussiano.

Aunque mi estimación no sea exacta, sí es muy aproximada y nada afrocentrista. Como es ya costumbre, cada vez que me ha surgido una duda he intentado a toda costa no barrer para casa, optando por la alternativa que más perjudicaba a mis teorías y más amparaba al eurocentrismo rival. El propio mapa general sobre el que basamos este de Egipto, ya lo dije, estaba descafeinado en aras del fair play, y lo mismo me he cuidado de hacer en este. Por eso, cuando digo que Tutankamón era de piel chocolate o negro-chocolate no hago una propuesta, sino que establezco unos mínimos innegociables.

La Momia


Aquí tenemos la momia de Tutankamón, en fotos, radiografía y escáner. “Tut”, como le llaman los anglosajones, era un joven enclenque de 19 años, con escoliosis, y que cojeaba de una pierna. Teniendo en cuenta que aún pudo haber crecido algo más hasta los 21 años, sus 1,67m lo hacían un varón mediano-alto para la época, por no mencionar que las momias pueden y suelen menguar. A diferencia de otras momias mejor conservadas, que casi parecen dormir, la de nuestro faraón está bastante deteriorada y sus facciones no se intuyen fácilmente. Pero como este proceso degenerativo se ha acelerado mucho tras su descubrimiento, tenemos la suerte de que las fotos más antiguas sí conserven algunos detalles hoy imperceptibles. Además, la dentadura y el cráneo se han conservado muy bien, incluso en zonas usualmente dañadas como la espina nasal, por lo que su reconstrucción puede ser bastante precisa.

Nuestra tarea más inmediata es contemplar largamente estas imágenes, horas si hace falta y estamos dispuestos. Llama la atención la deformación artificial de la parte posterior de su cráneo, algo muy típico entre los que se criaron en el palacio de Amarna. La proporción general de sus miembros nos indica que era longilíneo, es decir, de brazos y piernas largas en relación al tronco, con grandes manos y pies de dedos finos, complexión esbelta, cadera estrecha, cuello espigado, etc. El rostro se caracteriza por un perfil al que no le faltan “complementos” (mentón, prognatismo, espina y tabique nasal), pómulos altos y marcados, nariz ancha, cuencas redondeadas y dientes grandes. Su mandíbula, sin ser masiva, está bien definida, y alrededor de ojos y boca se acumulan bolsas de pellejo que delatan labios carnosos y párpados pesados. Si nos aplicamos a conciencia en este primer paso de observación, no sólo lograremos una imagen mental bastante exacta de la momia sino que, con suerte, recibiremos chispazos de cómo fueron algunos de sus rasgos en vida aún antes de volcarnos en la reconstrucción propiamente dicha.