jueves, 8 de octubre de 2009

Amnistiad El Carambolo

Desde el pasado 1 de octubre y hasta el 10 de enero del 2010, El Museo Arqueológico de Sevilla expone el Tesoro del Carambolo junto a otras piezas protohistóricas provenientes de distintos museos e instituciones nacionales. Lo más llamativo es que dicho tesoro no proviene del Museo Arqueológico Nacional o de otro museo de fuera, sino de la caja de seguridad de un banco. Esta absurda circunstancia se quiso justificar por el miedo que cundió en 1977 debido al robo de la Cámara Santa de Oviedo, por más que aquellas joyas fueran recuperadas días después. Como resultado, en 1978 se saca el tesoro del Museo Arqueológico y se traslada a un banco. Aquello se saltaba por cierto la legalidad de entonces, pues si el Carambolo no acabó en el Museo Arqueológico Nacional fue porque el Ayuntamiento de Sevilla acordó con Madrid la titularidad de dicho tesoro, aunque el Estado puso entre otras condiciones que jamás debería salir del museo sevillano. Más adelante, se me ocurren dos momentos en los que hubiera quedado muy bien la “liberación” del Carambolo: 1982, llegada de un sevillano a la presidencia del gobierno, y 1992, Expo de Sevilla. Pero no se hizo. De hecho el Tesoro del Carambolo sólo ha visto la luz en cuatro ocasiones desde 1978, y siempre ha vuelto a las catacumbas. Con esta última exposición pretenden hacernos creer que ahora sí viene la buena, que esta vez el Carambolo se queda en el Arqueológico de Sevilla, a la sazón recientemente rehabilitado. Pero yo me pregunto: ¿quién puede tomarlo en serio si ya se ha puesto fecha final para dicha exposición?

Cuestión aparte es el modo en que los periódicos han enfocado la noticia. En concreto vamos a tratar la cobertura que hace El País (3/10/2009), la cual nos va a servir para denunciar la actitud de ciertos arqueólogos e historiadores de la propia Andalucía. “El Tesoro del Carambolo recupera los rituales fenicios” y “El tesoro de Baal y Astarté” son respectivamente los títulos de la entradilla y del artículo. Creo que son por sí mismos evidentes, pero otra pista puede ser que el término “fenicio” se menciona hasta 8 veces en un texto que no ocupa más de un folio. Su enfoque no coincide con el de ningún otro periódico, y por tanto no debe provenir de la nota de prensa facilitada por el comisariado de la exposición. Desde mi humilde opinión es bastante probable que los de El País hayan querido trascender la frialdad del teletipo, añadir un toque chic a su noticia, y han pensado que lo mejor era consultar a su hombre de confianza en estos asuntos. Pero parece que su arqueólogo de cabecera ha tomado claro partido en un debate historiográfico y su consejo afecta negativamente la noticia, y de paso la credibilidad del periódico. ¿Tartessos o Fenicios? El País nos dice que fenicios, y se siente con ello moderno y rompedor, pero lo que hace es denigrar su cometido social. Porque cuando no existe consenso entre la comunidad científica los diarios no deben dárselas de entendidos apoyando a una u otra facción, sino citar a ambas o esconder a las dos y limitarse a lo básico.

Muchos me habrán encasillado ya entre los “indigenistas” dentro del debate tartésico pero puedo asegurar que, si acaso, andaría en el bando contrario. Soy el más acalorado defensor de nuestra identidad cananea, de hecho creo firmemente que aún queda mucho de ella por mis tierras, pero no se qué tiene eso que ver con dinamitar la identidad tartésica. De nuevo aparece robotín cartesiano: “si tartesio… no fenicio… bip… si fenicio… no tartesio”. Señores catedráticos, deben salir de sus rancias diatribas y echar un ojo a los manuales más básicos (actualizados, eso sí) de Antropología. Yo no dejo de ser español por creer en un mesías cananeo (¿qué otra cosa fue Jesús?) ni me vuelvo judío por ponerme unos Levi´s, ni musulmán por comerme un kebab. La identidad es un concepto casi espiritual, subjetivo hasta el límite, que se ríe de toda la arqueología descriptiva y sus “fósiles guía”. El Tesoro del Carambolo ha dejado de ser el paradigma de una realidad tartésica. Se ha descubierto que el lugar donde fue hallado era un santuario dedicado a Astarté y Baal, los dioses mayores de los fenicios, dice El País. Esta aparente relación causa-efecto es un timo: ¿decimos acaso que Cartago no existió usando los mismos argumentos?, más aún, ¿alguien se atreve a rebajar Roma a mera colonia griega por provenir Júpiter de Zeus? El mismo Baal fenicio usa la corona del Alto Egipto y en sus representaciones como “smiting god” copia modelos hititas y mesopotámicos, ¿deja de ser por ello cananeo de pura cepa? Sin duda queda mucho por hablar de este tema, pero habrá que posponerlo para una entrada monográfica.

Por ahora lo que importa es constatar que llegados a Afroiberia, aún colonial y culturalmente subdesarrollada, todos estos argumentos que por el mundo suenan disparatados cobran la importancia de un dogma. Tartessos escuece porque puede provocar la ira del centralismo castellano, porque apunta a un innecesario alarde de identidad si acaba significando, como debería, “Afroiberia protohistórica”. Han encontrado multitud de yacimientos cananeos en nuestra región, enhorabuena para todos, es un aporte cultural que recibimos con orgullo y que debemos tener muy presente para comprender nuestra identidad actual. Los fenicios afectaron en grado sumo a las sociedades locales, tanto como los españoles o ingleses a los indígenas americanos de sus colonias. Pero del mismo modo que los mexicanos no se sentían españoles ni los norteamericanos ingleses a poco de comenzar la colonización, el cananeo establecido en nuestras tierras se “atartesió” tanto como los tartesios se “cananeizaron”. Antropología de la Identidad en mano, es imposible decidir si por genuinamente tartésico debemos comprender lo acontecido antes o después de la llegada cananea, y de hecho contempla esta frontera como artificial e innecesaria.