martes, 9 de agosto de 2011

No nos quieras tanto, Paulino

Ayer recibí un email de mi amigo Javier, conocedor puntual de cualquier noticia referida al Pleistoceno afroibérico, cuanto más antiguo mejor. La gente que me lee no se imagina la de artículos que he redactado inspirado en sugerencias de él o de mi mujer. Por ello, aprovecho para hacer público mi sentido agradecimiento hacia ambos. Sin embargo, aquel “mala suerte” en el encabezado o asunto del correo de Javier sólo indicaba malas noticias. Adjuntos al email había dos documentos de texto que al abrirlos resultaban ser irreconciliablemente opuestos. El primero es un texto de Paulino Plata, consejero de cultura de la Junta de Andalucía, donde se nos vende Orce como el yacimiento de la gominola en la comunidad autónoma de la piruleta. El segundo documento, por el contrario, contiene declaraciones de Luis Gibert, hijo del descubridor del yacimiento granadino, denunciando que tanta palabrería no ha impedido a la Junta hacer lo que mejor se le da: tongo.

Empezaremos analizando el documento de Paulino Plata. Se trata de un texto institucional, gobierno puro y duro disfrazado de cultura, que bajo el formato “nota de prensa” los laboratorios ideológicos confeccionan para que los firme el jefe de turno. Tanto la valoración que hace de los yacimientos de Orce como la terminología que usa nos disuaden de creer que verdaderamente el sr. Plata escribiera esta notificación de su puño y letra. En cuanto al formato del texto, que tanto delata de las intenciones de su autor, se trata básicamente de un bando (“de orden del sr. Consejero se hace saber que…”) que los actuales pregoneros (periodistas) reciben y luego publican, o no, según su afinidad ideológica o su interés económico. Este tipo de declaración pública está en las antípodas de la entrevista o de la rueda de prensa, donde el político se ve obligado a capear con las reacciones y preguntas de los periodistas. En nuestro caso, el periódico se limita a actuar como tablón y altavoz, ni siquiera introduce unas líneas presentando, justificando, y mucho menos valorando esa orden, disposición o plan que el político quiere publicar. El problema es que don Paulino no tiene qué hacernos saber, o sí, pero no se aclara. Todo bando de pregonero lleva implícita la novedad, el cambio, la reordenación, etc. pero es imposible representar la renovación cuando también se es tótem vivo de la tradición. Como alto representante de la Junta de Andalucía, Paulino Plata se ve en la necesidad de hacernos saber a todos las grandes reformas y mejoras que va a acometer en las estaciones prehistóricas de Orce y sus alrededores. Al mismo tiempo, está obligado a pintarnos como inmejorable toda la gestión anterior, responsabilidad de la misma Junta a la que representa. Pero si algo ya es perfecto, ¿cómo pretender perfeccionarlo?

Lo cierto es que el texto “firmado” por Paulino Plata es mucho más de lo que pretende ser, y que hay que leerlo como quien descifra una pastoral del Papa o un discurso navideño del Rey. En primer lugar, sobran las frecuentes referencias al rigor científico con el que se ha trabajado últimamente en la zona, por ejemplo: “Las intervenciones que en los últimos años se han producido en los yacimientos arqueo-paleontológicos de Orce han estado siempre motivadas por criterios científicos y técnicos, y así va a seguir siendo.” Excusatio non petita… Es evidente que un amplio sector de paleontólogos, nacional e internacional, opina que ha existido dejadez profesional y política al respecto, aunque algunos los quieran reducir al clan Gibert y cuatro mariachis. Para estos disidentes, o más bien desterrados, hay puyas evidentes. Por ejemplo, pese a que se promete aprovechar “de manera integral todas y cada una de las importantes investigaciones realizadas en el pasado por los diferentes equipos”, bastan unos reglones para que nos propongan ir por Orce “mirando al pasado lo estrictamente necesario”. En definitiva, nos dice el consejero, “la confirmación a través del registro fósil de la presencia humana arcaica en el territorio de Orce es un paradigma superado”, así que lo mejor es contentarnos con las industrias líticas (eso digo yo: ¿a qué provocar a los de Burgos o a los franceses con cráneos más antiguos que los suyos?). Cuando facilita una muy básica bibliografía sobre Orce mr. Plata olvida “por casualidad” la ingente producción de José Gibert al respecto, o las actas del congreso internacional celebrado en 1995 en la propia localidad granadina. Asimismo se invocan continuamente la “prudencia”, la “serenidad” y la “reflexión”, como velada crítica a la indignación y protesta de los de Gibert. Por último, es irónico que la tercera gran obsesión de esta nota de prensa sea alardear de “debate”, “colaboración”, “consenso”, “diálogo”, etc. cuando la Junta de Andalucía ha sido absolutamente prepotente y clientelista en el caso de Orce.

El segundo documento es un artículo, también publicado en el diario IDEAL de Granada, donde se narra el descontento de Luis Gibert ante una realidad política de la Junta muy distinta del mundo de Oz propuesto por Plata y su gabinete de plumillas. Curiosamente, apenas hay citas textuales de Luis Gibert, pero la sintonía personal que hacia él parece tener el periodista José Utrera nos hace olvidar el estilo indirecto. Antes de proseguir, hemos de aclarar al profano que Luis Gibert no es un mero “hijo de” sino que es un geólogo de primer nivel, especializado en sedimentología y magnetoestratigrafía, y con todo el futuro solucionado trabajando en universidades estadounidenses de la talla de Berkeley. No ha aparecido por Orce solo como un Quijote sino humildemente integrado en un equipo internacional y multidisciplinar de primer nivel, prácticamente financiados por su cuenta, y con el aval del prestigio alcanzado por sus trabajos en la región de Murcia. De Gibert y su equipo dice el artículo que vienen “pidiendo que no se les excluya, pues ellos están dispuestos a dialogar, son investigadores, tienen ganas de trabajar y están preparados para ello. Y por lo tanto cumplen con lo que Paulino Plata público ayer en IDEAL”. Se trata de una actitud de diálogo pero no de rendición, como apostilla Gibert: «me parece muy bien que se planifiquen las actuaciones de futuro, pero sin excluirnos, nosotros somos gente que llevamos muchos años en Orce; yo personalmente desde el año 1976». Sin embargo, pese a la calidad del equipo de investigadores, pese a que en Orce y alrededores sobran sitios donde prospectar y, sobre todo, pese a tanta palabrería “transversal”, el consejero Plata ha vuelto a negar el pan y la sal a Gibert y sus colegas.

Los que amamos realmente el Pasado Remoto no podemos justificar lo que está pasando desde hace décadas en Orce. La existencia de una “mano negra” es evidente, pero no así su identidad. En el plano internacional parece que sí hubo presión eurocentrista al principio (matrimonio de Lumley), pero últimamente parece que Orce recobra su reputación e interés, tal y como atestigua el equipo en el que participa Luis Gibert. Si, como parece, el PP asume el gobierno de Andalucía en las próximas elecciones y el cerrojazo a Orce persiste, nuestras miradas conspiranoicas deberían dirigirse hacia rancios estamentos centralistas, mucho más cómodos con un primer europeo burgalés o georgiano que con uno andaluz. Pero si con el nuevo gobierno las tornas cambian y cesa la persecución a los Gibert, sólo nos quedará pensar que tanta sinrazón e injusticia se debió exclusivamente al PSOE andaluz. En ese caso sobran las fabulaciones sobre eurocentrismos tan ardientes como solapados, y sólo queda espacio para la pedestre soberbia del politicucho de 3ª regional.

Realmente no debería sorprendernos la enésima negativa de la Junta, quien afirma en boca de Paulino Plata:
“Por su parte, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, plenamente consciente de lo que estos yacimientos pueden suponer… va a seguir trabajando de forma incansable por ellos…”
Si durante las últimas décadas la Junta ha estado “trabajando de forma incansable” en Orce, apaga y vámonos. Desde esta intachable perfección, pasada, presente y futura de la Junta de Andalucía, desde esta incapacidad crónica para bajarse del burro de sus políticos, sólo podíamos esperar que Luis Gibert fuera tratado de la manera “científica” y “serena” y “consensuada” de siempre.