viernes, 20 de febrero de 2009

Afroiberia geográfica 4. Delimitando fronteras.

La intención de esta entrada es obtener una serie de regiones “naturales” dentro de Afroiberia así como unos límites prácticos para esta, aunque lo pongo entrecomillado porque ninguna demarcación territorial se libra de ser arbitraria e interesada. Los antropólogos saben bien que en la vida real las identidades (que es de lo que aquí se trata) aparecen solapadas casi siempre tanto en el tiempo como en el espacio, y que la transición de unas a otras supone una sucesión de clinas o gradaciones. Nuestro área de trabajo sólo se ocupará de aquellas zonas comprendidas al sur de un hipotético eje La Nao-Lisboa, dejando en blanco el resto a la espera de que otros con más ganas y conocimientos que yo lo aborden. Ahí no acaba la influencia africana en la Península, por supuesto, pero es hasta donde yo creo que supone un componente identitario de primer orden. Debe quedar muy claro que yo no pongo límites a lo afroibérico sino que detengo el alcance de mis investigaciones en cierto punto geográfico, por pura economía de capacidades y recursos personales. No hay una frontera general de lo afroibérico, sino una suma de comarcas con una mayor influencia africana que unen sus lindes septentrionales, por lo demás muy difusas, para dar una idea de continuidad oeste-este. Estas regiones afroibéricas quedan definidas a partir de nuestras anteriores reflexiones sobre influencias geoestratégicas (mediterráneas, atlánticas y africanas) y a partir de la capacidad de costas y ríos para unir pueblos, a lo que hay que añadir el factor orográfico y de recursos naturales. Decir que nuestra línea africana de 300km pasa por tal sitio no supone en sí una evidencia empírica para trazar fronteras, como tampoco demostrar simplemente que el río es navegable en este pueblo, o cualquier otro elemento de los que manejamos. Sólo adquieren valor si dejamos de estudiarlos como datos aislados, si pasamos del estudio de elementos al de pautas. Por eso, las fronteras que propongo se defenderían mucho mejor con un video o una presentación, para la que aún me falta valor y destreza, que mediante el presente texto. Además, esto de la cartografía necesita mucho de la participación y creatividad del interlocutor. No me importa que otros tomen distintos parámetros y obtengan fronteras diferentes, porque eso reflejaría al menos una propuesta y un método, lo que es ya mucho mejor que manejarse con puros prejuicios. Para colmo, mi concepto de territorialidad es muy heterodoxo. Para empezar, doto de identidad propia a las zonas fronterizas, así que cuando se vea una raya se ha de entender como una convención gráfica para no emborronar el mapa, que representa realmente una banda mucho más ancha, transición y mestizaje entre A y B, pero por la misma razón dotada de una identidad que no es ni A ni B. Otra particularidad es que combino las comarcas de múltiples maneras y al mismo tiempo, por ejemplo: la comarca A puede estar emparentada con la B por ser atlántica y a la vez con la C (del interior) por ser bética. Esto último desemboca en la necesidad de al menos dos modos de ver el mapa con los que trabajar simultáneamente (algo imposible de representar en un solo gráfico):

-          De un lado podemos entenderlo como la expansión de un terremoto a partir de un epicentro. Existiría por tanto un núcleo “caliente” de lo afroibérico, que ya intuimos muy cerca de Gibraltar, a partir del cual van apareciendo concéntricamente áreas que paulatinamente pierden africanidad.

-          De otro está el inventario de unidades geográficas del tercio sur peninsular (tal río, tal cordillera, etc.) y los evidentes parámetros oriental-occidental, costa-interior, etc. Este método que parece tan cómodo y objetivo a primera vista está plagado de problemas. Así, suena perfectamente normal que determine que existió una “región del Guadiana”, una “región de S. Morena”, y una “región del Guadalquivir”, pero es un lío toda vez que esos dos ríos discurren precisamente por la propia S. Morena. Habría que superponerlas con transparencias, aunque obtendríamos un galimatías gráfico que anularía la utilidad del mapa. 

Hechas estas aclaraciones hay que ponerse ya manos a la obra, para lo cual necesitamos actualizar y concretar lo planteado en entradas anteriores.

Este mapa trata de reflejar la influencia africana en territorio peninsular y balear, a partir de la comunicabilidad humana que proporcionan costas y ríos. He intentado ser metódico, aunque calibrar estas cosas es de lo más subjetivo. Como puede verse las costas tienen distinto grosor o potencia comunicadora según donde se ubiquen. El lado atlántico pierde enseguida grosor porque vemos que la costa africana diverge del Golfo de Cádiz muy abruptamente, y no digamos la Península a partir de C. San Vicente. Sin embargo, desde Tarifa al C. de Gata las costas andaluzas y africanas discurren en paralelo y por tanto son muy gruesas, y desde ahí hasta C. la Nao la divergencia es muy suave. En cuanto a los ríos su potencial está representado en proporción al grosor de la costa en que desemboca. Mientras el río es navegable tiene el mismo grosor que su costa, pero al dejar de serlo se reduce a la mitad. Luego, a medida que alcanza determinadas cotas de altitud va menguando más y más hasta desaparecer (por cierto, en las costas las sierras no tienen tan devastador efecto). Se que todos estos criterios parecen pueriles, pero intentan establecer una pauta más o menos imparcial a partir de la que sacar conclusiones. Lo primero que percibimos con claridad es esa intercomunicación entre el Betis y la costa sur mediterránea, a la que ya hicimos mención. La costa más gruesa y el río más potente se acaban encontrando en diversos puntos de los S. Béticos, como Antequera, Lecrín o Baza, generando un proceso de retroalimentación que impide aislar ambos conjuntos. En segundo lugar es significativa la relación que al norte sostienen el Guadalquivir y el Guadiana, pero comunicar dos ríos no puede ser jamás igual que combinar un río y un mar ni mucho menos, como en el caso bético, un río y dos mares. En tercer lugar figurarían las zonas de penetración correspondientes al Segura y el Sado, siendo el papel del Tajo y el Júcar muy tangencial. Una vez que hemos establecido esta jerarquía y estas relaciones de diálogo debemos hacer dos observaciones que nos serán muy útiles para futuros argumentos. La primera es que se produce una curiosa situación de desequilibrio entre el potencial de costas y ríos, pues allí donde las costas son más gruesas (mediterráneo) los ríos son más flojos, mientras que en el atlántico la pobreza de las costas se atempera por la potencia de sus ríos. Sin embargo, debido a que el Betis y el Anas escoran claramente hacia el Este según se remontan, este desequilibrio se vuelve perfecto para dinamizar el mencionado diálogo o interacción entre comarcas aparentemente distantes o contrapuestas. La segunda observación, consecuencia directa de todo lo anterior, es que en nuestro mapa de los 300km, las líneas que establecimos como delimitadoras de lo atlanto-mediterráneo van a ser desplazadas ligeramente hacia el este. Es lógico pensar que si estos ríos se encaminaban con fuerza hacia su oriente acabarían traspasando, y con ellos todo su sabor atlántico, la barrera de 300km lejos del océano, y lo contrario ocurriría con la influencia mediterránea.
 

A continuación debemos adaptar el criterio de los 300km a las circunstancias orográficas y de comunicaciones marítimo fluviales. Arriba tenemos el mapa tal cual lo planteamos allá por diciembre, sólo que usando ahora el mapa matriz a partir del que trabajaremos casi siempre. Esto lo hago porque sería conveniente que cada cual descargara estas imágenes y jugara con ellas en su ordenador, y lo mejor es hacerlo con un mismo mapa de fondo o te vuelves loco cambiando tamaños, rotando, etc. Del mismo modo podemos observar que ya me permití la licencia de superponerle el mapa anterior de ríos y costas. En cualquier caso hemos de tener muy presente, y ya se dijo, que estas líneas de los 300km son sólo unos vagos referentes sobre los cuales deben influenciar y mucho otros parámetros como sean costas, ríos y cordilleras.

La primera modificación afecta a los 300km de distancia respecto al Atlántico y Mediterráneo. En cuanto a la lína azul o de influencia atlántica, la corrección, representada por la línea intermitente, es fruto de lo que vimos párrafos atrás cuando hablábamos de los ríos. El Guadalquivir y el Guadiana escoran claramente hacia levante en sus cursos medios y superior, de tal modo que la línea original corta artificialmente dichas corrientes. Lo lógico es llevar esta frontera hacia el Este, allá donde se tope con una barrera natural verdaderamente importante, que en este caso son las sierras de Segura, Cazorla, etc. Si atendemos ahora la parte occidental y la influencia mediterránea, vemos que el cambio no es tan dramático. Al Norte, el punteado naranja sólo difiere de la línea original para amoldarse al trazado del Guadiana, mientras que al sur sí que se repliega de forma más destacada, para ceñirse igualmente al curso del río.

Los cambios operados por la línea de 300km africana (marrón) están en parte condicionados por los que antes hemos aplicado a las líneas atlántica y mediterránea. Así, vemos que la línea pasa por el límite norte de Sierra Morena, pero dado que la línea mediterránea (naranja) la hemos hecho pasar por el Guadiana he creído necesario desplazar esta africana hacia el Sur para que así quede una región digna de tenerse en cuenta entre Sierra Morena y el Anas. En cuanto a la parte portuguesa, si la línea mediterránea naranja bajó hasta Ayamonte esta sube hasta tomar el Sado como frontera, aunque en este caso reconozco que se trata de un ajuste más arbitrario. Finalmente, la parte oriental sufre como la línea azul atlántica el  encontronazo con el S. Prebético, al que no abandona hasta enlazar con el Júcar (aunque perfectamente podría también acabar en la sierra que muere en Cabo de Gata). El resultado de unir todas estas líneas corregidas es el siguiente:

Este es un esquema básico de las regiones que componen nuestra Afroiberia, pero queda aún mucho trabajo que hacer sobre el mapa en este sentido. Como veremos en próximas entradas de esta serie geográfica, habrá que subdividir estas grandes áreas o cuadrantes, para posteriormente jugar a recombinarlos de todas las formas que podamos. Mucho de este trabajo quedará asimismo pendiente para cuando hagamos artículos monográficos sobre cada comarca.