lunes, 5 de septiembre de 2011

Rostros del Pasado 6. El Hombre de Cromañón. Parte 3

Reconstrucción anatómica del cráneo nº1 de Cro-Magnon (“el viejo”)

Sería maravilloso, y muy descansado, proporcionar sin más preámbulo mi versión rediviva del cráneo de cromañón. Por desgracia sabemos que esto no es posible debido a que la tradición racista se ha empeñado en hacer de los cromañones los protoeuropeos por excelencia, padres de todas las blancuras y blondeces habidas y por haber. El tiempo y las páginas que se cobren los argumentos en contra de esta propaganda están más que justificados, pues no sólo atañen al individuo que ahora tratamos de reconstruir sino a todos los humanos paleolíticos y, en general, a nuestro modo de concebir la Prehistoria y los orígenes del hombre.

Empezaré citando a Daniel Turbón, antropólogo español especializado en Arqueología Forense. En su artículo “El hombre fósil del Paleolítico Superior en el Mediterráneo español” (Patronato de la Cueva de Nerja, 1998) nos contaba cosas interesantísimas, pero ahora sólo podemos detenernos en dos. La primera, chocante en aquellos años, era que los restos del Paleolítico Superior europeo guardaban más parecido con los zulúes actuales que con los noruegos o chinos de la muestra. La segunda, que los huesos de Cro-Magnon 1 (el viejo) presentaban una gran desviación respecto al centroide (tipo medio) del grupo del Paleolítico Superior. Estas eran sus palabras exactas: “Es paradójico, desde luego, que el ejemplar más emblemático y supuestamente el más ‘típico’ resulte de los más ‘atípicos’…” No podemos detenernos ahora en el método del señor Turbón, simplemente apuntar que es a base de análisis multivariables donde un ordenador crea índices y proporciones complejas a partir de 25 puntos de medición craneal. De esa forma se anulan los prejuicios del investigador humano, pues todos los que estudiamos cráneos tenemos nuestras fijaciones: yo confieso que estoy obsesionado con el prognatismo y el ancho de narices debido a mi pasado afrocentrista. La cosa es que la maquinita tomó medidas, hizo sus logaritmos, y determinó que todos los cráneos paleolíticos europeos, cromañones incluidos, parecían más zulúes que noruegos o chinos de nuestros días, pero que Cro-Magnon 1 era además una rareza entre sus contemporáneos.

Por sorprendente que pueda parecernos, ambas cosas se sabían ya en pleno s.XIX. Paul Broca, el descubridor de la famosa área cerebral homónima, analizó en 1868 los huesos de Cro-Magnon, y en varias partes de su trabajo subraya la “disarmonía” en las proporciones, así como la mezcla de rasgos “superiores” e “inferiores” (esto es, de “blanco” y de “hombre de color” respectivamente). Turbón y otros han dinamitado con métodos innovadores la vieja raciología, y han hecho muy bien, pero incluso con las limitaciones y prejuicios propios del método tradicional se podía vislumbrar el verdadero rostro del hombre de cromañón. Sólo había que ser honesto. Los defectos de la raciología, como técnica, son varios y ya los hemos comentado, pero mucho más grave es el hecho de que los forenses eurocentristas suelen saltarse las reglas de juego que ellos mismos han diseñado. Por esa razón he decidido adoptar el disfraz de racialista para combatir el fuego con fuego, y volver críticamente sobre aquellos rasgos comprometedores del Cromañón, señalados por Broca y otros, que luego fueron desoídos por el bien de la propaganda eurocéntrica. Por supuesto, no pretendo hacer racialismo inverso o afrocentrista: un solo rasgo o un par de ellos no nos va a dar el “diagnóstico racial” de un muerto. Pero tampoco deja de ser útil saber qué poblaciones actuales comparten rasgos con el cromañón, para fijarnos en ellas cuando hagamos nuestra reconstrucción. Decir “su quijada sólo es comparable en anchura con muestras masculinas de Nueva Guinea” no es lo mismo, ni mucho menos, que decir “su quijada indica que era de raza melanesia”.  

Generalidades y esqueleto postcraneal

Los restos humanos del abrigo de Cro-Magnon consisten en 5 individuos como mucho, de los cuales destacan dos hombres y una mujer. No suponen por tanto un muestreo variado ni fiable como para haber merecido la creación de una raza nueva, y mucho menos para pretender que ésta representara a todos los europeos del Pleistoceno. Como todos los humanos anatómicamente modernos del Paleolítico, su apariencia era prácticamente idéntica a la nuestra, salvo por dos detalles: la combinación de sus rasgos no coincide con ninguna “raza” actual y en general muestran una mayor robustez. Como el individuo nº1, llamado el viejo, es el que vamos a reconstruir, el mejor conservado, el más citado y, sobre todo, el que muestra más exageradamente las particularidades del grupo, nos serviremos de sus medidas para hacer la descripción postcraneal (de cuello para abajo).

El Hombre de Cro-Magnon era muy alto, aunque no se pueda determinar exactamente (sólo contamos con fragmentos de los huesos largos). Cromañón 1 era el más alto de todos, sobrepasando los 1.80m, lo cual sorprendente teniendo en cuenta que era un anciano y que por tanto ya había comenzado a menguar su estatura. También era el que tenía los huesos más grandes y robustos, aunque los demás no fueran precisamente gráciles. Sus costillas y vértebras eran grandes y gruesas, el fémur tenía una robustez sin parangón entre las muestras contemporáneas y no había hueso sin marca de fuertes inserciones musculares, señal inequívoca de que aquel tipo estaba hecho un toro. Uno de los rasgos que más me sorprendió de los cromañones fue la pelvis, que incluso los machos cromañones la presentan más ancha que nuestras mujeres actuales e históricas de cualquier continente, y que en ningún caso viene justificada por la envergadura total. A los envidiosos les consolará saber que el cromañón era muy alto, muy robusto y muy musculoso… pero con el culo ancho. Otra de las características más citadas del cromañón es la platicnemia, es decir, tener las tibias aplastadas transversalmente como un sable (con el filo hacia adelante) en lugar de tenerlas en forma de prisma triangular. Dicho rasgo, que tengo el orgullo de haber heredado, es compartido por multitud de restos humanos del Pleistoceno y, según Broca, hoy es más común entre los “negros”. Finalmente, quiero señalar que en un principio se diagnosticaron marcas de raquitismo (M. Pruner-Bey) en los ejemplares de Cro Magnon, fuertemente discutidas por Broca. Pero por leves y relativas que nos las haga ver, Broca no acaba de contestar por qué existen en general tantas marcas y torsiones en el esqueleto que recuerdan al raquitismo o, al menos, a una forma extraña de raquitismo. Hemos de tener muy presente este dato pues, aunque no tuviera por qué desembocar en un raquitismo avanzado, una pigmentación cutánea alta para la latitud y región que habitaba podría haber supuesto en Cro-Magnon 1 ciertos problemas para absorber la dosis pefecta de vitamina D.

El cráneo y la cara

Lo primero que destaca en los cráneos de Cro Magnon es su gran tamaño, desproporcionado incluso si lo comparamos con su altura y corpulencia (el viejo en particular ronda los 1.600cc. de capacidad). Por su forma es dolicocéfalo (de cabeza más larga que ancha, índice 73.76),  y camecéfalo (de cabeza baja o aplastada) pero ambos valores han de ser puestos en el contexto general de una cabeza grande. Así, realmente Cromañón 1 tiene el cráneo más ancho que cualquier braquicéfalo (cabeza más ancha que larga), pero su largura es tan exagerada que la proporción final es dolicocéfala. Del mismo modo, si tuviera una anchura normal su dolicocefalia se convertiría en hiperdolicocefalia, otro rasgo que se da más entre los africanos que entre los euroasiáticos. Finalmente, es evidente que su cráneo tampoco es bajo si lo comparamos con los nuestros, pero sí lo es  en proporción con su exagerado ancho y su aún más exagerado largo. En cuanto al grosor, el hueso llega a alcanzar los 14mm en el cráneo del viejo (algo menos el otro macho y aún menos la mujer), lo cual está en consonancia con la robustez ósea general. También se repiten las marcadas inserciones musculares, en particular un semicírculo de sien a sien destinado a sujetar los fuertes músculos del cuello. Otro aspecto que me parece interesante es el de las suturas craneales en los cromañones. Todos nacemos con la fontanela abierta, con los años los huesos del cráneo quedan perfectamente ensamblados (mediante suturas) y, en la vejez, comienza un definitivo proceso de soldadura. De ahí que el estudio de las suturas craneales sea tan importante para determinar la edad del individuo que analizamos, siempre que sepamos poner los restos en contexto. Se dice, por ejemplo, que en el cráneo femenino de Cro-Magnon había señales de que pudieran haberse cerrado prematuramente. Prematuramente… ¿respecto a qué? Broca ya reconoció que a muchas “razas incivilizadas” se le obliteraban las suturas a una edad más temprana que a los euroasiáticos, y que era frecuente estudiar cráneos de “negros” con suturas casi cerradas a los 35 o 40 años. Más aún, los cromañones en su totalidad muestran un mayor grado de obliteración en las suturas delanteras que en las posteriores, como si el proceso se hubiera extendido desde la frente hacia la nuca. Este detalle, tan poco europeo, es según Broca habitual entre muchas “razas inferiores”. Como guinda, el proceso mastoideo (la protuberancia que tenemos detrás de la oreja) aparece discreto y oblicuo en Cromañón 1, algo particularmente común entre los actuales subsaharianos.


Esta es una composición con el individuo nº1 de Cro-Magnon desde diferentes vistas y versiones. Me he repetido tanto porque los cráneos son muy delicados de fotografiar, a poco que cambias el ángulo de la cámara parecen individuos diferentes, y de cada imagen obtienes datos interesantes del sujeto a reconstruir. Las condiciones en las que se encuentra el cráneo no son obviamente las ideales. Los hongos descompusieron parte del rostro, y otras zonas, como el tabique nasal, estaban cubiertas por una costra de micro-estalagmita. Hay un “cráter” superficial en su frente que lució en vida, y que no se si se debe a una herida o a enfermedades que, como la sífilis, tienen efectos parecidos. Aunque murió con todos sus dientes (porque no hay cicatrización y sí huecos), no debía tenerlos firmemente arraigados pues se le desprendieron todos después. Cerrando esta lista de desperfectos, la mandíbula se conserva casi entera pero faltan precisamente las partes (cóndilos) que indican cómo y dónde iba montada. En este caso la reconstrucción del cráneo es doble: primero reconstruirlo como si estuviera en perfectas condiciones y después reconstruir las carnes que lo cubrían.


Nuestra primera tarea consistirá en reconstruir las mandíbulas, a las que les faltan los dientes y partes del ramo, entre ellas los cóndilos mandibulares (eso que se mueve junto al oído al abrir y cerrar la boca). Para ello he diseñado la ilustración de arriba, de la cual sería mejor hacer una copia o abrirla en una ventana nueva porque continuamente haré referencias a ella. Arriba a la izquierda (1) vemos una presentación muy común de nuestro cráneo que induce a muchos errores: la mandíbula aparece subida sin dejar espacio para los dientes que faltan, de tal manera que el mentón parece más prominente de lo que es y el prognatismo alveolar queda neutralizado. Sobra decir que todos estos “descuidos” sirven que ni pintados para emblanquecer al cromañón. Las figuras 2 y 3 son reconstrucciones del cráneo de cromañón tan erróneas como eurocentristas, con el cráneo mirando al suelo (3) para disimular el prognatismo (maxilares salientes) y la nariz mostrando una espina nasal  que en el original nunca existió. Pero lo que más llama la atención de estas burdas manipulaciones son los dientes, que salen de detrás de sus alveolos y, lo nunca visto, en una dirección totalmente opuesta a la del prognatismo alveolar. Se ha dicho, desde Broca, que el viejo cromañón tenía la peculiaridad de mostrar unos dientes muy verticales en comparación con su maxilar tan protuberante. Las tres imágenes que componen la figura 5 son primeros planos de los huecos que dejaron los dientes al caer, y parecen demostrar que no, que los dientes iban en la misma dirección que sus alveolos. En cualquier caso, cualquiera puede ver en los cráneos de abajo (6-13), y en cien más que propusiéramos, que la norma general es que los dientes sigan describiendo el arco o el ángulo que viene marcado por su mandíbula. ¿Mandíbulas prognatas con dientes retraídos? No creo que representen ni el 0.1% de la población mundial, y aún así ya sería milagro que Cromañón 1 fuera precisamente ese “uno de cada mil”.

Mi propuesta es tan lógica como rotar la mandíbula para dejar espacio a la dentadura. El hombre de Cro-Magnon tenía los dientes grandes, algo que sabemos en el viejo por los orificios que los alojaban, y por lo que conocemos de dos dientes que conservó la mujer. El Hombre de Cro-Magnon presentaba además un marcado prognatismo alveolar, que es cuando tu frente es vertical y no oblicua (prognatismo general), pero tus maxilares sí se proyectan hacia delante. Busquemos entonces entre los cráneos de la muestra inferior, aquellos prognatos y de dientes grandes: Predmost III (6), Columnata (9), Malabar (10), Pintubi (12) y Wadi Halfa (13). Entre ellos los hay paleolíticos y actuales, europeos, africanos y oceánicos, y creo que son lo que hubiera necesitado nuestro cráneo por su morfología. Sin embargo, en un alarde deportivo con la bancada eurocéntrica, he decidido decantarme por la figura 11, alemán y contemporáneo. No son en absoluto los dientes más salientes ni tampoco los más grandes, pero me garantizan unos mínimos de prognatismo y apertura de mandíbulas que nadie puede refutar. Sólo queda tomar los piños del alemán e implantárselos al cromañón, como se ve en la figura 4. No necesitamos que la ubicación de cada muela sea perfecta, eso se tapa con la reconstrucción, sino lograr un perfil completo de la cara. Las flechas verdes recuerdan que la mandíbula debe girar y que los dientes han de alinearse con el prognatismo de su maxilar. En cuanto a los cóndilos, me preocupaba que al intentar rotar la mandíbula esta se elevaba precisamente por esa zona. Tenía el prejuicio de que el cóndilo y el apófisis coronoides (la otra cúspide del ramo mandibular) debían estar a la misma altura, pero bastan las figuras 6, 9, 10, 11, 12 y 13 de nuestra lámina para salir del error: los cóndilos “subidos” son comunes en cualquier época y continente, aunque los racialistas siempre defendieron que su incidencia era especialmente fuerte en el África subsahariana (algo que parece ilustrar muy bien nuestro cráneo 10, de nigeriano malabar). El cóndilo y el arco cigomático han sido “implantados” del ejemplar paleolítico europeo de Predmost III y, como los dientes, van destacados en rosa para diferenciarlos de las partes originales del cráneo. Ah, casi se me olvidaba, ¿notan como con estos ajustes el mentón ya no aparece tan sobresaliente e hiper-europeo?

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