lunes, 28 de marzo de 2011

Demografía protoestatal 4. El contexto territorial

En esta última entrega de la serie Demografía protoestatal abordaremos, por fin, el polémico millón de habitantes causante de nuestra larga digresión. Pese a su título, esta entrada no contiene mapas ni gráficos debido a que los datos trabajados en los artículos anteriores nos permitirán sacar ahora unas conclusiones breves y evidentes.

1. Productores intensivos y protoestado.
Si en el artículo anterior defendí la plausible existencia de protoestados de 12.000 habitantes es porque quería proporcionar un techo demográfico y social, demostrar que al menos hasta ahí se llegó, hace 5.000 años y en Afroiberia. Sin embargo, ni  todos los productores intensivos de esa época se organizaban en protoestados ni todos los protoestados tenían la misma extensión o número de habitantes. Esto no afecta negativamente nuestro análisis, pues la clave de todos nuestros cálculos es la que podríamos denominar “ratio de hinterland”, es decir, la cantidad de hectáreas disponibles por habitante para su autoabastecimiento. Dicho valor no depende de si se ha accedido a la complejidad social del protoestado o no, sino de si se practica una producción intensiva (de hecho, y para no pillarme los dedos, la mitad de intensiva que la de los griegos de la polis). Esa es la razón de que todos mis modelos de asentamiento dispongan de 2,5 hectáreas por habitante, desde el hábitat disperso a la gran ciudad. La “ratio de hinterland” nos permite asimismo atribuir al conjunto de productores intensivos una superficie territorial total en Afroiberia, independientemente de su modo de organización social.

2. Un paradójico vacío
Cuando en Afroiberia Social 8 justifiqué la aparición de la producción intensiva en nuestras tierras, por razones climáticas y demográficas, ya expliqué que no fue necesario que toda la población afroibérica abrazase el nuevo modo de vida. Bastaba un 60% de productores intensivos para que Afroiberia superase de largo la crisis del IV milenio aC. A decir verdad, su concentración demográfica permitiría que el 40% restante dispusiera de un territorio incluso más amplio que el que disfrutaba milenios atrás. Entonces sonó a disparate pero ahora, con tres entradas a las espaldas, su demostración depende de un cálculo tan evidente que si no lo desglosamos llegaría a pasar desapercibido:
- Dado que para el 3.000aC defiendo una población de un millón de afroibéricos, su 60% de productores intensivos equivale a 600.000 habitantes.
- A 2,5 hectáreas por productor intensivo, independientemente de su modelo social, Afroiberia destinaba 1.500.000 hectáreas o 15.000km² a esta población.
- Al estimar, por lo bajo, la superficie de Afroiberia en 160.000km², los 15.000km² destinados a los productores intensivos no suponen ni el 10% del territorio.
- En correspondencia, un 40% de la población (los que no eran productores intensivos) disponía a sus anchas del 90% de Afroiberia.
Con estos datos en la mano, negar siquiera como posibilidad que Afroiberia contara con un millón de habitantes durante el “calcolítico” me parece mezquino.

3. La costa.
Durante la etapa que nos ocupa los pueblos costeros merecen estar incluidos en el régimen de productores intensivos por más que la pesca sea realmente depredación. Esto es así porque también intensificaron y perfeccionaron sus artes, porque también llegaron a organizarse como protoestados, y porque en su hinterland hacia el interior practicaban la agricultura y ganadería intensivas. Dado que el litoral afroibérico se extiende unos 1.500km desde Lisboa a la Nao, bastaría dotarlo de 15 miserables kilómetros hacia el interior para conseguir un hinterland “costero” total de 22.500km². Si el conjunto de productores intensivos afroibéricos precisaba de 15.000km² de territorio, la costa sobraba de largo para alojarlos. Ante esta situación, y siendo evidente la presencia en el interior de productores intensivos, hemos de escoger entre dos opciones teóricas: o elevamos la población afroibérica más allá del millón de habitantes o intentamos reducir el hinterland costero. En un alarde de “fair play” optaré por lo segundo. Por ejemplo, hay zonas (San Vicente y Algarve, Costas del Sol y Tropical, Gatas, Alicante y la Nao) donde las escarpadas sierras llegan a besar el mar restando territorio cultivable al hinterland costero. Tengamos también presente que mi cálculo de una banda litoral sólo es aplicable a costas rectas, pues con numerosos cabos y golfos aquella se rizaría sobre sí misma perdiendo mucha de su extensión teórica. No obstante, si queremos ser precisos habría que contrarrestar estos datos con la presencia de “costas” hoy inexistentes, estuarios y albuferas que desde el Sado al Mar Menor, con el Ligustino a la cabeza, suman kilómetros a nuestro favor. Hagamos de todos modos una rebaja que de prudente parece ridícula: 1.000km de litoral aprovechable con un hinterland medio de 10km hacia el interior. Con todo, seguiríamos manejando un dato asombroso: 10.000 de los 15.000km²  habitados por los productores intensivos (el 66%) corresponde al litoral. Equivale a decir que en las costas y su hinterland vivían casi 400.000 habitantes.

4. Productores intensivos de interior.
Como acabamos de ver, sólo nos quedan para repartir por el interior continental de Afroiberia 200.000 productores intensivos y 5.000km² de hinterland a su disposición. Como quien dice, 16 o 17 protoestados idénticos a los del artículo anterior. Por supuesto, ya empezamos el artículo precisándolo, ni todos aquellos productores intensivos necesitaron organizarse en protoestado, ni aquellos protoestados tenían por qué parecerse al que propongo. Pero incluso bajo un planteamiento tan burdo, los resultados son inquietantes. Tomando como modelo el que propuse para el Genil, sólo con el Guadalquivir y sus principales afluentes precisaríamos ocho o diez de esos protoestados-tipo. Sin querer discriminar ninguna comarca, según van viniendo a mi cabeza, añadiría las hoyas de Guadix y Baza, y las cuencas de los ríos Sado, Tinto y Odiel, Guadiana, Segura, Guadalete, Guadiaro, Guadalhorce, Andarax, etc. Lo cierto es que me faltan protoestados-tipo para cubrir tantas zonas interesantes. Y eso que he decidido su idoneidad en base a criterios estrictamente agropecuarios, cuando para esa época la incipiente minería jugaba también un destacado papel geoestratégico.

5. Los otros.
Junto a los productores intensivos, de costa e interior, protoestatales o no, convivían otros modelos sociales que describo brevemente al final de mi artículo Afroiberia Social 8 : nómadas ganaderos, productores mesolíticos o sostenibles, carboneros, leñadores, pastores, tramperos, etc. Defiendo incluso la existencia de cazadores-recolectores hasta Tarsis-Tartessos y las puertas a la romanización. A nosotros, formados en el colonialismo, el presentismo y el eurocentrismo, nos cuesta la misma vida aceptarlo (sobre todo lo de los cazadores-recolectores) pues estamos convencidos de que cualquier encuentro con la “civilización” es contagioso y que este tipo de grupos sólo pueden sobrevivir en aislamiento. De nada sirve que en África o Asia, al menos hasta el s.XX, fuera común encontrar grupos casi paleolíticos conviviendo en íntima simbiosis con granjeros y comerciantes. Tampoco parece funcionar la evidencia arqueológica, harta de demostrar la simultaneidad de ítems “fenicios” con puntas de sílex y abrigos rocosos decorados. Intentemos entonces hacer las preguntas adecuadas: ¿Qué necesidad tenían los depredadores de convertirse en productores, más aún intensivos? Ninguna, dado que la concentración “urbana” liberó mucho territorio y el clima era propicio. ¿Qué capacidad de coerción tenían los productores intensivos sobre el resto de sociedades? Tecnológica y demográficamente hablando, ninguna, así que no hay civilización “a la fuerza” posible. ¿Qué ventajas objetivas representa un modelo social sobre el otro? Ninguno, todos tienen su cuota de beneficio y sacrificio. Por otra parte aquellos productores intensivos, los sostenibles, los depredadores y otros grupos “inclasificables” o “misceláneos” no sólo coincidieron en el tiempo y el espacio sino que convivieron. La coexistencia de todas estas sociedades tan dispares iba más allá del mero intercambio de objetos o asimilación de costumbres, más allá incluso del mestizaje lingüístico y genético, hasta generar un modelo identitario que los arqueólogos no se permiten concebir. Tendemos a atribuir una identidad-etnia-cultura diferente a cada modelo social o de explotación de recursos, lo cual es absurdo por más que proporcione una enorme paz a nuestra sed clasificatoria. Se me ocurre pensar, por ejemplo, en ese tuareg que vive en la ciudad para organizar las caravanas a sus hermanos del desierto, o en los antiguos estados mesoamericanos que se servían de poblaciones totalmente selváticas como tropas auxiliares-mercenarios, guías en el transporte, transmisores de mensajes, cantera de curanderos, etc. La simbiosis es tan extensa y perfecta que en vano podremos utilizar nuestro bisturí cartesiano, teniendo que aceptar la existencia de identidades mestizas, concéntricas y aspectuales, muy difíciles de determinar desde luego si seguimos usando obtusos análisis heredados de la Arqueología histórico-formalista y sus “fósiles guía”.

6. Densidades demográficas
Los datos que estamos manejando son trascendentales para entender cabalmente nuestra “Prehistoria reciente” y, a menudo, para ver qué necesario es replantear sus estudios teóricos. Por eso no me importa si parecen reiterativos los distintos enfoques que propongo para su adecuada digestión, y en este caso la densidad de población puede mostrarnos definitivamente cómo de despoblada estaba Afroiberia a pesar del millón de habitantes. Las regiones de explotación intensiva, pese a ser las más densamente pobladas, mostraban valores que hoy suenan ridículos: 40hab/km². Hay una manera elaborada pero muy eficaz de entender lo que suponen 40hab/km², consistente en ir al Google Earth o cualquier otro mapa digital o en papel, medir un cuadrado de 1km de lado, e imaginar que esa finca os la repartís entre 40. No entre 40 “padres de familia” sino entre 10 hogares actuales o 6-7 de los de la fase protoestatal. Aconsejo tomarse la molestia porque el efecto es impactante. La otra forma, instantánea pero abstracta, es buscar qué países rondan actualmente los 40hab/km²: Afganistán, Colombia, Camerún, Yemen y Sudáfrica. Si eso ocurría en el 10% “superpoblado” de Afroiberia, el 90% restante del territorio tenía una densidad de 2,75hab/km², el mismo valor del Sahara Occidental e Islandia actuales… pero con un clima infinitamente mejor.

7. Repercusiones en el paisaje.
La fase Atlántica se extinguió hacia el 2.300aC pero hasta el final supuso un clima, no lo olvidemos, más cálido y húmedo que el actual. La congestión demográfica del IV milenio era la que impedía la recuperación del paisaje, pero cuando esta se concentró espectacularmente por la producción intensiva, la naturaleza recuperó con rapidez y vigor lo que siempre fue suyo. Cualquier afroibérico actual se habrá dado cuenta de cómo ha cambiado nuestro paisaje en los dos últimos y lluviosos años, a pesar de haber padecido anteriormente sequías fuertes y duraderas, y a pesar de que hoy somos muchísimos más e indeciblemente más agresivos con el medio ambiente. Contra todo pronóstico resurgen arroyos o charcales que todos daban por extinguidos, e incluso aparecen incipientes bosquecillos de ribera; las laderas eternamente ocres son ahora prados y hasta matorrales de palmito, gayomba o lentisco; una urbanización de la Costa del Sol recibe visitas nocturnas de jabalíes, mientras que en otra, gaditana, las raíces de los pinos han levantado el suelo de algunas casas. La naturaleza vacilando al hombre del s.XXI tras dos míseros inviernos lluviosos. No se entonces qué imaginar para ese 90% de Afroiberia prácticamente despoblado, recibiendo durante cientos de años más lluvias y calor que hoy, y estando el ser humano en auténticos pañales tecnológicos. En cuanto al 10% restante muchos pensarán que, concentrada o no, la población total era la misma, y que por tanto los recursos consumidos serían idénticos (o superiores) a los de etapas previas. Pero las grandes “aglomeraciones” formadas por los productores intensivos supusieron en sí mismas la optimización del consumo, no sólo de lo cultivado o domesticado, sino también de lo depredado. Una ciudad protoestatal de las que hemos visto no talaba o cazaba sin ton ni son hasta generar a su alrededor un vasto erial, sino que lo hacían de forma absolutamente racionada y planificada. Unido este control con la mencionada bonanza climática, el bosque se regeneraba a pesar de sufrir mayor demanda de leña, caza y recolección. Una prueba evidente es que, en época muy posterior, los geógrafos grecolatinos siguen mencionando espesos y sagrados bosques (como el de los tartesios) a escasos kilómetros de la costa y sus urbes.

Conclusión
La posibilidad de que hacia el 3.000aC Afroiberia contara ya con un millón de habitantes es alta. No pretendo hacer de esta cifra un amuleto ni mucho menos imponerla como la única sensata. Acepto por ejemplo que a comienzos de la etapa protoestatal fueran algo menos y al final, digamos con los cartagineses, algo más. Realmente no me importa tanto la cifra final como el haber compartido este  modo de contar multitudes, bastante casero, pero que trata de descomponer un abstracto en unidades manejables. Si no satisface este modelo, que cada cual trabaje el suyo, pero es importante no seguir aceptando acríticamente las cifras demográficas que manejan los académicos. A menudo son establecidas a priori según una tácita clasificación que mezcla orientalismo y eurocentrismo, de tal suerte que Iberia, tan alejada de Grecia, Mesopotamia o Egipto, “no pudo” estar muy poblada en la antigüedad. Las cifras demográficas no deberían ser etiquetas que los especialistas se lanzan mutuamente a la cara, pues esa frivolidad nos lleva a quedarnos tuertos en el análisis histórico. Saber cuántos habitantes tenía una región en cierta época nos permite cuantificar el principal activo de su sociedad, el capital humano, y a partir de ese dato estimar qué se pudo permitir a nivel cultural, político, militar, industrial, etc. Negar habitantes es negar capacidades, y la fea costumbre de ningunear a Afroiberia tiene también su reflejo en los estudios demográficos. 

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