viernes, 4 de marzo de 2011

Demografía protoestatal 2. Unidades de asentamiento

La presente entrada está dedicada al análisis de seis modelos de asentamiento propios de la época protoestatal afroibérica (ca. 3.500-500aC). La elección del tamaño, número de habitantes, y denominación de cada uno ha sido un tanto arbitraria, pues es imposible establecer una frontera nítida entre estos. Tal y como ocurre con nuestras poblaciones actuales, es difícil discernir cuando acaba el “pueblo grande” y empieza la “ciudad pequeña”, pero hemos de optar por algún tipo de discriminación si queremos llevar nuestra investigación a buen puerto.

Cada asentamiento viene ilustrado por unas sencillas infografías 3D de mi cosecha. A nivel artístico no son como para tirar cohetes, pero quiero destacar que al menos sí las he representado a perfecta escala, es decir, con el número exacto de casas, en sus dimensiones correctas y sin salirse de las hectáreas que les corresponden, según las conclusiones del post anterior. Todas estas ilustraciones comparten un mismo código de información, a la manera de los mapas y sus leyendas explicativas:

- Cada asentamiento aparece representado en dos vistas: perspectiva y superior.

- Sobre el fondo verde aparecerán las casas (bastante grandes: 35m²). En asentamientos rurales sólo son de color rojo. En asentamientos urbanos son tanto de color rojo (llámese “centro histórico”, “·ciudadela”, “acrópolis”, etc.) como naranja.

- Las edificaciones azules representan aquellas de uso y provecho colectivo (graneros, murallas, templos, etc.). Quedan fuera del cómputo casas/habitantes.

- Cada asentamiento aparece rodeado por un suelo circular de tono más grisáceo que el verde general. Representa las hectáreas estimadas para ese número de población.

- A la izquierda se dan los valores en habitantes, hectáreas y número de viviendas, así como un nombre entrecomillado que nos servirá para referirnos a ese tipo de población en futuros artículos.

Probablemente llamará la atención lo pequeñas y lejanas que se ven las casas en los asentamientos menores. La razón de ello es que he decidido que todas las ilustraciones puedan superponerse, de tal modo que en ese mismo encuadre y con ese mismo formato han de caber también las poblaciones con muchas más viviendas. De hecho, esas mismas cabañas y en esa idéntica posición se mantendrán hasta el final, de tal modo que si grabáramos las ilustraciones y las pasáramos secuencialmente usando un visor de imágenes cualquiera (cosa que aconsejo) daría la sensación de que el mismo poblamiento crece. Soy muy consciente de que esto puede inducirnos una falsa idea evolutiva, que no todas las poblaciones crecen de forma radial de dentro hacia fuera, y que por supuesto las viviendas de una población se derrumban, se sustituyen y remodelan con el paso del tiempo. Asimismo se que ni todas las poblaciones pequeñas o rurales son obligado germen de futuras ciudades, ni todas las ciudades provinieron de una entidad mucho menor y ancestral. Pero, seamos francos, también hay que reconocer que sí hay un gran número de casos en que esto fue exactamente lo que ocurrió. En cualquier caso jugamos con un estereotipo, una representación modélica y por tanto mnemotécnica que nos ayuda a investigar. Una vez indicadas estas pautas generales podemos pasar a cada modelo concreto.

1. Cortijada.

En Andalucía llamamos cortijada a un tipo de asentamiento muy específico. No es un cortijo pues en ella viven distintas familias, cada una con su casa, cada una con sus tierras en las que cada uno cultiva o hace pastar lo que quiere. No es tampoco una aldea, pues conserva su carácter agreste y agrario, sin pretensiones de urbanismo embrionario ni organización de tal. En realidad está más cerca del denominado hábitat disperso, esto es, de las casitas aisladas que todos podemos ver por esos campos. Simplemente decidieron edificar cerca los unos de los otros por seguridad y, si acaso, para aprovechar alguna instalación comunitaria (horno de pan, fuente, era, o granero) que corresponde al edificio azul del centro. Al analizar esta ilustración, y las que le siguen, debemos imaginar que vamos subidos a un helicóptero y pensar qué impresión nos causaría lo que vemos. En este caso, “cortijada” me parece de lo más adecuado pues nuestra percepción es la de un puñado de casas-familias agrupadas de forma anárquica, no la de un “poblado”, ni siquiera del tipo más pequeño. Si algunos arqueólogos han denominado de esta última forma a yacimientos de igual magnitud es por su ansia de dar notoriedad al hallazgo y por el velado desprecio que sienten por las gentes prehistóricas, a las que presuponen incapaces de ofrecer mayores complejidades urbanísticas. Es importante notar que las nueve viviendas, más el edificio azul de propina, apenas ocupan la mitad del espacio disponible (0,27ha), a pesar de haber sido representadas en un tamaño grande (35m²) para los estándares de su época. Esta pauta con grandes espacios deshabitados continuará aún en las ciudades de mayor tamaño.

2. Aldea.

He denominado aldea a este poblamiento por la connotación que tiene de germen de un futuro núcleo urbano. Actualmente la aldea es concebida como la unidad de menor vecindario y población, que puede o no presentar cierta planificación en calles y plazas, y que suele ser dependiente de otra unidad mayor. Los académicos hacen de este tipo de poblamiento el más característico de los tiempos “neolíticos”, más o menos equivalente a nuestra fase de “producción sostenible”. Si en la cortijada propusimos el truco del “helicóptero”, en este caso aconsejamos la pertinencia de desgranar la población por sectores de género y edad: 120 habitantes totales suponen en realidad sólo 20 hombres, 20 mujeres, 60 niños y 20 habitantes más entre abuelos y adolescentes casaderos. Debemos obligarnos a usar estas cifras y no la de población global, tanto para este tipo de poblamiento como para los demás, pues a menudo tendemos a atribuir a estas unidades unos recursos humanos que no tenían. Por ejemplo, esta población no podría organizar un “ejército” de 120 guerreros sino de 20 como mucho. Se que así dicho, en su contexto, suena a perogrullada, pero la mente es perezosa y nos jugará malas pasadas en cuanto abandonemos los análisis expresamente demográficos.

3. Pueblo.

Lo primero que notamos en esta ilustración es que el edificio de uso común (azul) ha sido ampliado con nuevas dependencias y un patio. El número de habitantes es ahora suficiente para acometer este tipo de derroches y esfuerzos sin que suponga un revés a la economía diaria. Es más, el apelativo de “pueblo” le viene dado precisamente por ser ya una unidad de población muy definida, aunque todavía de índole rural y secundaria, y en este contexto el gran edificio azul cobra un nuevo papel tanto simbólico como funcional. Puede que ya no se trate de un granero o alfar sino de un lugar de asamblea, un templo, o de todo lo anterior junto. Las poblaciones más pequeñas no pueden permitirse ni necesitan de algo así como un “ente coordinador de muchedumbres”, pero a partir de los 300 habitantes asentados la cosa cambia. Por supuesto, no hablamos de nada complejo, recordemos que 300 habitantes es lo mismo que una antigua banda fisión-fusión de recolectores-cazadores, pero la sedentarización plantea sus propios problemas: ¿a dónde van a parar los detritos orgánicos de tanta gente?, ¿será necesaria una tributación mínima?, ¿hay una autoridad encargada de custodiar el grano colectivamente almacenado?, ¿cómo se autoriza la incorporación de nuevos habitantes provenientes de fuera, o la distribución de las cabañas? Detrás de este poder de coordinación no tuvo por qué haber una única persona (jefe) o clan (aristocracia), sino que también, e incluso con más frecuencia, hubieron de darse formas más participativas de poder. Probablemente este edificio azul no estaba habitado por nadie especialmente distinguido sino que era “la casa de las casas”, el habitáculo que simbolizaba al poblamiento en su totalidad, la despensa de todos en tiempos de carestía, el lugar donde se depositaba el betilo de culto común y el patio donde discutir los problemas vecinales o donde decidir las estrategias frente a una amenaza. Despedimos este poblamiento avisando de que a partir de aquí las denominaciones empleadas serán más y más exageradas. Este “pueblo” no pasaría hoy día de aldea del mismo modo que las “ciudades” protoestatales, aún las más grandes, nos parecerán más bien pueblitos, pero debemos aplicar estas etiquetas según la función que cada poblamiento tenía en el esquema de su época.

4. Ciudad pequeña.

Encontramos algunos cambios significativos en esta primera unidad de poblamiento plenamente urbana, tal y como indica la presencia de casas rojas y naranjas. Las primeras han quedado rodeadas por una muralla creando dos niveles, intra y extra muros, de muy variada interpretación. Sin embargo, no me parece lícito considerar a la población en rojo como la “verdadera”, “oriunda” y acaso “privilegiada”, haciendo de las cabañas anaranjadas un mero extrarradio clientelar, lo cual es algo relativamente común de leer en manuales académicos. La razón es que no basta con la población circunscrita al interior de la muralla (50 varones adultos o su equivalente energético) para la construcción de la misma. Se trata de una obra de envergadura que sólo sería posible gracias a la participación de todas las casas-familias que vemos independientemente de su tono. Nada impide pensar que, lejos de pertenecer a extranjeros recién incorporados, las casas anaranjadas fueran las de hijos independizados de las familias rojas que habitaban intramuros. La muralla es para beneficio de todos, a todos protegerá llegado el caso, pero no puede hacerse con un perímetro mayor por falta de medios. En su limitación, consiguen que el muro proteja a todas las personas pero no a todas las viviendas. Algo es algo.

5. Ciudad Grande.

Las murallas en una ciudad son como los anillos en los troncos de los árboles. La presencia de dos círculos amurallados en nuestra ilustración indica que esta ciudad ha pasado al menos por dos fases en cuanto a extensión y número de habitantes. La población que en la “ciudad pequeña” quedaba extramuros (naranja) ha ido creciendo hasta triplicarse y necesita de nuevas instalaciones defensivas. 200 hombres capacitados (o, repetimos, su equivalente) han podido acometer la costosa obra en diversas fases y con distintos materiales para no poner a la ciudad en crisis de recursos. En algunas partes, por ejemplo aquellas donde la orografía era favorable, ha bastado alzar una empalizada de madera, mientras que en otras se ha hecho necesario el acarreo de toneladas de piedra. Lo más importante es que, bien que mal, se ha conseguido proteger todo el perímetro del asentamiento (la zona grisácea del suelo apenas sobresale de las murallas). También observamos cambios en las demás zonas azules o comunitarias. En la “ciudad pequeña” dejé sin comentar un nuevo edificio azul que aparecía intramuros, y ahora aparecen otros tres diseminados por el poblamiento, dando la idea de que a medida que la población crece también lo hace su necesidad de distribuir “servicios” de forma equitativa, ya sean aljibes, graneros u hornos metalúrgicos. El gran edificio central también se ha visto ampliado con edificios, uno de los cuales tiene aspecto de templo o palacio. Debemos pensar que un poblamiento como este que comentamos tendría bajo su tutela algunos pueblos, aldeas y cortijadas, quizás hasta una ciudad pequeña, los cuales contribuirían en cierta medida en dichas obras comunales. El edificio colectivo no había cambiado desde que eran 300hab. (“pueblo”), y ahora hablamos no sólo de los 1.200hab. de esta “ciudad grande”, sino de miles más a su cargo. Definitivamente aquí sí hay muchedumbre que administrar y controlar, y por tanto hará falta una autoridad que lo posibilite, aunque no necesariamente personalista. Finalmente, debemos recordar que este poblamiento posee unos valores idénticos, en habitantes, hectáreas y casas, al de Los Millares de Almería, además de un mismo amurallado múltiple (triple en el caso almeriense). Por tanto hasta ahora, e incluyendo este último modelo que comentamos, nos hemos manejado con unas propuestas absolutamente aceptables por el más positivista de los investigadores.

6. Capital.

Como acabo de decir, este es el único modelo de poblamiento aún no constatado arqueológicamente en Afroiberia, o al menos no unánimemente aceptado desde fechas tan tempranas como el 3.000aC. Pero el ya citado yacimiento sevillano de Valencina de la Concepción podría deparar muchas sorpresas al respecto, pues todo indica que era aún mayor que el que arriba representamos. Por su parte, en la posterior Edad del Bronce y no digamos en esa “protohistoria” que yo sigo englobando dentro de la fase protoestatal, sí hay casos indiscutibles de ciudades con este tamaño y mayores. Centrándonos en la imagen, volvamos a coger el helicóptero e imaginemos que sobrevolando Malí o Níger nos topamos con esta panorámica. Meditemos con sinceridad qué nos parecería: un mercado del desierto con su medina, algo que ni siquiera denominaríamos un “pueblo grande” desde nuestros presentismo y eurocentrismo. Como frase, “ciudades de 2.100 habitantes en el calcolítico afroibérico” suena a disparate debido a nuestra inercia formativa, a los prejuicios que desde muy jóvenes nos inoculan, pero visto así, casa a casa, no parece nada extraordinario. Teniendo en cuenta que lo que queda dentro de las murallas ya está constatado positivamente en Los Millares, ¿tanto alarde tecnológico y social implica el resto? Las murallas han sido reforzadas con bastiones y han aparecido nuevos edificios comunales, algo desde luego viable para una población que casi se ha duplicado respecto al modelo anterior. Por lo demás, es una mera versión “engordada” de Los Millares.

Una vez hayamos asimilado bien estos seis modelos de poblamiento protohistórico, y para ello aconsejo echarle más de un vistazo y hacer más de un cálculo, podremos ponerlos en contexto unos con otros. En algunas de sus descripciones he apuntado ya fenómenos de dependencia, y es que desde el hábitat disperso hasta la ciudad capital se tejía una compleja red identitaria, cultural, política, de comunicaciones e información, etc. que nos permite hablar de protoestados de 12.000 habitantes, en Afroiberia, y desde la denominada Edad del Cobre o III milenio aC. ¿Imposible? lo veremos en el siguiente artículo.

2 comentarios:

eRMetro dijo...

Muy buenas, hacía ya tiempo que no dejaba un comentario por aquí.

Me parece muy interesante el análisis semimicro que haces, aunque para intentar abrir algo de debate, a ver si alguien se anima, debo de hacer incapié en algo que usted ya ha expuesto.

El registro arqueológico no es sincrónico, y lo que en una excavación puede parecer un gran centro puede no ser más que fases sucesivas de habitación superpuestas, aquí recae la necesidad de una buena excavación, o mejor dicho, la necesidad de dinero para datar absolutamente mientras más cosas mejor.

No se si usted pudo asistir a las jornadas que hace poco se dedicaron en Valencina de la Concepción al 150 aniversario del descubrimiento del "dolmen" de La Pastora. Resultaron muy interesanets por exponerse diversas excavaciones de urgencia, que normalmente no se pueden encontrar ni conocer. La impresión que mucha gente sacó del congreso fue hacer hincapié en un uso más ritual que habitacional del entorno, quizás alguna especie de centro temporal de agregación de distintas comunidades dispersas por el territorio, una interpretación alternativa que quizás bebe mucho de los últimos descubrimientos entorno a Stonehenge (está todo bastante bien explciado en un documental que creo que se llamaba Stonehenge al descubierto, de la BBC)y resulta sugerente si lo comparamos con centros cultuales como Chavín de Huantar en Perú. Es una interpretación alternativa, muy sugerente que explicaría otros modelos de formación de grandes centros habitacionales lejos de la significación del urbanismo.....aunque quizás todo sean castillos en el aire.

Un fuerte saludo

P.D: una dudilla a parte, ¿cómo ha hecho las ilustraciones?

Abercan dijo...

Amigo eRMetro

Desde luego no me merezco los usuarios que tengo, si como tú haces me presuponen conocimientos tan profundos. Por ejemplo, gracias a tu comentario me he enterado que hago análisis semimicro, y no hay ni una gota de ironía en lo que digo. En cuanto a los congresos, qué más quisiera yo tener recursos y credenciales para asistir a todos los que querría. Lo que propones me parece absolutamente viable y sugerente: centros “urbanos” que no son tales sino centros temporales de agregación humana, como si dijéramos un “Rocío” de la época. Ahora bien, aún dándose esos casos tampoco sería muy serio convertirlos en norma. Es más, debemos estar muy atentos a que dichas teorías no se pongan al servicio de oscuros intereses. Si te fijas, y creo sinceramente que no ha sido tu intención, los dos elementos a los que aludes (el de la no sincronía y el de los centros temporales) suelen emplearse para negar centros urbanos a según qué épocas, latitudes y culturas. ¿Por qué no hacemos barra libre para todos, no sólo para occidentales ibéricos y britanos sino también para esas “ciudades” mesopotámicas, anatólicas o, gasp, griegas que tanto alabamos? Precisamente tengo escrito el boceto de un futuro post donde reflexiono sobre el origen de las ciudades y llego a conclusiones que armonizan ambas teorías, pues el que algo empiece siendo un “centro temporal de agregación humana” no impide que a la vez sea una “ciudad”, o que lo acabe siendo más temprano que tarde. En última instancia y como se verá en la siguiente entrada, mi propuesta sólo persigue que aceptemos grupos coordinados de más de 10.000 personas a partir del “calcolítico” afroibérico. Y esto es algo que se demuestra casi mejor con la presencia de los centros que propones que con meras ciudades, pues requieren de un nivel mayor de autoridad, capacidad de planificación, identificación con un bien abstracto compartido, etc. Nada más, muchas gracias como siempre por darle vidilla a esta que es tu casa. (Se me olvidaba: las ilustraciones son renders hechos con 3Dmax, nada complicado).