lunes, 21 de febrero de 2011

Demografía protoestatal 1. Del individuo a la ciudad

1.000.000 habitantes, un millón de afroibéricos durante la fase protoestatal. Sin duda ese ha sido el punto más controvertido de mi última entrega de la serie Afroiberia Social. Un par de amigos me hicieron notar que, aunque lógica, era aún una cifra difícil de asimilar, y esto se sumó a los temores que yo albergaba sobre cómo se habría acogido el dato. Mis argumentos habían logrado vencer pero no convencer, así que debía buscar un recurso para ayudar a digerir tan tremendo e irreverente dato. Como siempre hago, el experimento casero, lo gráfico y el ejemplo inmediato serán las comadronas de una teoría que se atasca.
Si queremos ir poco a poco en cuestiones de demografía, el individuo es nuestro obligado punto de partida. La esperanza de vida media de un afroibérico de la época rondaba los 30-35 años, cifra que se mantuvo con ligeras fluctuaciones hasta la Edad Moderna. Relacionado en parte con ello, la mortalidad infantil era dramática: prácticamente la mitad de los nacidos vivos no cumpliría los veinte años. Para asegurar la supervivencia bajo estas circunstancias la pirámide de población se ensancha mucho en su base, lo que se traduce gráficamente en comunidades con muchos niños, con una distribución por edades muy similar a la de la India en los años 1930s. La práctica de la agricultura intensiva requiere además de mucha mano de obra, así que es imposible que hubiera menos de tres niños por familia. Por todo ello, suponer 6 miembros por familia (2padres y cuatro hijos; 2padres, tres hijos y un abuelo) no es en absoluto descabellado. Si en anteriores artículos usamos la banda de 300 miembros para manejar con mayor soltura la población global afroibérica, con la sedentarización masiva de esta nueva etapa será la familia (6 individuos) la que nos ayude a hacer nuestros cálculos demográficos.
Por supuesto, a cada familia sedentarizada le correspondía su propia estructura de habitación, esto es, su casa. Se trataba de cabañas de planta tanto redonda como cuadrangular de dimensiones variables. En Los Millares (Almería) las chozas circulares presentan diámetros entre 2,50m y 6,50m, lo que nos arroja superficies entre los 5m² y los 35m². En Valencina de la Concepción, algo posterior, aparecen cabañas entre 6m² y 25m². Finalmente, el estudio de una aldea del “bronce final” francés (Dampierre-sur-le-Doubs) mostraba cabañas rectangulares de madera entre 28m² y 50m². Este yacimiento nos ayuda además a consolidar los 6 habitantes por casa, puesto que allí se encontrarorn 25 habitáculos y se estimó una población de 150 habitantes. En muchos casos estas viviendas parecerán ridículas comparadas con los 120m² de piso al que hoy todos aspiramos. Pero en aquellos tiempos, y más en el sur ibérico, la vida se desarrollaba al aire libre, siendo las cabañas meros lugares donde apelotonarse a dormir, guarecerse de la lluvia y conservar lo valioso. A ese hacinamiento y falta de intimidad familiar, según parámetros actuales, habría que añadir otro tanto a nivel colectivo. Así, las casas se apilaban en grupos pequeños compartiendo porches y laberínticos corrales, adosándose unas con otras como en Valencina, y desde luego sin guardar entre sí una distancia mínima como para hablar siquiera de callejones. Si lo llaman “hábitat disperso”, en contraposición con el trazado urbano de fenicios o griegos, no es porque las casas guardaran una considerable y equidistante lejanía entre sí, sino porque no se alinean geométricamente y porque dejan huecos despoblados entre sus pequeños grupos de cabañas.

“Reconstrucción del poblado de Los Millares durante el cobre pleno” Dibujo de Miguel Salvatierra a partir de información de Fernando Molina.
La ilustración de arriba es perfecta para fijar en nuestro imaginario todo lo que acabamos de ver. No sólo se trata de un poblado plenamente inscrito en el período y geografía que nos conciernen (Almería 3000aC) sino que plásticamente contiene todos los elementos a los que hemos hecho referencia. Para colmo de bienes, se trata de una ilustración oficialista sin sospecha alguna de haber caído en estimaciones aventuradas. Me gustaría que primero nos detuviéramos en una visión de conjunto, más estética que analítica. No se a otros, pero lo primero que me choca es el contraste entre el tamaño del recinto fortificado y la escasez de chozas que alberga. Las casas forman pequeños grupos separados entre sí por descampados, hasta el punto de dudar si sólo con la gente que allí vivía había mano de obra suficiente para levantar tanto y tan grueso muro. Destacaría también que su aspecto no me parece europeo en absoluto, y que si no fuera una ilustración tan famosa podría haberla tomado por cualquier poblado subsahariano de los que se encontraron nuestros implacables colonizadores en los siglos pasados. En cuanto a sus murallas ciclópeas diré dos cosas. En primer lugar, que su presencia no desdice en absoluto el aspecto africano antes referido, que de hecho esa falsa suposición es puro eurocentrismo, y que su cura es una buena dosis de estudio de la arquitectura de África desde el Egipto predinástico hasta el Gran Zimbabwe, pasando por el megalitismo sahariano. En segundo lugar, es preciso saber que cuando no había dataciones absolutas tan precisas todos los investigadores se apresuraron a utilizar los muros y tholoi millarienses como prueba irrefutable de que habíamos sido colonizados-culturizados por los micénicos… pero, curiosamente, cuando se demostró que las construcciones almerienses eran al menos mil años anteriores a las griegas, ni un solo autor propuso que se mantuviera la dirección de influencia pero con el sentido cambiado. ¿Ex occidente lux? Por Dios no, en la vida, qué dirían mis colegas, antes muerto.
Pasando a lo analítico, he creído que la mejor forma de empezar era contando las casas. Entre lo que he contado mal como cabaña porque pudiera ser realmente una fundición o un corral, y lo que no he podido contar porque la imagen está recortada por la derecha, me salen 200 viviendas por lo bajo. A 6 habitantes por familia/cabaña, la población de Los Millares en esa época sería de unos 1.200 habitantes, dato que en ningún caso se contradice con los 1.000-1.500 habitantes que le atribuyen los académicos. Ahora bien, y ruego sinceridad absoluta, ¿alguno de nosotros habría estimado tanta población a primer golpe de vista para este “poblado zulú”? Reconozcamos entonces que estamos condicionados a creer que los cálculos a la baja son más científicos que los “alcistas”, al tiempo que nos dejamos llevar por las apariencias arquitectónicas para permitir o no un elevado número de ciudadanos. Hablar de ciudades de miles de habitantes, en Afroiberia y antes del primer milenio, es poco menos que blasfemo aunque contemos con pruebas tan palmarias como este ejemplo. En su positivismo los especialistas optan por convertir al yacimiento de Los Millares en algo anómalo, excepcional, “el más importante centro urbano del cobre europeo” que dicen, sin saber uno si eso apunta más a trampa o a piropo. Y es que este yacimiento almeriense es sin duda una joya y un milagro de conservación, pero no hay nada científico en defender que fuera ni la única ni la mayor ciudad afroibérica de su tiempo. Más bien, desde el enfoque de la plausibilidad, demuestra que este esquema urbano, con esa magnitud o mayor, pudo y debió producirse en otros muchos puntos de Afroiberia, alrededor de las mismas fechas, y bajo unas circunstancias sociales semejantes.
Como es natural suponer, la mayoría de nuestros yacimientos carecen de una ilustración ad hoc como la de arriba, por lo que no podremos dedicarnos a contar las casitas dibujadas. La verdad es que en la mayoría de los casos las dichosas casitas ya no están ni en el yacimiento y lo único que tenemos son restos de líneas defensivas o una orografía que claramente nos indican el perímetro y superficie que tuvo la ciudad hoy desaparecida. Se han establecido para ello una serie de cálculos que estiman la cantidad de habitantes por hectárea de asentamiento urbano, y desde ya diré que la que nosotros tomaremos para esta etapa protoestatal es la de 200 habitantes por hectárea. Esa es la densidad de ocupación que se atribuye a las ciudades del antiguo Israel y de los celtíberos protohistóricos, y no veo motivos sanitarios o tecnológicos que nos hicieran suponer una enorme ventaja para ambos respecto a mis afroibéricos protoestatales. Resulta además que el yacimiento de Los Millares confirma también nuestra cifra ya que su superficie urbana es de unas 6ha, que a 200hab/ha nos da los mismos 1.200 habitantes que obtenemos contando choza a choza.
Casi sin darnos cuenta hemos conseguido una valiosa tanda de pautas objetivas para comenzar a visualizar, desglosar y manejar ese incómodo millón que parece ser la población protoestatal afroibérica:
POBLACIÓN TOTAL: 1.000.000 habitantes
SUPERFICIE TOTAL: 160.000km² (cálculo a la baja)
DENSIDAD POB. TOTAL: 6,25hab/km² (= Kazajastán o Gabón)
FAMILIA = 6 individuos = vivienda de 35m² aprox.
DENSIDAD URBANA: 200habitantes/hectárea.
Presencia incuestionable de ciudades con miles de habitantes.

Creo que por ahora son bastantes datos que asimilar, así que despido el artículo con una imagen que anticipa lo que será la siguiente entrada. En ella aparecen seis tipos distintos de poblaciones en orden ascendente según sus habitantes y el espacio que ocupan. Por ahora vamos a evitar interpretarlas en profundidad, pues lo haremos próximamente, y sólo las aprovecharemos para habituarnos a contar por casas en lugar de individuos, ver cuál es la impresión que nos proporciona cada poblamiento, si parecía que ahí cabían tantos habitantes, a qué tipo de población actual nos recuerda, etc. En definitiva lo que se pretende es cambiar nuestro imaginario prehistórico al respecto y perder el miedo a las altas cifras demográficas.

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