miércoles, 16 de diciembre de 2009

Pintas afroibéricas 3. Diacronía vs. Sincronía

I. El modelo clásico o sincrónico

La imagen superior muestra el esquema tradicional raciológico que divide la humanidad en tres grandes linajes: blanco, amarillo y negro (aquí eufemísticamente rebautizados como “caucasoide”, “mongoloide” y “negroide”). Decimos que es sincrónico porque evita el análisis cronológico, partiendo de un supuesto estado atemporal donde cada tipo o raza parece haber surgido independientemente. Sin embargo este desprecio por el reloj ni suele ser absoluto ni mucho menos explícito, dando lugar a efectistas apariencias de verosimilitud que hay que desenmascarar. La primera de ellas, recordando a Magritte y su pipa, es que lo que vemos arriba no son “tres razas humanas”, ni mucho menos “los tres grandes troncos raciales de la humanidad”, sino sólo tres retratos que ni siquiera representan tres personas reales sino una acumulación de datos anatómicos estereotipados.



En este mapa aparecen los territorios tradicionales de aquellos pueblos cuya imagen coincide significativamente, aunque nunca de forma total, con el aspecto de los tres individuos retratados. Inmediatamente nos sentimos obligados a preguntar de qué raza somos entonces los pueblos que habitamos zonas continentales sin colorear, ya que suponemos la mayoría de la población mundial. Los raciólogos clásicos no dudarían en respondernos que principalmente somos mestizos, derivados o arcaizantes de los tres troncos raciales mencionados, pero en cualquier caso gentes sin un “espíritu racial claro”. El blanco, el negro o el amarillo “puros” (esta y no otra era la denominación empleada) serían estrictamente los aquí coloreados en el mapa. Como vemos llegan a analizar cierta evolución cronológica en las “razas”, pero siempre partiendo de un momento en que los tres grandes troncos raciales están ya establecidos, pues estos son la materia original de la que surge el resto de la humanidad por combinación o mutación. A su vez aprovechan para defender que cada uno de los tres troncos ocupaba originalmente una mayor extensión geográfica, considerando que sus actuales distribuciones son reductos de “pureza racial” libre de las zonas de contagio y mestizaje (en blanco en el mapa). No hay que ser un lince para ver el simplismo de esta teoría, sustentada en la perspectiva eurocéntrica de nuestras primeras exploraciones intercontinentales: frente a un “nosotros” (blancos) surgen los lejanos “otros” (negros al sur, amarillos al este) con los “mestizos” en medio (eslavos, bereberes, árabes o indios). La aparición de nuevos tipos raciales en continentes recién descubiertos (indígenas americanos, australianos, etc.) puso en cuestión el modelo de los tres troncos fundamentales, aunque no faltaron quienes se apresuraron a incluirlos dentro de las categorías existentes (diagnosticando por ejemplo a los australianos como proto-negroides y a los amerindios como mongoloides transgresivos).
El modelo tradicional tiende además a dilatar por todos los medios el innegable origen común de negros, amarillos y blancos. De nuevo es el racismo y el eurocentrismo el único motor, pues al blanco propiamente dicho, puro, o que se cree tal cosa, le repugna profundamente compartir cuna con las poblaciones que considera inferiores por ser de color. Partiendo del deseo inicial de que tal origen común jamás se hubiera dado, el blanco racista no ha hecho sino claudicar a trompicones con la evidencia científica, desde aquel poligenismo que defendía que cada una de las tres grandes razas provenía de un simio diferente hasta el actual multirregionalismo, que remonta el origen de nuestras razas al Homo erectus, teorías de las cuales ya he hablado en otras entradas. Sería además hipócrita y cobarde no denunciar que es el entramado compuesto por la derecha ultraliberal, la pretendida sociobiología y el darwinismo social quién más se beneficia perpetuando este paradigma. Llamemos como llamemos a la ideología subyacente, en todos los casos se precisa que las distintas humanidades hayan accedido independientemente a su modernidad biológica, esto es, que cada raza represente un caso distinto de cómo un pitecantropo (lit. “mono-hombre”) puede volverse plenamente humano. Al llegar cada raza a su humanidad total por distintos caminos y circunstancias se haría necesario reconocer que cada una tendrá sus virtudes y defectos, físicos y espirituales. Es decir, que las poblaciones de un color u otro serían superiores a las demás en unos rasgos e inferiores en otros, lo cual abre el camino a establecer como probable que unas razas hayan salido en general mejor paradas (más virtudes que defectos), y por tanto sean “mejores” que otras, incluso “superiores”.
III. El modelo actual o diacrónico
Afortunadamente, en la década de los 90s del siglo pasado se produjo el comienzo del fin para todos estos intentos de resucitar el racismo científico, y hoy en día es prácticamente inviable defender algo que no sea el origen común, africano y relativamente reciente de todos los humanos actuales. No es preciso ahora hacer un profundo análisis de estas ideas y su solvencia, basta que los interesados en hacerlo busquen en google tecleando por ejemplo “Out of Africa”, “Eva mitocondrial”, “Homo Idaltu” o “Jebel Irhoud”, y se darán cuenta de lo fuerte que ha pegado esta idea revolucionaria de que todos somos sustancialmente negros africanos, modificados luego en lo más superficial de nuestra anatomía al colonizar nuevas regiones del planeta. Esta es la tesis que mayoritariamente suscribo y que puede representarse con este dibujo, muy distinto a los anteriores:

Decimos que el esquema superior es diacrónico porque representa cambios anatómicos a través del tiempo. Pese a ser una escueta simplificación, nos servirá para comprender la dinámica del nuevo paradigma y sus diferencias respecto al anterior. El tipo numerado con un 1 representa al Homo sapiens sapiens original, africano y negro, a partir del cual van surgiendo nuevas formas anatómicas, de las cuales a su vez surgirán otras siguiendo un modelo arbóreo. Hay que aclarar que el surgimiento de nuevos tipos anatómicos no supone la desaparición del tipo ancestral, y de hecho el tipo 1 convive aún con nosotros. Para mayor claridad he asignado códigos de determinados colores para aquellos tipos que son equivalentes en deriva cronológica, siendo el más antiguo y básico el rojo, y el más progresivo y reciente el verde. La primera diferencia respecto al modelo tradicional sincrónico es que, lejos de ser los troncos “raciales” básicos y ancestrales, el “blanco propiamente dicho” (1B1A) y el “amarillo propiamente dicho” (1B2A) son precisamente los últimos en aparecer. Incluso el “negro propiamente dicho” (1A), mucho más antiguo en comparación, tampoco equivale al humano ancestral (1, más indiferenciado). Por el contrario, las hasta hoy tenidas por razas mestizas se convierten en intermediarios cronológicos entre el negro ancestral y los otros dos troncos. En nuestro caso, del tipo panafricano original surgió otro más amulatado (1B) presente principalmente en el norte y el este de África; de él surgió una variedad aún más clara (1B1) cuando Homo sapiens se expande por el Mediterráneo y el Próximo Oriente; finalmente este tipo 1B1 pasa a 1B1A, derivación totalmente albinizada, cuando alcanza el centro y norte de Europa. En resumen, y usando nomenclatura racialista, si el viejo paradigma defendía que el mediterráneo es una mezcla de nórdico y etíope, hoy el mediterráneo (1B1) es visto como hijo del etíope (1B) y padre del nórdico (1B1A).
Una vez que hemos asimilado la médula motor del nuevo paradigma “racial” a través de este esquema, hemos de volver a la realidad, mucho más compleja y que escapa a una representación tan simplista. Sin embargo, y aunque en muchos aspectos lo contradicen, estoy convencido de que estas matizaciones al modelo hacen más por enriquecerlo que por anularlo. Veamos las principales:
- A fin de cuentas, yo también me he dejado engañar por la pipa de Magritte. En realidad no existen los tipos por mí representados sino una serie de rasgos anatómicos aislados que la percepción y la costumbre tienden a agrupar porque son más comunes entre determinados pueblos que en otros. Así, las narices no se estrechan ni los pelos se alisan necesariamente al ritmo en que se aclaran las pieles o los labios adelgazan. Cada rasgo anatómico estudiado por los racialistas merecería su propio esquema arbóreo.
- Tampoco he representado todos los tipos catalogados por los especialistas como “razas” presentes o históricas, sino que he elaborado un árbol muy simplificado que explique la proveniencia real de los “grandes troncos raciales” de la tradición antropológica.
- Las flechas intentan resumir en un brusco salto lo que en realidad está compuesto por infinitos grados anatómicos (clinas). En una representación más realista, pero sin duda más confusa, las flechas deberían componerse no de líneas sino de cadenas donde cada pequeño eslabón lo forma una clina anatómica, una cabeza para cada grado de la transición.
- Finalmente, hay que abordar el talón de Aquiles de muchas de las posturas diácrónicas. Si los tradicionalistas carecían de la perspectiva temporal, a los modernos se les olvida lo geográfico (que en genética equivale a mestizaje). Los tradicionalistas esquivan la perspectiva diacrónica por racismo, mientras que los modernos huyen del mestizaje porque amenaza con desbaratar sus pulcras líneas evolutivas. Pero es innegable que absolutamente todos los grupos humanos se han sometido al mestizaje en todas las direcciones de su rosa de los vientos. De este modo nuestro esquema debería representar también flechas bidireccionales que conecten a todos los tipos que sean vecinos geográficos. Más aún, dado que en pasadas entradas suscribimos la hibridación entre ancestros del hombre y del chimpancé (durante nada menos que cuatro millones de años), parece ridículo no contemplar una misma posibilidad entre los Homo sapiens modernos y otras poblaciones de Homo sapiens o de Homo en general. Si el mestizaje entre sapiens modernos difumina las líneas de evolución somática, la mezcla genética con otras humanidades (en cantidad y calidad aún por determinar) inyecta y sustrae elementos anatómicos de forma inesperada. Para los aún renuentes al mestizaje entre especies Homo, recordar que la mejor manera de ser diacrónico es la que pone al hombre en contexto con todo su ciclo evolutivo, haciendo que lo que un día fue posible lo sea también después. Por mi parte no soy racista con las demás especies humanas y, aunque me siento mayoritariamente descendiente de sapiens modernos africanos, estoy seguro de que algún ramalazo llevo de neandertal malagueño, erectus granadino o sapiens arcaico marroquí.
Como vemos el cuadro se ha complicado hasta casi lo ininteligible, y esa ha sido la principal razón de que desistiera de representarlo con mucho más rigor. Sólo quiero que se retenga la idea de una evolución diacrónica a partir de un humano moderno que surgió en África bajo condiciones tropicales, y por tanto muy similar a los actuales negros subsaharianos. Sus descendientes irán cambiando de aspecto a medida que se expandan de su cuna africana hacia nuevos climas y mestizajes, en un proceso que no ha cesado hasta hoy y que ha dado lugar a la grandiosa variedad, adaptabilidad y belleza de nuestros tipos actuales. Dicho proceso de expansión se ha llevado a cabo en diferentes momentos, a diferentes ritmos, con distintas ratios de mestizaje intra- e inter-específico, por diferentes rutas (incluso simultáneas), etc. Pero lo más importante es que se trata de una expansión de rasgos anatómicos sueltos, no necesariamente de paquetes “raciales”. Todo ello nos tiene que volver muy cautelosos a la hora de determinar el aspecto anatómico de un pueblo como el de Afroiberia a lo largo de su historia. Y aunque por ese motivo desisto de elaborar una teoría demasiado perfilada al respecto, creo que existen elementos lo bastante sólidos como para defender cierto canon anatómico afroibérico. Aunque es muy general, cuenta con lo indispensable para trastocar la visión tradicional, y eurocentrista, que se tiene aún sobre el aspecto físico de nuestros tatarabuelos remotos. Lo desarrollaremos en la siguiente entrada de esta serie.

No hay comentarios: