domingo, 14 de marzo de 2010

La Tierra de “Terth”

Dadas sus virtudes climáticas y geoestratégicas, Afroiberia hubo de ser conocida y celebrada entre sus vecinos desde tiempos prehistóricos. Desgraciadamente no podemos deducir gran cosa al respecto antes de la aparición de los primeros documentos escritos, esto es, antes de la entrada en la plena Historia. Aún entonces nos topamos con fuentes documentales tan antiguas que difícilmente podremos exigirle un discurso empírico y sistemático, pues todas las culturas se estrenan literariamente con mitos y es en ese territorio simbólico donde se rastrean las primeras menciones a nuestra región. Lo que decidamos hacer con ese material depende mucho de cómo concebimos nuestro papel de investigadores, y así es que para muchos la única salida historiográfica para las tradiciones mitológicas es el cubo de la basura. Esta tendencia es obviamente más acusada cuanto más positivista es el investigador, encontrándose en su más radical extremo los “arqueologistas”, es decir, aquellos que exigen encontrar la alpargata de Gerión para “creérselo”. Opino que es muy fácil, cobarde incluso, ensañarse con dichas narraciones arcaicas haciendo gala de una chabacanería desmitificadora propia de los que revientan películas a las puertas de los cines. Por el contrario, existe una vía más propia de la Antropología Social y la Hermenéutica que reivindica que los mitos son tan aptos para el estudio de un pueblo como cualquier otra de sus manifestaciones culturales: los mitos no son falsos sino mitológicamente verdaderos. De hecho ningún mito se fabricó con intención de tal, sino que trataba de ser una explicación de lo real con los materiales disponibles, siendo luego superada por nuevos conocimientos. Algo similar a lo que ocurriría después con otras creencias como el geocentrismo o el creacionismo, así como con muchos fenómenos que hoy se creen ciertos y mañana serán pura superstición. Como digo, depende mucho de nuestro compromiso intelectual y ético decidir si incorporamos la mitología como elemento de estudio respetable aunque limitado, o si seguimos despreciándola y perdiendo así toda la información veraz que entre símbolos y maravillas nos aguarda.

La referencia aislada a Afroiberia en un mito concreto de una sola cultura es muy fácil de rebatir, incluso de ridiculizar. Otra cosa es encontrar que muchos e importantes mitos de numerosas culturas con gran peso histórico hayan coincidido en describir nuestra zona con los mismos elementos característicos, y que a su vez dichos elementos sigan siendo paradigmáticos en etapas posteriores como en la Bética romana e incluso hoy día. Las coincidencias más significativas son:

- Nombre. Sea cual sea el pueblo que la cita, Afroiberia suele aparecer mencionada con nombres compuestos a partir de una raíz TR- TRT- o incluso TR-TR-: Ta-Tchesert, Tart, Tarshish, Tártaro, Tartaq, Tartesso, etc. Desconocemos cómo sonaría eso en la lengua original, probablemente peninsular, de la que todos estos extranjeros obtuvieron su término. Arriba he puesto Terth por creer que es una forma bastante neutra y menos cruda que poner “TRT”, pero cada uno puede optar por alternativas infinitas: Tarte, Turza, Tertis, Turdu, Atarta, Tartarra… Luego, en un momento plenamente histórico, aparecerá la Turdetania como prueba evidente de la continuación fonética, regional y cultural de TRT-.

- Occidente. Es muy importante notar que, aunque TRT- siempre se ubique en el Poniente, ninguno de los pueblos cuyas mitologías estudiaremos llamaba al Oeste geográfico con una voz siquiera remotamente cercana a TRT- (Amenti los egipcios, Ereb los cananeos y hebreos, Hespera los griegos, etc). Terth no era entonces el mero “Occidente” sino una región occidental precisa, probablemente su extremo más lejano.Y es innegable que para el “Mundo Antiguo”, fuera egipcio, cananeo o griego, no había nada más occidental que el Estrecho de Gibraltar.

- Inframundo. Se desprende de la connotación occidental, pues por el poniente muere el sol, o al menos allí se oculta bajo el horizonte, llenándose todo de oscuridad. El final del día es perfecta metáfora del final de nuestros días. Por tanto este Terth occidental está plagado de puertas a los infiernos y seres espantosos, pero también es considerada la Tierra Sagrada, el Paraíso.

- Océano. También proviene de la ubicación occidental de Terth, pero en este caso refuerza su pertenencia a la región gibraltareña y no a cualquier punto del mediterráneo un poco al oeste de griegos y egipcios.

- Toros y caballos. Son los dos animales paradigmáticos de Terth, tanto en sus diosas cornudas como en sus señoras de los caballos, tanto en sus vacadas rojas como en sus corceles alados. Es sobradamente conocido que autores tan tardíos como Estrabón o Plinio seguían citando con admiración ambas cabañas cuando describían nuestras riquezas regionales.

- Minería. En cierto modo es un atributo muy condicionado por el cariz infernal de Terth, pues se consideraba que las piedras preciosas y metales eran riquezas arrebatadas a los señores de lo ultraterreno. Allí donde se abrieran las puertas del otro mundo la tierra debía ser la más rica en minerales. Sin embargo, la reputación de Afroiberia como paraíso minero va mucho más allá de lo simbólico y legendario, y si no que se lo pregunten a fenicios, cartagineses o romanos.

Acabamos de ver como los mitos cobran importancia y sentido si son muchos, provienen de las más diversas tradiciones, y dotan de las mismas características a algo que suele sonar a TRT-. Del mismo modo, habrá de ser un valor añadido que estas tradiciones provengan de momentos históricos diferentes, abarcando un amplio lapso temporal. Decimos que los pueblos mediterráneos nos llamaban TRT- y nos dotaban de unas cualidades coincidentes a medida que “entraban en la Historia”, pero hay que tener mucho cuidado con esta expresión, pues cada pueblo lo hizo en una época diferente. Muchas tradiciones egipcias que estudiaremos se remontan al tercer milenio a.C., cuando en Europa todas las culturas vivían aún en su Prehistoria. Por el otro extremo, los últimos autores “clásicos” que utilizaremos son tan modernos que deben ser llamados mejor bizantinos que griegos, aunque beban de fuentes antiguas. Así la “entrada en la Historia”, lejos de ser un mismo instante cronológico, resulta ser una horquilla de al menos 3.000 años. Existen dos explicaciones para esta continuidad en la forma de llamarnos y de caracterizarnos. El primer razonamiento es el sencillo, la línea recta: los nombres y los atributos coinciden porque describen la misma realidad objetiva, sea Afroiberia o una región a la cual Afroiberia sin duda pertenecía. Este argumento nos obliga a aceptar como consecuencia una admirable estabilidad identitaria y cultural para nuestra región, toda vez que pueblos inconexos geográfica y cronológicamente encontraron al llegar aquí lo mismo: TRT-, caballos y toros, minas, océano, etc. Con la magia que le es propia, el mito tiene prevista su respuesta bajo la forma de aquellas leyes tartésicas de más de seis mil años que mencionó Estrabón. Por el contrario, podemos defender una mitología mediterránea común que se repite y se copia de puerto en puerto. Los desmitificadores ven el cielo abierto con este argumento porque les permite postular un mitómano original (en este caso egipcio) copiado luego hasta la saciedad en sus dislates. El defecto fundamental de esta tesis es que cuando al fin el contacto con Afroiberia es fluido y directo (“colonizaciones” fenicia y griega, pero también ocupación cartaginesa y romana) el mito, lejos de desmoronarse, se ve rotundamente reforzado por la realidad que encuentran los visitantes. Los académicos deben reconocer, aunque no les sirva de precedente, que en este caso la razón confirmó el mito. De todos modos, ambas opciones son para mí compatibles, pues podemos aceptar intercambios entre las mitologías mediterráneas y a la vez suponer un proceso por el cual sólo se mantendría un mito, y más durante tanto tiempo, si era relativamente confirmado a medida que el mundo se hacía más pequeño y conocido.

Para poder demostrar en profundidad lo que aquí se defiende necesitaré dedicar monográficos (incluso series) para los casos egipcio, griego, cananeo y bíblico. Pero esto lleva años de blog (hay otros muchos temas que abordar) y no podemos esperar tanto para hacer nuestra la conclusión obtenida mediante la mitología comparada: la existencia de una unidad en los hábitos de vida y modos de producción afroibéricos en los milenios implicados para el paso de nuestra Prehistoria a nuestra Historia, así como la existencia de una identidad tan marcada como para ser identificados como unidad étnica (TRT-) por los más dispares vecinos. Si nos remontamos a las entradas sobre Geografía afroibérica veremos que no hay motivo aparente para negar una milenaria tradición afroibérica en sus modos de vida y producción desde el Calcolítico a los romanos (minas, bueyes, caballos, navegación, etc.), coincidente en casi todo con el contenido de estos mitos. En un futuro demostraré que ese “paradigma TRT-” también fue suscrito por los historiadores greco-latinos (Heródoto, Estrabón, Plinio, etc.), luego por los autores medievales, y que de hecho se mantuvo vigente hasta el siglo pasado. A partir de entonces los positivistas arqueológicos se imponen negando la mayor: las fuentes documentales antiguas en general, no digamos los mitos, son inútiles y perniciosos para reconstruir el pasado, reivindicar la geografía es determinismo ambiental, proclamar unidad identitaria es casticismo y peineteo… En sustitución nos presentan una Afroiberia protohistórica desmembrada, inconstante y desmemoriada, donde no hay modo de acumular cultura e identidad con tanto localismo y tanto vacío poblacional, un mero estercolero donde se apilan, tarde y mal, las sobras culturales de Europa. Nos dicen, y parece que con eso basta para callarnos, que sus yacimientos no corroboran la unánime conclusión de la geografía y los textos antiguos. Pues que busquen.

Termino anticipando que Tarsis y Tartessos serán los nombres con los que habitualmente me refiera a “TRT-”. Soy muy consciente de lo que eso implica, como por ejemplo la identificación de la Tarshish bíblica con el Tarteso griego, y ambos con Afroiberia, pero también una duración en el tiempo para muchos exagerada. Asumo todo ello y demostraré a medida que publique entradas que esta equiparación no es tan descabellada. En cualquier caso basta decir que son las formas más conocidas de TRT- y por tanto las más tecleadas en Google, algo que es vital para la accesibilidad del blog. Lo de “Tierra de Terth” lo he usado porque resulta un título sugerente y porque no quería que usando “Tarsis” o “Tartessos” se me quisiera limitar a los conceptos que historiográficamente corresponden a esas palabras. Por otra parte, no hemos de olvidar que TRT- es una percepción extranjera por mucho que se base en la realidad afroibérica, y que por tanto no podemos permitirle que marque la agenda real de nuestro devenir histórico. Quiero decir que el afroibérico no estuvo obligado a comportarse como tartésico, társico, o como se les dijera en cada caso, desde el preciso momento que un extranjero lo llamara y caracterizara con ese apelativo. Los tartésicos eran idénticos antes y después de cada uno de estos pueblos lejanos tuviera noticias de ellos. La prueba es que fueron “descubiertos” por distintas culturas en diferentes momentos y siempre mostraron un perfil coincidente.

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