domingo, 10 de enero de 2010

Pintas afroibéricas 5. Pauta afroibérica (Segunda Parte)

A continuación abordaremos dos cuestiones que pueden parecer anecdóticas pero que han provocado bastantes confusiones a la hora de estudiar el tipo afroibérico y similares. El primero de ellos tiene que ver con la edad y se puede representar así:Los tipos clinales medio o de la zona 2 tienen la particularidad, compartida con los tipos negro y chocolate, de ser más claros de piel durante la primera infancia y la vejez. Incluso son comunes los casos de un blondismo (pelo rubio) entre los niños que va desapareciendo con rapidez. Además en bebés y viejos se constata una pérdida de fuerza en el cabello que así adquiere un aspecto más liso u ondulado que rizado. Esto da pie a que muchos antropólogos eurocentristas interpreten “rastros de sangre blanca” entre estas poblaciones y que incluso se hayan centrado en fotos de ancianos y mocosos para darles una imagen equívocamente europeizada (por ejemplo con los bereberes). La segunda característica tiene que ver con la estacionalidad:

Como se ve en la ilustración, un mismo individuo puede mostrar tres tonos distintos de piel según la época del año en que lo veamos. En este caso se trata de una característica privativa del tipo medio o de la zona 2, que incluso se conserva hoy día entre nosotros (sus versiones despigmentadas por selección sexual). Los blancos nórdicos jamás se tuestan en nuestras playas sino que enrojecen hasta enfermar, mientras que los negros oscuros son incapaces de despigmentarse aunque residan en Londres o Chicago durante décadas. Los tipos mate y chocolate pueden cambiar algo su tono de piel, pero jamás de forma tan extrema y rápida como nosotros. Nuestro camaleonismo llega a extremos verdaderamente llamativos: unas veces vemos a un bañista o albañil sin camiseta que parece tener a la vez las pieles de dos razas distintas, otras nos sorprendemos de que alguien haya cogido color apenas paseando una mañana, o finalmente nos puede costar trabajo reconocer en su negrura estival al compañero de clase que sólo conocimos en invierno. De nuevo este factor ha sido usado arteramente por los antropólogos, que yo no se en base a qué han decidido que sólo la tonalidad más clara es la verdadera. Así, lo común era leerles en sus manuales que para medir el grado de melanina de un pueblo había que mirarles las caras internas de los brazos, de los muslos, y en fin cualquier parte que por lo común no viera el sol en todo el año, pues el color moreno del resto del cuerpo no era el “puro” sino el fruto de una respuesta al sol. Bien, yo digo que esto es una estupidez tan grande como decir que el verdadero color de un negro sudanés es el de las plantas de sus pies, una estupidez que además está cargada de intenciones racistas. Para empezar, se pretende transmitir la idea de que el tono claro es el original, cuando los análisis diacrónicos nos dicen todo lo contrario, esto es, que el empalidecimiento es algo derivado de una negrura original. En segundo lugar, ignoran voluntariamente lo que es un hecho aplicable a plantas y animales. Así, de niño aprendí que cualquier tallo verde podía ser usado como letrero: bastaba pegarle un papel con las letras del mensaje recortadas y en unos días retirabas el folio y quedaba tu escrito. ¿Acaso se había puesto oscuro el tallo? No, se le había aclarado la parte oculta. Del mismo modo, en los afroibéricos no se da un proceso que vaya de la piel más clara (“verdadera”) a la más oscura (“alterada”), sino que existe un solo tono ocre original, susceptible de pasar a mate o chocolate según las circunstancias climáticas. Existe por el contrario un método fácil e infalible para detectar morenos emblanquecidos, y es comprobar si sus pezones, ano, escroto y otras zonas de pliegue y rozadura son marrones, pues sólo los verdaderamente blancos los muestran rosados. Por fortuna para los que pretenden europeizarse a marcha martillo, estas son zonas anatómicas de difícil análisis sin intimidad de por medio pero, nunca mejor dicho, la procesión va por dentro.

Pasemos ahora a otro asunto que sí considero capital, y es el de la variabilidad somática dentro de un grupo. Cuando propongo el tipo medio o de la zona 2 como nuestro retrato robot prehistórico, muchos pueden dudar de que todos los individuos de Afroiberia tuvieran ese aspecto. Bien, si ese dibujo pretendiera tal cosa yo no sería sólo el primero en dudarlo sino en negarlo. Pero el tipo medio o de la zona 2 no es más que un porcentaje y una simplificación, la forma digamos menos mala y más imparcial de representar con una cara lo que es un colectivo de miles de personas. A continuación vamos a ver otras formas de representar nuestra pauta anatómica afroibérica, pues el esquema inicial se puede enriquecer siempre que se mantenga la proporcionalidad (como 4+4 y 5+3 dan 8). Se trata de representaciones que necesariamente están formadas por más de un individuo, cada uno de los cuales mostrará o no determinadas diferencias respecto al monigote prototipo, pero siempre guardando una armonía general.

Este primer ejemplo podría ser denominado “variabilidad intraclinal”. Vemos que tras las ocho primeras cabecitas (idénticas al prototipo de la zona 2 o medio) la tercera y cuarta fila del dibujo muestran variaciones. Pero estas variaciones no sacan a sus portadores de pertenecer al tipo afroibérico, porque cada uno de estos individuos cambia uno solo de sus rasgos y además lo hace sólo en un grado clinal (tomándolo del mate o del chocolate). Así, el primero sería afroibérico típico salvo por sus labios algo más finos, lo mismo que el segundo de labios más gruesos que la media, y luego vemos lo propio con las narices, los cabellos y la piel. Repito que ninguno tiene más de dos rasgos distintos al prototipo, así como ninguno presenta formas ni de blanco ni de negro extremos; simplemente estamos ante un mismo grupo genético con sus lógicos vestigios de lo anterior y ensayos sobre lo posterior. Sin embargo, estoy seguro de que la última fila de monigotes será mucho más llamativa que la anterior, incluso que habrá resistencia a considerar a alguno de ellos como de la misma “raza” que los demás, y esto es una prueba de que la piel y el cabello tienen para nosotros connotaciones raciales mucho más fuertes que la nariz o la boca. Finalmente, vemos como se cumple una proporcionalidad de rasgos, un “lo comido por lo servido”, que nos lleva irremediablemente al tipo medio o de la zona 2 como prototipo. Seguro que en nuestra prehistoria hubo afroibéricos más claros que la media, pero también más oscuros, que los hubo con el pelo lacio y crespo, los labios finos y gruesos, etc., pero estos extremos no sólo se neutralizarían entre sí (por ejemplo en los mestizajes) sino que no representarían más que una minoría.

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